Analfabetismo, precarización laboral, desatención sanitaria, adicciones, desnutrición. Una serie de problemáticas que parecen imposibles de subsanar por las familias afectadas. Ocurre en Salta, y cada vez más.

La desnutrición en la provincia aumenta y las problemáticas que la rodean tampoco dan tregua. El panorama de algunas familias en sencillamente desolador.

En una emisora local se escucharon testimonios de Isabel Álvarez, una abuela del barrio Miguel Ortíz, al norte de la ciudad de Salta, y de Silvia Basualdo, una mamá de una comunidad wichi de Tartagal.

Álvarez tiene a cargo a dos de sus nietos desde que su hijo y su esposa están inmersos en adicciones a las drogas. “Tuve que hacerme cargo de los chicos, sin saber noticias de ninguno de los dos. Sé que se siguen drogando”, relató. Agregó que con su trabajo de vendedora ambulante no puede ganar mucho. “Estoy comprando leche porque en la salita me dan un kilo por mes y eso no alcanza”, declaró.

Por su parte, Basualdo contó que no recibe leche de la salita local y que no tienen cómo costear esos gastos. “Mi esposo gana 200 pesos semanales, es ayudante de madera”, relató. También aseguró que los asistentes sociales no los visitan con frecuencia. “A veces tenemos un poco de comida, le damos al bebe y a los otros además, pero mis otros hijitos que están en mi casa, ellos van a la escuela, pero no tienen calzado, no tienen nada, ropa, nada y eso a mí me duele, pero a mí nunca nadie me ayudó, ni la asistente social. A veces van, pero no me dan ayuda, no sé si porque somos aborígenes, no sé, porque hay algunos que no saben hablar, por eso no sabemos. Mi esposo no sabe bien leer ni escribir, nada y mis otros hijitos no tienen ni cama, ni colchón, nada. Ellos duermen en el suelo”, indicó.