La Secretaria de Cultura publicará “Estabas Ahí”, el libro sobre la banda más importante de Salta: Perro Ciego. Trabajo de archivo y entrevistas sintetizadas en siete capítulos por el periodista de rock Tony López. Publicamos el capítulo que recrea los orígenes de una aventura musical que marcó a generaciones de salteños.

“Hacia finales de 1985, el todavía niño Ángel Marcelo Dique, “Salchi” (7-01-1973) terminaba la primaria (hoy EGB2) en la escuela Augusto R. Cortazar, de su barrio San Francisco. La ciudad de Río Tercero en Córdoba, fue el destino de la gira de fin de curso. Muchos chicos de diversos colegios del país estaban en el salón del hotel almorzando, cuando surgió la posibilidad de que suba al escenario el cuarteto folclórico del grado, donde estaba el Salchi. Grande fue su sorpresa al ver cómo sus compañeritos iban desistiendo uno a uno. Ante la situación, no dudó un momento, subió y se cantó una zamba. Su alma de músico presentaba credenciales.

Una nueva etapa escolar se avecinaba en el Colegio Tomasini y su inquietud musical crecía a pasos agigantados. El folclore fue cediendo terreno a manos del género que se transformaría en su gran pasión: el rock. Por ese tiempo, sus gustos musicales pasaban por el heavy metal, algo que seguramente sorprenderá a los seguidores de Perro… Es así, entonces, cómo el joven Salchi “castigaba” sus oídos con Iron Maiden, Judas Priest, Dio, Deep Purple, Def Leppard. De hecho es un conocido difusor de este género por medios radiales, Javier Cava Ruiz, el que le vende su primera guitarra, una símil Telecaster; la idea primaria era formar en algún momento una banda, onda hard rock.

El año 1986 marcaría también el inicio de la secundaria (EGB3) para Martín Aguilera, “Gamba” (11-01-73) y para Pablo Carmelo Zenteno, “Jopo” (8-12-72) en el Colegio Tomasini. Como verán, el destino comenzaba a hacer de las suyas: asistían al mismo curso y no tardarían en hacer buenas migas y en ser parte de un grupo de amigos que compartían salidas los fines de semana. Otro punto en común que tenían era el rock y el deseo de tener algún día una banda. “Con Martín siempre tuvimos afinidad, desde que nos conocimos en el Tomasini. Por ese tiempo escuchaba mucho rock nacional: Miguel Mateos, Los Abuelos de la Nada, Pedro y Pablo, Soda Stereo y fundamentalmente GIT que era mi banda de cabecera por ese tiempo; Willy Iturri, el batero, me marcó de una”, recuerda Jopo.

Carlos Abel Vega Córdoba, el “Pelado” (9-09-72), con raíces en Villa Chartas, comienza en la música “de rebote”, se podría decir. Su sueño en un primer momento fue ser jugador de fútbol; llegó a jugar de marcador de punta en las inferiores de Juventud Antoniana. Pero la negativa paterna para seguir, lo obligó a canalizar sus energías en otra dirección. Una guitarra criolla que su madre había comprado y que nadie utilizaba en casa, despertó su curiosidad. Sus primeros conocimientos los toma con un profesor, músico de folclore. Para el `86, el Pelado repartía su tiempo entre las clases de guitarra y sus estudios en la Escuela Normal, donde cursaba el primer año.

Un aviso publicado en el diario local, anunciaba el inicio de un Taller de Música para el mes de junio. Corría el año 1987. Una hojeada fortuita a ese diario puso en alerta a Salchi y también al Pelado. Era justo lo que estaban esperando. A su vez Sebastián, un amigo, pone al tanto de la movida al Gamba y al Jopo y les insiste en anotarse. La idea era formar un trío donde él sería el violero, dejando a los dos últimos el papel de bajista y baterista respectivamente, siempre estuvo en la mente de Jopo ser batero; su gran referente de entonces era Willy Iturri, del grupo GIT y alguna vez baterista de Charly García. En cambio Gamba tenía otra intención, pero igual los muchachos aceptaron el convite.

