Se construyeron sólo tres ejemplares de la Limousine Belvalette, modelo 1911. Una perteneció al presidente de Bolivia, Bautista Saavedra, y se habría perdido en el país vecino. Otra se encuentra en manos de un coleccionista estadounidense y cuenta la historia que fue utilizada en la Primera Guerra Mundial por el militar francés Joseph Joffre, quien contrató al piloto George Boillot para llevar la correspondencia por los campos de batalla, ya que consideraba que los teléfonos eran vulnerables al espionaje enemigo. Y la tercera se encuentra en la ciudad de Salta, conservada por el Museo Histórico del Norte.

En 1912, llegó desde París la Limousine a manos de los Paz Posse, una de las familias más acaudaladas del norte argentino, dedicadas principalmente a la agroindustria azucarera y la vida política tucumana. Sólo personas con un importante poder adquisitivo podía encargar autos a medida.

“La casa matriz de Renault en Boulogne Sur-Mer contaba con Jaques Belvalette, el carrocero más exclusivo de su tiempo. Él diseñaba a pedido piezas exclusivas de la carrocería. Este modelo tienen la característica única de tener una trompa aerodinámica, con el radiador adelante, al revés de lo que se estilaba en la época; dentro tienen asientos del estilo sillones venecianos para siete personas y un compartimiento especial para niños”, señalan desde el Club de Autos Clásicos de Corrientes, quienes investigaron el paso a paso del ejemplar argentino.

De seis metros de longitud, fue el modelo de la marca más largo que la Renault haya construido. Llantas de madera rodado 20, faros de bronce, volante a la derecha y un motor de cuatro cilindros y cuarenta y cinco caballos de fuerza que tuvo la potencia para transitar los 220 kilómetros que separan a San Miguel de Tucumán de Cafayate, hoy circuito turístico por excelencia en la zona. Con caminos de cornisa, pendientes pronunciadas, senderos pedregosos donde sólo transitaban mulas y carros desafiaban los Valles Calchaquíes, la travesía, que hoy a velocidad prudente podría hacerse en tres horas, duraba tres días.

Con el paso del tiempo, la Limousine fue quedando en desuso. Sin embargo, los herederos de Ramón Paz Posse la cuidaron y en marcha la entregaron al Museo Histórico del Norte hace más de 45 años. María Ester Ríos, anterior directora del Museo, cuenta que decidieron donarla como reconocimiento y gratitud a la provincia, por haber vivido tantos momentos felices en la ciudad de Cafayate, donde la familia tenía su estancia.

“Por los materiales nobles con los que se construyó, la Limousine se podría reparar y poner en marcha. Sería hermoso ver a la historia viva andado por la ciudad, conociendo la historia del auto podés aprender más de historia, de economía que en cualquier otro libro”, afirman los miembros del Club de Autos Antiguos.

El Museo Histórico del Norte anhela restaurar el automóvil, incluso se han comunicado con Renault Francia en busca de los tapizados y repuestos con la esperanza de que la Limousine luzca en algún momento, como en sus años de oro.