Después de los atentados terroristas de Paris hace 3 semanas, el momento lleva a la reflexión y a las primeras conclusiones. ¿Qué significa “ser Charlie”?, ¿qué porvenir tiene la movilización nacida el 11 de enero en defensa de la libertad de expresión y de los valores de la República? Marc Le Douaron (especial para Cuarto Poder)

Nacido en 1970, el semanario satírico Charlie Hebdo siempre mantuvo una línea claramente de izquierda, heredada de su antepasado, el diario Hara Kiri, libertario e irrespetuoso. Publicación totalmente independiente y financiada sin el aporte de la publicidad, los miembros de Charlie -como se lo conoce comúnmente- disparaban con sus lápices contra todas las formas de injusticia y de fanatismo. ¿Disparaban? perdón, siguen disparando. Porque Charlie está más vivo que nunca y los sobrevivientes de la masacre echaron toda su rabia, su tristeza y su incomprensión en un número especial para rendir homenaje a sus compañeros fríamente asesinados pero también para demostrar a todos los fanáticos encapuchados y armados que no se puede matar a la libertad de decir todo y de reírse de todo. Resultado, el semanario pasó de 60 mil a 7 millones de ejemplares distribuidos.

De repente, el mundo entero era Charlie y los actos de solidaridad aparecían en cada parte del planeta. La culminación de este movimiento tuvo lugar en las calles de París el 11 de enero pasado. Más de 2 millones de personas desfilando, 50 Jefes de Estado, políticos, artistas, ciudadanos comunes, todo el mundo se había dado cita en la capital francesa para decir “¡no al terrorismo!” y “sí a la libertad de expresión!”.

Un acto lleno de hipocresía que los dibujantes de Charlie hubieran fustigado alegremente. El presidente Francois Hollande se erigió en el defensor supremo de los valores de la República -Libertad, Igualdad y Fraternidad- olvidándose bastante rápido de sus recientes intervenciones militares en Mali. Hasta llegó a invitar a su gran marcha a favor de la libertad al primer ministro israelí y a representantes de países responsables de genocidios. ¡Benjamín Netanyahu en una marcha a favor de la libertad!, ¿y por qué no Alfredo Olmedo defendiendo el aborto y el matrimonio igualitario?

Ver a todos esos políticos franceses, entre los cuales algunos habían atacado al diario con virulencia cuando publicó las caricaturas del profeta, tenía algo surrealista y provocaba un sentimiento de asco. Los manifestantes hasta aplaudieron a los policías – que perdieron a 3 efectivos a mano de los terroristas- y defendieron el accionar de las fuerzas del orden durante esos días de terror. Los mismos policías que algunos meses antes mataron a un joven pacifista durante una protesta contra la instalación de una represa en el centro de Francia pasaron de hijos de puta a héroes de la Nación. De la misma manera, Charlie Hebdo, diario al borde de la quiebra leído por un puñado de fieles se convirtió en un símbolo de libertad para millones y repentinos defensores de la prensa. Los franceses y la memoria, una eterna relación basada en el olvido selectivo.

¿Y ahora qué? la unidad nacional deseada por el primer ministro ya demuestra fallos grandes. Los actos antimusulmanes se multiplicaron desde los atentados al igual que las condenas -severas y ejemplares por no decir paranoicas en varios casos- por apología del terrorismo. La laicidad que es uno de los valores fundadores de Francia está conociendo un período de crisis. El fracaso de las políticas de integración y el abandono, por parte de las instituciones del Estado, de los barrios poblados por una mayoría de musulmanes, tienen como resultado un recrudecimiento de grupos religiosos violentos que llaman a la yihad, la guerra santa.

Si hay que defender la laicidad que ofrece a todos los habitantes de Francia la posibilidad de elegir libremente de practicar un culto o de no creer en nada, hay que luchar también contra todas las amalgamas vociferadas por la extrema derecha: si los miembros del Ku Klux Klan no representan a todos los cristianos, los fanáticos de Al Qaeda y del Estado Islámico no son un reflejo de todos los musulmanes ni tampoco del Islam.

Blasfememos, seamos solidarios y defendamos la prensa independiente pero no caigamos en las confusiones o las amalgamas. Suprimir libertades individuales en nombre de la defensa de la Libertad -con L mayúscula- no es una solución ni una respuesta adecuada a los acontecimientos que vivió Francia. Y como decía Charb, dibujante y director del diario asesinado durante el ataque a la sede de Charlie Hebdo, “No tengo miedo -estaba bajo protección policial desde la publicación de las caricaturas del profeta- de las represalias. No tengo pibes, no tengo mujer, no tengo auto y no tengo crédito. Puede parecer pomposo pero prefiero morir de pie que vivir arrodillado”.