El presidente Macri replantea su estrategia con los gobernadores y con la CGT. Apostará por más gestos de autoridad y a monitorear mejor los acuerdos que firma con ellos; además evitará reunir grandes mesas de negociación y revisará su relación con el PJ.

Luego de la violencia y el fracaso de la sesión parlamentaria por la reforma previsional, el jueves último, el presidente replanteará la relación con los gobernadores del PJ y con la CGT. Perdió la confianza en la gran mayoría de ellos, y está decidido a hacer más frecuentes gestos de autoridad para asegurar que cumplan los acuerdos.

Los gobernadores no pudieron garantizar el quorum el jueves en la Cámara de Diputados para la reforma previsional, la columna vertebral de todo el pacto fiscal. Y la CGT no hizo nada para evitar que el Senado frene la reforma laboral.

El primer gesto de autoridad de Macri fue anteayer forzar a los gobernadores a que sienten a sus diputados mañana a las 14. Sin reforma jubilatoria, les mandó a decir, se caerá el pacto fiscal y no habrá recursos. En la Casa Rosada hablan de «un antes y un después» luego del escándalo del jueves en el Congreso.

Según pudo saber LA NACION, la gran mesa de negociaciones con los 24 gobernadores del país no se reunirá en el corto plazo. El programa económico de Macri está contenido en estas reformas de fin de año y no hay grandes pactos posteriores. Habrá diálogo individual con todos en el día a día: envío de fondos, refuerzos y obras públicas.

El núcleo duro de Macri está indignado con varios gobernadores y con el jefe del bloque de senadores del PJ, Miguel Pichetto, que los lidera. No condujeron a sus diputados y dejaron el jueves último que se levantara la sesión en un clima de violencia inédito, generado por el kirchnerismo y sus aliados. Sin embargo, la Casa Rosada no piensa hacer un gesto explícito de ruptura de la mesa con los gobernadores. Pero intensificará las presiones políticas al máximo.

La reunión de anteayer con los gobernadores en Diputados y el anuncio de la sesión especial de mañana fue el primer gesto de endurecimiento. «Antes de que se incendie el país, se pueden incendiar varias provincias», dijo a LA NACION uno de los más duros colaboradores de Macri. Se aventura una época de mayores «aprietes» con recursos públicos: las provincias están urgidas por pagar los sueldos. «O apoyan o no pagan el aguinaldo», dicen.

Otro gesto de dureza fue amenazar el jueves mismo con un decreto de necesidad y urgencia (DNU) para sancionar la ley jubilatoria.

«No habrá cambios, seguiremos hablando con todos; hay gobernadores ladinos y otros que realmente no controlan a sus diputados», dijo un legislador del oficialismo de diálogo permanente con Balcarce 50.

«Hay un antes y un después. Se tomó conciencia de la importancia de asegurar y monitorear bien los acuerdos y de asegurar la comunicación», dijo un allegado a un ministro clave de la Casa Rosada.

Comparan este momento con otros puntos de inflexión de la gestión de Macri: el fracaso de la suba de tarifas; la marcha del 1-A, el caso Maldonado y el triunfo electoral. Se ajustarán las clavijas.

De hecho, en la tarde de ayer se monitoreó el acuerdo con los gobernadores y diputados mediante llamados del jefe del Gabinete, Marcos Peña, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, su viceministro, Sebastián García de Luca, el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y el jefe del bloque de Pro, Nicolás Massot. «Mañana es el día clave y marcará la relación con los diputados y los gobernadores. Tenemos 140 diputados para arrancar la sesión», dicen cerca de Macri.

El Gobierno descuenta que el diálogo con la CGT continuará, más allá de la postergación de la reforma laboral y del para convocado para mañana contra la reforma previsional. El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, y el vicejefe de gabinete Mario Quintana seguirán manteniendo contacto con la conducción y con los sindicalistas más influyentes. «Estan muy divididos. Algunos no quieren dejarse arrastrar por los más kirchneristas», dijo un allegado a Triaca a LA NACION. «Lo que se nota es que la oposición no tiene argumentos y da golpes para desestabilizar», dijo una fuente oficial.

«La CGT reacciona con un paro y el kirchnerismo le manotea el micrófono a Monzó. Son manotazos de ahogado», dicen en Balcarce 50. «Vamos a tomar más precauciones para que no hagan piquetes y violencia en cada sesión», agregan.

Un profundo malestar existe con Pichetto, nexo entre el Gobierno y gobernadores. La Casa Rosada sospecha que Pichetto juega a dos puntas. Pese a que apoyó en el Senado la reforma previsional, le atribuyen haber fogoneado al juez federal Claudio Bonadio, de origen peronista, para pedir el desafuero y la detención de Cristina Kirchner por el pacto con Irán por la AMIA.

Según esta hipótesis, cerca de Macri ese falló buscó golpear a Cristina para fortalecer al peronismo ortodoxo que debe reagruparse para 2019 y al mismo tiempo complicar el escenario parlamentario del fin de año para desgastar a Macri. Cerca de Pichetto niegan rotundamente ese supuesto plan. Pero el dato marca la profunda desconfianza de la Casa Rosada, también, hacia el peronismo no kirchnerista que está integrado por los gobernadores.

Fuente: La Nación