Indagar en las redes sociales y leer los mails de las novias y novios parece una práctica común en muchas parejas. El tema de los celos y el control siempre existió, la tecnología exacerba esos sistemas de control y genera un estado de paranoia general.

La sección se llama ‘No vuelvo ni a palos’. Andy Kusnetzoff y el resto de los varones que lo acompañan en su programa Perros de la calle (en radio Metro) escuchan el relato de un oyente: cuenta que sospechó que su novia lo engañaba con otro y que ese mismo día adivinó su clave de Instagram y entró para ver qué hacía. Repitió la operación varias veces. Un día, leyó los chats desde el baño de su trabajo y descubrió que su novia chateaba de forma confusa con un hombre. Revisó la cuenta del hombre, buscó información y decidió encarar a su novia para hacerla confesar. Luego contactó a la pareja del otro involucrado y planeó una venganza. Los conductores escuchan el relato y después repreguntan, quieren saber si hay detalles morbosos, cómo reaccionó ella. Nadie cuestiona si leer los chats o mails privados de la pareja está bien: el detalle se pierde en el paisaje.

Indagar en las redes sociales y leer los mails de las novias parece una práctica común en muchas parejas. Para Mariana era normal que su novio revisara sus redes sociales y le controlara el celular. “Toda mi vida social pasaba a través de él”, recuerda ahora que lleva casi 8 años separada. Con su ex tienen dos hijos en común. “Cuando me di cuenta de que eso no estaba bien, que las relaciones no eran así tomé coraje y me separé”, contó a Cosecha Roja.

El ex de Mariana llevó las cosas más allá con un acoso de película de terror: después de la separación se metió varias veces en su casa y le robó todas las contraseñas -redes, banco- con un virus en la computadora. Hablaba con sus contactos haciéndose pasar por ella y una vez se escondió en la habitación de su casa mientras Mariana estaba reunida con amigas en el living.

No es necesario que una situación llegue al extremo para que haya que prender las alarmas. Isondú tiene 30 años y estudia Veterinaria. “Tuve un novio machirulo de manual”, contó a Cosecha Roja. “Me revisaba el celular cada vez que podía y me encaraba por los mensajes que leía”. Después de cada encare había una discusión fuerte: “Él se justificaba, decía que yo le daba motivos para desconfiar. Al otro día o al siguiente se retractaba, me pedía disculpas. Decía que sabía que eso no estaba bien, que no quería ser así y bla, bla, lo de siempre”, recordó Isondu. “Pero no era sólo el celular… el teléfono era apenas la base sobre la cual se erigía el resto de maniobras controladoras”.

Entre 2012 y 2014 la Asociación Civil Trama hizo una investigación cuali-cuantitativa sobre malos tratos en parejas jóvenes. Trabajaron con adolescentes con una pirámide de percepción de la violencia para diferenciar la explícita, la física, que es la que las chicas y chicos más identifican, de la violencia emocional, que en algunos casos no logran detectar.

“En la base de esa pirámide” -explicó a Cosecha Roja Lucila Trufo, presidenta de TRAMA- “está el tema de los celos y el control: eso siempre existió, siempre formó parte de las relaciones violentas en la pareja, como una forma inicial o de baja intensidad que puede ser una señal para ir escalando en esa pirámide. La tecnología exacerba esos sistemas de control y genera un estado de paranoia general porque ahora está la posibilidad de tener vínculos virtuales, mucho más allá de los círculos que habitualmente tenían las generaciones anteriores”.

El ex novio de Luisa, que es colombiana y tiene 32 años, también la confrontaba después de espiar sus chats. “Una vez se metió en mi computadora y revisó todo lo que pudo. Después empezó a preguntarme por distintas personas y a hacerme reclamos por personas del pasado. Vino a preguntarme directamente quiénes eran esos tipos con los que hablaba, incluso me preguntó si estaba saliendo con mi primo”.

Celeste se dio cuenta enseguida de que algo andaba mal cuando su novio, algunos años más grande que ella y con un puesto jerárquico en la misma empresa en la que era secretaria, se pisó en una conversación: dijo algo que sólo podía saber si había leído sus mails. “En ese momento no solo sentí la falta de confianza sino el abuso de la situación de poder”, contó a Cosecha Roja ahora que tiene 38 años y puede entender que él se aprovechó de la asimetría que existía entre ellos.

No es que las chicas nunca revisen los chats o los mails de sus parejas, pero los motivos suelen ser otros. Trufo explicó que las diferencias están relacionadas con los modos en que se transmiten los valores de lo femenino y lo masculino: “Para los varones lo importante del control tiene que ver con no quedar como cornudos y eso es muy coherente con la forma en la que se refuerza la propia masculinidad: a través de la mirada de los otros varones. En el relato de las mujeres el control está mucho más vinculado al miedo a perder esa relación y a quedarse solas, que también tiene que ver con un mandato de la feminidad, con esta idea de que yo me completo cuando estoy en pareja, cuando logro tener un novio y el estatus que eso genera”.

El ex novio de Sabrina “se volvió loco” cuando cortaron después de un año y medio de relación. “¿Quien es Lucas?”, le preguntó un día por teléfono, cuando ya estaban separados: “Ahí entendí que había entrado a mi mail, no se cuántas veces lo había hecho, pero esa vez había visto algo ‘sospechoso’, era de esas cosas que si lees con cierta intención… Tenía todas mis contraseñas así que tuve que cambiar todo y pedirles a todos que lo borraran de Facebook”. Sabrina tardó unos años en darse cuenta de que eso había sido violencia.

Algo parecido le pasó a Renata, una estudiante de 29 años: su ex novio le revisó Facebook cuando ya se habían separado y ella lo sintió como una traición al vínculo de respeto y confianza que ella creía había sido la base de su relación. La situación de Eugenia fue similar: su ex novio le revisó el correo muchas veces hasta que encontró algo que no le gustó y entonces le mandó un mail de una línea para hacerle saber que él la estaba leyendo.

“La primera vez que me di cuenta que la violencia a través de las redes sociales era algo muy alarmante fue en Córdoba, en una charla que dio Pamela Palenciano Jodar, que trabaja sobre violencia de género en noviazgo. Las chicas se acercaban a contarnos cómo ahora las monitoreaban a través del teléfono”, contó a Cosecha Roja la periodista Luciana Peker, que ha trabajado sobre noviazgos violentos. Como Trufo, Peker subrayó que en muchos casos las herramientas tecnológicas potencian los mecanismos de control y la violencia. Ella insiste en la necesidad de no concebir estas situaciones como caminos de una sola dirección: “Se puede revisar una cuenta y volver atrás, repensarlo, hablarlo. Por eso hay que laburarlo en las escuelas. No está bueno que las pibas o los pibes se dejen revisar compulsivamente, es entrar en un juego de mucho dolor en cuanto al vínculo con el otro”.

Cuando era adolescente Julieta pensaba que el control era algo normal. A los 15 el novio la obligó a borrar chats de MSN. Cuando llegó Facebook otra pareja le reprochó por qué tenía entre sus amigos a un ex novio. También le hacía planteos si una foto de ella sola cosechaba más corazones que una foto en pareja. “Ahí me avivé de lo enfermo que era ese tipo de comportamiento”, contó ahora que tiene 25. Está convencida de que ya no podría aceptar una relación en esos términos. “Antes naturalizaba el drama constante: peleas en público, escenas de celos, incluso miradas o gestos de desaprobación. Las luchas permanentes de distintas corrientes del feminismo me hicieron estar más atenta, líneas sencillas como si te maltrata no te quiere si vos decís que no es no por más que sea tu novio”.

Fuente: Cosecha Roja