Reynaldo Sietecase acaba de publicar “No pidas nada”, su tercer libro de ficción. En esta entrevista con Cuarto Poder, habla de periodismo, la Justicia, la policía y la política de nuestro país. Además, asegura que Urtubey se asemeja a “un ministro sin cartera” del gobierno de Macri. (Federico Anzardi)

Antes que nada, una aclaración pertinente: la entrevista que usted está a punto de leer se hizo por llamada de WhatsApp. Nada de encuentros cara a cara. Ninguna posibilidad de obtener detalles secundarios que brinden matices a la historia. Telefónica con delay porque es lo que hay. Así se trabaja en el periodismo de hoy. Encerrados en las redacciones, los periodistas vemos pasar la realidad a través de las pantallas e informamos a los ponchazos. A veces, la cosa se asemeja a sacar agua de las piedras.

Lo bueno de la falta de recursos es que alimenta la creatividad. Lo malo es que desgasta. Convierte al oficio en pesimismo no registrado. Los periodistas terminamos desencantados al punto que nos da lo mismo publicar un parte de prensa refritado, una entrevista a un político de turno o una crónica (que no leerá nadie) sobre un barrio marginado. Para colmo, la inclinación de los medios informativos hacia la lógica de la televisión espectáculo, donde lo que marca la agenda es el rating, provoca que los editores y directores ordenen que se escriba sobre lo que se supone que la gente quiere leer y no sobre lo que el criterio periodístico señala como importante.

Ese desgaste es algo que vive el Tano Gentili, protagonista de “No pidas nada”, el policial de Reynaldo Sietecase que Alfaguara publicó hace pocas semanas. Se trata de la tercera novela del rosarino, que suele definirse como poeta, narrador y periodista, en ese orden. El Tano no está solo en ese desencanto. Trabaja en una revista cuyo editor “dejó de considerar que el periodismo puede contribuir a la conformación de una sociedad más justa”.

“Él es alguien con mucho desencanto”, dice Sietecase. “El Tano no soy yo, lo que tiene mío es el desencanto y la mirada, pero yo no actuaría como actúa él en muchas de las cosas que le pasan en la historia”, agrega, y cuenta que aprovechó la posibilidad de tener a un periodista como protagonista para brindar su opinión real sobre el oficio. “Tengo una mirada muy crítica de cómo estamos laburando”, explica.

En el libro, el Tano se topa con una historia de represores de la dictadura en plan de fuga al exterior. Esto le devuelve la pasión y lo convierte en un periodista inquieto, capaz de viajar a Río de Janeiro para profundizar la investigación. Aparece entonces la lógica de las favelas, un mundo aparte con sus propias reglas. “Hace como veintipico de años estuve seis meses viviendo en Río. Tengo amigos, viajo permanentemente, conozco bien. Puedo describir una favela porque conozco favelas. Además me han ayudado colegas brasileros amigos. Tenía ganas de cambiar la locación, que fuera Buenos Aires y otro lugar. Y me parecía que el que más conocía era Río. Me cerraba en la trama por lo limítrofe y porque sé que mucha gente que se fuga de la Argentina termina en Paraguay o Brasil”, explica.

“Brasil tiene unas mil favelas -continúa-. Un tercio está manejado por el narcotráfico y otro tercio por paramilitares. Ellos tienen un acostumbramiento a la violencia que nosotros todavía no tenemos. Allá se toma como algo natural esa situación. Como si acá la Villa 1-11-14 o la Villa 31 estuvieran manejadas por fuerzas paramilitares y a nadie se le moviera un pelo. Es muy impresionante. O que otras villas, a pesar de que acá pasen cosas similares, estuvieran totalmente controladas por el narcotráfico y vos tuvieras que pedir permiso para entrar y hablar con los narcos, a mí me ha pasado. Por eso yo quería ir a Brasil con la novela, porque tiene algunas situaciones que son realmente impresionantes”.

Como todas las grandes historias periodísticas, la investigación también afecta la vida personal del Tano, que por momentos funde su rol con el de un investigador o policía que hace las cosas bien. Esto lleva a una pregunta necesaria: ¿por qué no un uniformado como protagonista, directamente? La respuesta: en la literatura nacional es muy difícil escribir un relato verídico que muestre a un policía bueno.

“En el policial argentino es muy difícil poner la búsqueda del bien, la investigación, en manos de un policía, de un comisario o un detective, como en el policial yanqui o europeo, donde siempre tenés un personaje que viene de ahí: el Comisario Montalbano, Marlowe. Esos modelos no funcionan porque después de lo que pasó en la dictadura y dado el nivel de venalidad y corrupción que tienen las fuerzas de seguridad en la Argentina, como el policial tiene que ser verosímil, necesitás que el personaje que investiga sea verosímil. Entonces hemos tenido que apelar recurrentemente a funcionarios judiciales, a periodistas. Hay ejemplos de detectives en el policial argentino, pero son los menos, son los excepcionales. Y creo que ese defecto se convirtió en virtud. Eso hace que el policial argentino sea una variante rara en el marco de la novela negra mundial. Creo que está bueno eso”, dice Sietecase.

