Por Alejandro Saravia

                    

Como si en nuestro país nunca pasara nada, como si nos aburriéramos irremediablemente, van apareciendo, como hongos después de la lluvia,  referentes políticos propiciando un cambio de instrumento electoral para, según ellos, hacer más transparentes las próximas elecciones, tan importantes ellas. Tan singulares.

Tras veinticuatro años de un mismo régimen político caracterizado por una endemoniada concentración de poder en la persona del titular del Poder Ejecutivo, etapa en la que sólo dos personas, en definitiva, detentaron tal honor: Romero y Urtubey, ahora, los prosélitos de ambos, propician ese cambio de régimen. Precisamente, ese hecho, el ser propiciado por ellos, es lo que hace sospechoso este paso de baile.

No es que consideremos elogiable y defendible el actual sistema de voto electrónico con respaldo en papel, ni mucho menos. Sucede que nos genera desconfianza que sean precisamente los mismos que usufructuaron el poder político y económico provincial durante el último cuarto de siglo, los que ahora aparezcan proponiendo el regreso al histórico voto papel en su peor versión: la de los votos impresos por cada partido, sistema denominado como “Voto papeleta” o “Voto papel de diario” . Debe ser por aquello de que “dura es la verdad mas no en tu boca”, lo que traducido significa que en algún lugar debe haber una trampa. Así de confiable es esta dirigencia.

Por las dudas, y llevado por algo semejante a lo que acabamos de decir, Gustavo Sáenz, Intendente capitalino y autoproclamado  precandidato a gobernador, acaba de manifestar, por sí y por interpósita persona, que quiere seguir con el voto electrónico rechazando desde el vamos cualquier cambio propuesto por los “conocidos de siempre”. Insisto, por pura desconfianza respecto de los que proponen un cambio de sistema. La verdad es que motivos  para desconfiar tiene.

Analicemos: ¿Es confiable el voto electrónico? Solamente seis países han implementado hasta ahora el voto electrónico (en sus diferentes versiones, con o sin respaldo de papel): Bélgica, Estonia, Brasil, Estados Unidos, Venezuela e India. Así las cosas, la afirmación de que “en todas partes del mundo” se usa el voto electrónico no es real. Como tampoco lo es que los países más desarrollados empleen este sistema. De hecho, varios lo han probado para luego prohibirlo: Alemania, Holanda, Noruega, Irlanda, Reino Unido y Finlandia. Suecia ni siquiera buscó intentarlo.  Francia anunció que el voto electrónico (que existía para elecciones municipales desde el 2003) no sería permitido en las futuras elecciones legislativas, debido a problemas de ciberseguridad.

La legislación de Holanda permitió la implementación del voto electrónico ya en 1965. Más del 90% de los votantes usaban el sistema hasta que en el 2006 se detectaron fraude en elecciones comunales. Como consecuencia, el gobierno anunció en el 2008 que volverían al voto con boleta de papel, y científicos especialistas en computación, redes y seguridad informática (entre otros) elaboraron un paper analizando las ventajas y desventajas del sistema.

Si en Holanda se lo utilizó como instrumento fraudulento, ¡qué queda para nosotros, los argentinos, portadores reconocidos de la llamada viveza criolla! 

Un fallo alemán declara inconstitucional el uso de aparatos de votación que no permitan al elector conocer el funcionamiento del sistema. Es decir, quien vota (y también quienes fiscalizan) deben poder controlar cómo funciona la urna, cómo se emite el voto y cómo se cuenta sin necesidad de tener conocimientos técnicos especiales. También dice que no alcanza con las auditorías, el sistema debe ser transparente para el votante, pues no debe ser necesario contar con un intermediario para saber cómo se expresa el voto.

En definitiva, el proceso debe ser transparente para el elector. Evidente. La sentencia lo plantea en sus axiomas: la capacidad de control ciudadano en toda etapa, todo el tiempo, sin conocimientos especiales; y -agregamos- no sólo de la integridad -que se soluciona con el rastro de papel- sino también del secreto. En este sentido, creemos que para que la libertad del votante no sea manipulable, debe existir secreto en el momento de votar y el mecanismo del secreto tiene que ser entendible por cualquier persona. .

Como ventaja, sí, está la rapidez para conocer el resultado. Pero las bondades no van mucho más allá. El proceso del voto electrónico es mucho menos transparente, especialmente para las personas que no saben de tecnología. Es preciso tener conocimientos avanzados de criptografía para que los votantes puedan probar que su voto fue tenido en cuenta en los resultados electorales de manera correcta, y que todos esos votos fueron contados como corresponde. Solo un puñado de especialistas podrían saber esto, mientras que el resto de la población tendrá que confiar en un sistema que no conoce ni comprende.

Eso, la falta de transparencia, atenta contra lo que caracteriza al sufragio universal: que esté al alcance de toda la población. Saber usar una computadora no es lo mismo que dominar la tecnología que lleva adentro. Y ni siquiera podemos decir que en la Argentina haya un dominio generalizado de la informática.

Hasta ahora, los estudios han demostrado que no hay un estadio del proceso del sufragio electrónico que esté libre de riesgos. Lo que no implica que el sistema no pueda ser mejorado en un futuro. Pero al día de hoy las mayores economías del mundo usan un sistema más seguro, más universal y también más sencillo: la boleta única de papel, en la que el presidente de mesa entrega la boleta única al elector y éste, en el cuarto oscuro, va marcando qué candidatos elige para cada cargo. Con esto se reducen notablemente las confusiones de las boletas de cada partido. La elección se hace, en efecto, más transparente.

Esto garantizaría una mayor seguridad en el acceso al voto por parte del ciudadano, sin la necesidad de andar buscando la boleta de su preferencia, entre pilas de boletas y sin la seguridad encontrarla. Además de evitar el robo de boletas se ahorran recursos en ese sentido, porque no hay una cantidad enorme de ellas que se tengan que imprimir.

Si bien es la boleta única la que ofrece mayores garantías de transparencia, los que proponen el cambio no hacen referencia a este sistema sino al histórico denominado, como vimos, “Papeleta” o “Voto papel diario”, es decir, a los impresos por cada partido que presente candidatos, que es lo mismo que entregar el acto eleccionario en manos de quienes manejen el aparato político más importante.

¿Adivinen quiénes son las personas que manejan el mayor aparato político provincial? Acertaron: Romero y Urtubey. Los mismos que usufructuaron el poder estos últimos 24 años. Hay todo un apronte para que las cosas sigan tal cual están, bajo las apariencias de cambios. Gatopardismo puro.   

El sistema de votación que ofrece mayores garantías, como vimos, es el de boleta única en papel. Todo lo demás, todo, es sólo un juego de tahúres.