El Taller era iniciativa de un porteño que tendría una importancia vital, no sólo para apuntalar las ilusiones de estos jóvenes músicos sino, viéndolo en perspectiva temporal, también para el desarrollo del rock salteño de esos momentos. Su nombre era Cacho Gala. Había llegado a la ciudad hacia fines del 86. En el oeste de Buenos Aires estaba el “agite”, y Cacho fue partícipe de una movida donde el rock y el blues eran una especie de “biblia musical”, formando parte de grupos como Años de Vendimia y tocando ocasionalmente con Memphis La Blusera. Se interiorizó de lo que acontecía en materia de rock por estos lares y enseguida trabó amistad con varios músicos; entre ellos, el Chinato Torres, que por ese tiempo tocaba en Tren Fantasma, quien lo invita a sumarse tras la deserción de uno de sus integrantes; pero era casi el fin de esta banda, referente en su momento. Le llegaba el turno a La Pirámide, con Cacho como uno de sus fundadores, y tan importante en el transcurso de esta historia, por ser los impulsores del Taller de Instrumentos Eléctricos, tal su verdadera denominación. “El taller de calle España lo teníamos con Tony Gariglio que vivía allí, ya que había llegado de Metán y tocaba teclados; el Chinato que enseñaba batería, y yo que daba guitarra y bajo. De paso, era el bunker de La Pirámide, nuestra banda de ese momento. Los integrantes de Perro… habían llegado de manera separada, cada uno interesado en la música de distinta manera… Y ahí los armamos e hicimos que se conozcan”, recuerda Cacho.

A medida que transcurrían las clases en el Taller, los primeros proyectos grupales comienzan a tomar forma. Salchi, junto a un amigo, Mauricio Gómez, forman Nash, con onda hard rock. Por ese tiempo, el joven guitarrista se había convertido en fanático de una banda local de ese estilo, Azor, y los iba a ver en cuanta presentación hubiera. Así recuerda esos momentos: “Yo era compañero del `Lechón´ Mauricio, mi primer amigo en el Tomasini, y con él formé mi primera banda. Ensayábamos detrás del Hogar Escuela, en el Pasaje San Cayetano. `Pájaro´ era el batero y no llegamos a tocar en vivo. Cuando entré al Taller, Cacho me empezó a limar la cabeza con el blues y el rock, yo escuchaba heavy clásico, cuando se hizo más extremo, onda trash y death, allí ya no llegué”. Mientras, Gamba y Jopo, ponen en marcha Psicosis, con sonido pop rock, tan en boga en casi toda la década de los 80, en el rock argentino. Ensayaban en la casa del segundo, en calle Zabala. Al poco tiempo, dos meses aproximadamente, Gamba decide dejar la banda, recala un tiempito en Banquete de Pordioseros, donde canta Tomás Federico Acosta, “el Pibe” (10-01-68) también alumno del Taller. Esta banda fue formada por Claudio Barrera y el primer alumno de Cacho Gala, incluso antes del Taller, Leandro “Ñomo” Hipaucha, quien sumó al Pibe, con el cual tenía una gran amistad. Ya desde el mismo nombre, que hace alusión a un disco de los Rolling Stones, se entiende la fuerte impronta rockera-blusera de Banquete. “Nosotros éramos dos bluseros con el Fede, antes de la banda ya teníamos un dúo y tocamos en el local Blue Monk, del Negro Ramírez. Viví varias temporadas con él, en la casa de su madre en Villa Soledad. Era un caos pero juntos soñábamos en hacer cosas con el grupo”, recuerda Leandro residiendo desde hace mucho tiempo en Barcelona donde es un reconocido contrabajista. Agrega: “Yo tenía 16 años más o menos, él un poco más, éramos muy salvajes, nos divertíamos mucho y musicalmente nos complementábamos muy bien. Él cantaba y tocaba la armónica; yo, la guitarra. Lo de él era más instintivo y natural. Yo ya empezaba a estudiar música, éramos muy compañeros”. Cacho lo recuerda al Pibe así: “En esa época él era noviecito bien de mi cuñadita (hermana de mi ex mujer), y lo que puedo decirte de manera fehaciente es que el Fede era el único chico que yo conocí capaz de dormir en los escalones de una escalera muy empinada. ¡Jah…, jah…, jah…!”

tony lopez

Tony López, autor del libro.

