Los movimientos políticos se aceleran, pero siguen respondiendo a lógicas subterráneas menos visibles y fogosas. Que Javier David renunciara al romerismo y Durand Cornejo anunciara su candidatura a intendente por ese espacio, ratifican las estrategias diseñadas hace meses por Urtubey y Romero. (Daniel Avalos)

Las estrategias son así: un camino que los actores trazan para llegar a un objetivo, caminos en cuyo interior pueden ocurrir muchas cosas aunque el rol de los estrategas sea velar para que todo lo que ocurra no amenace el camino mismo. De allí que para explicar los movimientos de superficie, convenga hacer un rodeo que ayude a acomodar los hechos a los límites ya preestablecidos por las estrategias.

El camino que el romerismo delineó para el 2015, por ejemplo, consiste en asegurar lo que las circunstancias indican como factible: ganar en la capital provincial, donde los resultados lo acompañan y a su adversario no; pero también bregar por ampliar al máximo ese potencial triunfo para así contrarrestar la supremacía “U” en el interior provincial. Un interior que electoralmente parece imposible de conquistar para el romerismo, pero no imposible de fisurar para al menos achicar distancias. Por eso no sorprendió que el lanzamiento de la fórmula Romero – Olmedo ocurriera en la fronteriza Salvador Mazza. Una localidad con sólo 16.961 electores de un total de 909.373 provinciales, pero parte del departamento norteño de San Martín que junto a Orán suman 214.200 voluntades, es decir el 24% del padrón provincial. Una región, además, libanizada por la fragmentación social que la pobreza ha generado y que los problemas de narcotráfico profundizaron. Allí sí los prejuicios de Olmedo pueden disfrazarse de tres o cuatro ideas con posibilidades de internalizarse en una porción desesperada de la población que, existiendo en toda la provincia, en el norte cobra relevancia electoral por una cuestión estrictamente matemática para los contendientes.

El urtubeicismo, obvio, busca lo contrario: defender su fortaleza en el interior y restar fuerza a su adversario en la capital. Para lo primero tiene a los intendentes. Jefes territoriales a los que pertrechó de recursos y manejo impune de los mismos durante años a cambio de que los capangas pongan sus aparatos clientelares al servicio del Grand Bourg. Esa mecánica tendrá continuidad en este proceso y por ello lo que Urtubey busca allí es generar las condiciones que eviten la disgregación interna. Garantizado eso, podrá sentarse a esperar que nada perturbe el acuerdo con los barones del interior, o al menos que lo ya pactado perdure hasta después de las elecciones. Pero en la capital salteña la situación es otra. Aquí el oficialismo no puede sentarse a esperar que siga todo como está. Aquí debe desgastar al adversario y lo que hemos visto en las últimas semanas lo confirma: impulsar clandestinamente la candidatura de Juan Collado con el objetivo de que éste le quite algunos puntos a Romero; e identificar las tensiones al interior del romerismo para luego empujar exitosamente a Javier David a dejar aquel espacio para esperar la segura contención del oficialismo.

El romerismo reaccionó rápido. Contrarrestó la operación desgaste en Capital empujando a Guillermo Durand Cornejo a hacer lo que hasta ahora no hacía: anunciar su candidatura a intendente por ese espacio. No es un anuncio menor. No sólo porque Guillermo Durand Cornejo es el que más intención de votos recoge entre los candidatos a intendentes; sino también porque no ha sido fácil arrancarle el compromiso a un hombre inclinado al confort de una banca nacional; a la esplendidez de sentirse una persona que se codea con el macrismo; y quién además sabe que la gestión de un municipio está llena de dificultades  que la simple sumatoria de votos no ayuda a resolver. De allí que las charlas entre el romerismo y Durand Cornejo difícilmente estuvieran atravesadas por la simple cordialidad y no habrán sido muy distintas a las charlas entre Urtubey y Collado o entre el primero y Javier David: sin documentos ni contradocumentos que registren las palabras en un papel que siempre pueden leerse con dobles, terceras y hasta cuartas intenciones. Nada de eso. En ese tipo de charlas sólo abundan los coqueteos sinceros o hipócritas; priman los intereses y no los afectos; y sobran las advertencias abiertas o veladas hasta que los actores comprometen sus palabras, garantizan hechos y sellan compromisos futuros a los que cada uno deberá atenerse.

Las maniobras ya ejecutadas permiten, incluso, identificar algunas consecuencias inmediatas y algunas maniobras futuras. En tanto el anuncio de Durand Cornejo daña más al oficialismo en Capital que la renuncia de Javier David al romerismo; el primero requiere cada vez más de las fuerzas de Miguel Isa para disputar la capital. El precio del intendente, entonces, se ha incrementado y por ello mismo también se incrementaron sus posibilidades de negociar en mejores condiciones su capitulación a disputarle la gobernación a Urtubey.

Al romerismo, por su parte, le queda un último movimiento en capital: que el ex senador justicialista Gustavo Sáenz rompa con el PJ de capital y acepte encabezar la lista de diputados provinciales por el romerismo. La reunión de Sáenz con el candidato a presidente Sergio Massa al que apoya Romero, es un paso en esa dirección que le garantizaría a Sáenz un lugar en la legislatura y le evitaría una disputa a “todo o nada” por la intendencia que lo podría dejar sin nada. La no concreción de un acuerdo Urtubey – Isa significaría un duro golpe para el oficialismo en capital; la negativa de Sáenz a aceptar el ofrecimiento romerista sólo implicaría para Juan Carlos Romero un traspié en el mismo distrito.

Y así llegamos al final del rodeo. Sólo para enfatizar lo adelantado: los movimientos de superficie que pueden sorprender a algunos, no escapan a las lógicas más lentas y subterráneas diseñadas por quienes disputarán la gobernación. Actores que abocados a acondicionar lo mejor posible el camino diseñado, también deben entregarse a la tarea de neutralizar la voluntad del otro siempre dispuesto a entorpecer el avance del adversario. De allí que a pesar de las noticias ruidosas que vamos presenciando, no haya novedades salientes en los frentes electorales. Las circunstancias y la suma de fuerzas con las contaban ambos bandos hace meses no se han modificado y ello obliga a que los mismos resguarden las estrategias diseñadas para esas circunstancias y para ese conjunto de fuerzas.

Asistimos, en definitiva, a una etapa de la disputa política que Antonio Gramsci denominaba guerra de posiciones: el permanente intento de desgastar y boicotear al adversario, de esforzarse por ocupar espacios que el otro tiene dificultades para controlar, siempre con el objetivo de que el bando propio llegue en mejores condiciones al momento del encuentro definitivo que será en pocos meses. Para ello no se requiere de la participación entusiasta de los gobernados con la que no cuentan, sino con hombres y mujeres propios y bien seleccionados. Grupos tipo comando que siempre buscan lo mismo: hacer uso de las reglas no formales y hasta repudiables de la política en beneficio de la propia fuerza política que públicamente, sin embargo, asegura respetar las formalidades de la misma.