Convencidos de que Juan Collado era funcional a la estrategia “U” para restarle puntos a Romero en la ciudad, las negociaciones del romerismo con el macrismo en Buenos Aires determinaron el fin de esa candidatura. Detalles de un proceso largo y ejecutado en un escenario distinto al salteño. (Aníbal Roldán)

“Si Collado saca 4 o 5 puntos en Capital tenemos que comenzar a dar las elecciones por perdidas”. La frase pertenecía a uno de los principales armadores del romerismo de cara a las elecciones de mayo en las que el exgobernador buscará hacerse otra vez del gobierno provincial para lo cual requiere de un triunfo holgado en Capital.

Para algunos operadores del romerismo, Collado era un chirolita del gobernador Urtubey  que impulsando la candidatura buscaba restarle puntos a Romero en la capital, donde el exgobernador cosechó el 32,14% de los votos en octubre de 2013, producto de los 84.123 sufragios cosechados. Cifra que fue superior a la de todos los otros candidatos, tanto del oficialismo como de la oposición. La “chirola-interpretación” respondía al vínculo empresarial entre Collado y el hermano del gobernador salteño, José Urtubey, en la poderosa Celulosa Argentina S.A., donde ambos compartían directorio; como así también al hecho de que la empresa salteña que se encargada de llevarle la política comunicacional a Collado es la misma que posee fuertes vínculos con el gobierno provincial.

Había, sin embargo, otra versión entre los operadores romeristas. Collado no era un chirola de Urtubey, sino una persona dispuesta a jugar y con una candidatura cerrada en la intimidad del macrismo: con la anuencia de Mauricio y la gestión personal de Marcos Peña, el hombre de apenas 38 años que además de ser Secretario de Gobierno de Macri es un armador político del macrismo. Señalado con los alias “pibe maravilla” y “monaguillo”, Peña fue en el 2011 pieza clave de la reelección de Macri cuando se encargó de la estrategia de campaña y de la política comunicacional del PRO. Los que abonaban esta hipótesis coincidían en algo con los defendían la versión “Collado invento de Urtubey”: la candidatura de Collado era funcional al urtubeicismo y de allí la necesidad de jugar a fondo para que ocurriera lo que finalmente ocurrió el pasado miércoles: la renuncia de Collado a disputar la gobernación en mayo próximo.

Los que forzaron ese desenlace, finalmente, fueron los que sostenían la teoría “antichirolita” y por lo tanto sabían que el teatro de operaciones no era el salteño sino el porteño. Allí, aseguran fuentes consultadas, la primera propuesta que hicieron a los operadores del macrismo fue que Collado aceptara a competir con Romero en las PASO por la candidatura a gobernador. La negativa de Juan Collado a aceptar esa competencia determinó que las negociaciones pasaran a otro plano, cuyos términos se desconocen pero que determinaron el final ya conocido.

En definitiva, para los operadores de Romero en Buenos Aires lo que mató a Collado fue su impericia y su soberbia. Si él hubiera aceptado competir en las PASO con Romero, hoy seguiría siendo candidato. Y aunque es obvio que en esas elecciones era segura su derrota, habría podido continuar con su proceso de instalación provincial funcional a su verdadero objetivo: buscar la diputación nacional en octubre próximo por el macrismo con el que no rompió, y evitarse el ridículo de bajar una candidatura argumentando de que el esfuerzo desplegado no le alcanzaba para ser competitivo.

Además de los operadores del romerismo en Buenos Aires, también fueron claves en este desenlace dos operadores fuertes del macrismo nacional: Humberto Schiavoni y Pablo Walter. El primero es presidente del PRO a nivel nacional, el encargado de la construcción del PRO en las provincias donde aún restaba hacerlo y pieza importante de la mesa chica del macrismo, de la que forman parte Macri, el Jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta, el ya mencionado Marcos Peña, Emilio Monzó (ministro de Gobierno) y el diputado Federico Pinedo. La otra pieza clave del PRO para que Collado bajase su candidatura fue Pablo Walter, el tucumano encargado del PRO en la región norte.

Lo cierto, sin embargo, es que un macrista auténtico ha huido de esta guerra para seguramente pelear en otra menor que se avecina: las legislativas nacionales de octubre, donde tal vez pueda llevar en su fórmula la candidatura del mismísimo Macri. Será entonces cuando vuelva a ejecutar el discurso duranbarbista con el que se mostró desde hace cuatro meses y que según el mismo Durán Barba debe tener en cuenta que “El elector vota ante todo con el corazón. Siente antipatía o simpatía por el candidato. Le cae bien o le cae mal (…) La gente común, normalmente, no vota por alguien que le cae mal, a menos que satisfaga sus pasiones negativas. Esta es la realidad (…) Es un problema de sentimientos y los consultores profesionales saben que la antipatía no se supera con una buena propuesta”.