Volviendo a Gamba, en su mente estaba el de ser guitarrista aunque su profesor le aconsejaba que siguiera con el bajo, que trabajo no le iba a faltar y que, técnicamente, con el instrumento era bueno. Pero él estaba decidido a que las seis cuerdas era lo suyo. Y en este cambio tiene mucho que ver su hermano menor Carlitos Aguilera (15-05-74), que por ese tiempo cursaba la secundaria todavía en el IEM. “No lo veía contento tocando el bajo, a pesar de que era un buen bajista. Un día, del taller le prestan un bajo Faim blanco para que estudiara en casa, lo vi y flashie al toque, fue un amor a primera vista. A partir de ese momento, sucedía que cada vez que Martín regresaba de clases, lo esperaba y le pedía que me pase todo lo que había visto ese día. Eso se repitió durante todo un mes más o menos, hasta que después le hice la propuesta de que armemos una banda donde él toque la guitarra, yo el bajo, y la bata Sebastián Hoyos. Ensayamos un par de meses nomás.”, recuerda Carlitos.

Jopo abandona Psicosis, dejando al frente de ese proyecto al Pelado Vega, que había entrado al grupo tras el alejamiento de Gamba.

Para octubre del año `88, la gente del Taller decide realizar una primera movida, para dar a conocer en sociedad a sus créditos. El 17 de ese mes el evento se lleva a cabo en el viejo teatro de La Casa de la Cultura, con una grilla que incluía a Psicosis, Ácido Plástico, El Comité y otras bandas. Ya por ese tiempo los contactos entre Salchi, Gamba y Jopo eran más constantes en el colegio, el rock acerca a la gente, “no había tanta tribu como hoy”. Para fines de ese año, la idea de armar una banda del colegio, comienza a dar vueltas por sus cabezas. El verano del año 1989, los encontrará ensayando casi todos los días en la casa de Gamba, en Barrio Castañares, con equipos precarios e improvisados. Por ejemplo: ¡el amplificador de Gamba era un emblemático y viejo tocadiscos Winco del padre!, que él (Gamba) acondicionó para la ocasión… En esas primeras ocasiones, no contaban con percusión ya que, según Carlitos, “Jopo no nos daba mucha bola, porque era uno de los principiantes top y andaba medio en el papel de estrella (se ríe)… El Chinato nos dijo que lo hablemos, que seguro nos hacía el aguante, cuando aceptó tocar con nosotros era como que nos estaba haciendo un favor, (más risas)… Era muy cómica la situación”. La batería de Jopo consistía en “un redoblante murguero, un pedal y un bombo legüero, nada más. Los ensayos consistían básicamente en largas zapadas, donde alguien largaba un par de acordes y el resto se acoplaba. Por ese tiempo tocaba más rítmica, Salchi era la primera viola”, rememora Gamba. La formación incluía a veces tres violas; se sumaba Mauricio Gómez, amigote de Salchi, que también se hacía cargo de la voz.

Debido al éxito de la movida anterior, los profesores del Taller deciden organizar un segundo recital en el mismo teatro. Tocaría La Pirámide como número central, donde había entrado como vocalista el Pibe Acosta, y esta vez los pupilos a presentar serían Soufflé, Derek y Compañía, La Máquina del Tiempo, y la banda “de los changos del Tomasini”, la nueva generación del rock salteño, se ponía en marcha. La fecha se programa para el 2 de julio.

Ante la inminencia del debut, las cosas se precipitan. Los ensayos se hacen más prolongados, más intensos. Y surge un primer gran inconveniente: “Unos días antes de la fecha, Mauricio se baja del proyecto, si bien lo queríamos ahorcar; entendíamos que él tenía otro gusto musical, más volcado al hard rock. Al ser principiantes y al haber tres violas, nadie sabía acerca qué parte le tocaba a cada uno. La cuestión fue que seguimos pero nos preguntábamos quién iba a cantar. Yo soy un desastre, Martín es solo un poquito mejor que yo, Jopo zafaba pero no podía hacer las dos cosas al mismo tiempo. Así que Salchi, que afinaba más o menos, se tuvo que encargar de la voz”, recuerda Carlitos de aquella situación. El otro inconveniente es ponerle nombre al proyecto, un verdadero dilema la mayoría de las veces para los músicos que quieren formar un grupo. Entre varios nombres que se barajan, se deciden por uno que fonéticamente remite a rock, Rocabola. Ahora era cuestión de subir y tocar.