En el libro se puede leer que un rasgo común en la “familia judicial” es no afectar a funcionarios en ejercicio ni a grandes empresarios. Aquí, la línea entre ficción y realidad se vuelve difusa. “Toda novela policial que esté bien hecha te cuenta una sociedad -explica-. Si vos leés a Henning Mankell te encontrás con una Suecia completamente distinta a la que te cuentan por afuera, con nazis, corrupción, empresarios poderosos que operan y tratan de modificar cosas, con contaminación ambiental. La imagen que tenés de Suecia se te desvanece cuando leés un policial, porque está mucho más cerca de la realidad. Y bueno, un policial escrito en Argentina tiene que tener una descripción de la sociedad. Y creo que la visión de la sociedad coincide con la que puede ver un periodista tranquilamente. Entre ello, la situación de la Justicia, que sigo pensando que es el peor problema que tiene el país”.

Conductor de “La inmensa minoría” (de lunes a viernes de 13 a 17 horas por Radio Con Vos), editor de periodismo.com y columnista estrella de Telefe Noticias, Sietecase está obligado a dedicar a la literatura y a la poesía el tiempo que le sobra: “Escribo cuando puedo, le robo bastante al sueño. Escribo los fines de semana. Por eso demoro tanto en publicar. Entre novela y novela, por lo menos en mi caso, pasan, en general, tres o cuatro años. Tres de escritura y uno de corrección. Más o menos ése es mi ritmo. Desde el 2002, que se publicó ‘Un crimen argentino’, sólo he publicado tres novelas. Pero yo no me preocupo demasiado, publico cada vez que puedo. Lo más importante es que estoy conforme con el resultado. Eso es lo trascendente. Para publicar tengo que estar conforme con la historia que pude contar y cómo la conté y creo que, justamente, tomando como referencia ‘Un crimen argentino’, creo que hay una evolución en la escritura y eso me pone contento, porque me siento aprendiendo todavía. En el periodismo no me pasa tanto sentir que sigo acumulando cuestiones y herramientas para el oficio. En cambio en la literatura me siento todavía en un proceso de aprendizaje”.

A la hora de hablar de las referencias en la escritura, el rosarino asegura: “Creo que uno acumula todas sus lecturas de toda la vida. Tengo una cercanía con el policial porque siempre he leído policiales, siempre me ha gustado la literatura de aventuras, desde mi adolescencia, con el policial negro. Después vino el policial europeo, tan generoso, tan rico. Y creo que esas lecturas decantan en una manera de contar. Después, mi referencia central en mi vida profesional y en la literatura es Tomás Eloy Martínez, pero salvando las enormes distancias. En realidad fue Tomás Eloy el que me instó a publicar mi primera novela, entonces es como que para mí es una referencia ineludible. Es como una referencia ética por el lado del periodismo y en cuanto a su trabajo literario, ni hablar. Son las lecturas de uno, no es que uno trata de emular a nadie. Después, escribo, qué sé yo. Escribo como puedo. Después de tres novelas (duda) creo que voy consolidando un estilo, una manera de contar, con frases cortas, directas, con muchas imágenes. Creo que voy armando un estilo que, por lo pronto, por la devolución que estoy teniendo con ‘No pidas nada’, logra un objetivo que un libro de estas características debe que tener, que es atrapar al lector y hacerlo llegar al final”.

Y si en la novela el periodista se confunde con el detective, en la entrevista el escritor se confunde con el periodista. Por eso, Sietecase habla sobre la actualidad desde su rol más conocido. Opina que las PASO “quedaron un poco magulladas con esto de que casi nadie las usa”: “Como suele ocurrir en la Argentina, las herramientas son buenas mientras me sirven. Cambian los gobiernos y no cambia la actitud con respecto a eso. Tenemos muy poco respeto a la cuestión institucional”.

El rosarino reconoce que le encantaría viajar a Salta para presentar la novela y conocer colegas para estar en contacto. Aclara que de Urtubey no puede hablar demasiado porque está “bastante lejos” de nuestra provincia, pero aún así arriesga una descripción gruesa del gobernador que, como sus novelas, está muy cerca de la realidad: “Sí puedo ver ese proceso de transformación que (Urtubey) ha tenido. En los últimos años parece un ministro sin cartera del gobierno nacional. Pasó de defender al gobierno anterior a defender a éste. Creo que a veces hay dirigentes políticos que sobreviven con esos saltos. Creo que se lo permite el votante, de todas maneras. Habla mucho más de los salteños que de Urtubey el hecho de que exista esa extrema tolerancia a la laxitud ideológica. Habla más de nosotros que de los dirigentes cuando ocurren esas cosas”.

Foto: Alejandra López