Ese domingo el teatro se va llenando de familiares, amigos, compañeros de colegio, no solo de Rocabola sino también de las otras bandas que tocan esa noche. Estilísticamente en la música de Rocabola había algo de rithm & blues, boogie y algunos toques pop rock. Aquellas canciones que componían la primera y tímida cosecha fueron perdiéndose con el paso del tiempo, pero aún perduran en la memoria de los músicos. Títulos como “¿Estás tranquila mi amor?”, “Rimamblú verás” y “Tranquila mañana”, adquieren su importancia porque fueron la llave para entrar en el fascinante terreno de las composiciones propias. La formación del debut fue, entonces: Salchi, en voz y guitarra; Gamba, en primera guitarra; Jopo, en batería, y Carlitos Aguilera en bajo, la misma que dos años más tarde mutaría su nombre al definitivo Perro Ciego.

Los nervios lógicos del debut no conspiraron para un prolijo set que incluía un cover de Riff, “Susy Cadillac”, y una versión inédita por entonces de “Estaño de bar”, el clásico de Memphis La Blusera, que Cacho les había acercado para completar la lista de temas. Muchas anécdotas quedaron de aquella noche. Por ejemplo: promediando el show, Salchi se corta los dedos, ante la mirada asombrada de Gamba que veía cómo la sangre “pintaba” el diapasón. El motivo fue una cuerda rota que, ante la falta de un repuesto, se optó por lo más práctico: anudarla y a otra cosa. “Así que imaginate cómo sonaba eso”, agrega Gamba entre sonrisas.

La situación política-económica del país era gravísima: los precios se habían ido por las nubes y variaban a un ritmo asombroso, la hiperinflación golpeaba con efectos demoledores a la sociedad argentina, el presidente Raúl Alfonsín apuraba su salida, la primavera había terminado hace rato. Otro ejemplo, el precio de las entradas para ese recital costaban dos australes un día antes; la crisis obligó a subirla a cuatro, momentos antes del show; la modalidad de tickets anticipados tenía un antecedente no deseado. Culminado el show, Cacho Gala se acerca presuroso a felicitarlos y a alentarlos a seguir, que sin dudas la cosa daba para más. Desde ese momento les dará clases grupales, les pasará discos y casetes y, fundamentalmente, sus innumerables consejos, serán absorbidos por estos chicos que sin dudas ven en él a un gran guía musical. Una de las cosas que recuerdo que Cacho nos decía y remarcaba era: “El secreto para que una banda trascienda, es que la vayan a ver los jóvenes”, recuerda Carlitos.

Un par de shows más se realizaron ese año. En uno, hubo una mezcla con la nueva banda del Pelado Vega. Psicosis era pasado: ahora era momento de Papá Jagger y sus secuaces. Ya desde el mismo nombre del grupo, se nota la fuerte inclinación del Pelado hacia los Rolling Stones. “Mi hermano que estudiaba en Tucumán, una vez trae el casete del trabajo solista de Jagger: She’s the box. Lo escuché y me pareció buenísimo, fue un click y desde allí derivé hacia los Stones” señala el Pelado. El experimento de esa noche se llamó Rocabola y sus Secuaces.

El nombre de la banda comenzó a generar cierta incomodidad, tanto en los músicos como en algunos comunicadores que, por pudor tal vez -la fonética se prestaba en ocasiones a malos entendidos y “gastadas” también-, omitían decirlo o simplemente lo modificaban para anunciar algún show. Es así que para el año 1991, tras una reunión, se decide cambiarlo. Homenaje a un personaje de esa gran película que es “Crossroads” (Encrucijada), de 1986, y protagonizada por Ralph Macchio y Joe Séneca en el papel de Willy “Blind dog” Brown, antiguo compañero de andanzas de Robert Johnson y que le promete al joven protagonista enseñarle el blues perdido, que no llegó a grabar Johnson. De ahora en más, el nombre de batalla será Perro Ciego”.

perro ciego 324