Este espacio se destina a reproducir testimonios de mujeres que sufrieron violencia machista. Habla Jimena de 33 años, madre de tres niños que vive en zona norte. Es Técnica en higiene y seguridad y tiene un emprendimiento de portabebés. (Gastón Iñíguez)

Soy una mujer que no se puede callar cuando me dicen algo en la calle; voy y lo increpo al tipo para hacerle saber que está fuera de lugar porque todos los días percibo alguna forma de acoso callejero. Sin ir más lejos viniendo para la redacción de Cuarto Poder recibí tres comentarios obscenos en un trayecto de cuatro cuadras y me da mucha bronca ¿por qué me lo tengo que bancar?

Salta es una provincia asquerosamente machista y crecer en una sociedad que naturaliza el acoso y la violencia a la mujer es muy difícil. Conozco padres, novios o maridos machistas y violentos que atentan contra la mujer física, verbal y emocionalmente. Tengo amigas que sufrieron todo tipo de formas de abuso; que se ponen auriculares para no escuchar lo que les dicen en la calle o que fueron abusadas por hombres de la familia. No podés naturalizar el acoso; si lo hacés es porque no te respetás.

Esta es mi crónica resumida del acoso callejero, que muestra lo que vivimos las mujeres a diario y que queda invisibilizado por nuestra sociedad:

10 años: un compañerito de grado estaba obsesionado conmigo al punto tal que mi madre me sacó del colegio después de un año de hostigamiento.

11 años: durante un tiempo cada vez que salía del colegio había un tipo en  bicicleta que esperaba sobre la vereda de enfrente y que me seguía todo el trayecto hasta mi casa, cuando llegaba al edificio donde vivía y mientras me abrían para subir el tipo se quedaba mirando y se tocaba por fuera del pantalón. Yo no entendía lo que pasaba, no comprendía que esa acción estaba dirigida hacia mí. Así fue durante un tiempo hasta que una de esas veces el tipo se abrió el pantalón y me mostró su miembro erecto. Se lo conté a mi mamá que se puso como loca y un día bajó para gritarle pero el tipo desapareció y nunca más volvió.

15 años: caminaba con una amiga por la platabanda de la calle Entre Ríos en dirección al shopping cuando un tipo nos grita desde la calle; al girar para ver de qué se trataba vemos que se estaba masturbando mientras nos miraba.

23 años: caminaba por la peatonal, estaba embarazada con una panza enorme de 9 meses cuando un hombre pasa cerca y me informa en un tono muy grosero alguna barbaridad sobre lo que me haría en mi estado actual.

25 años: un policía murmura por lo bajo mientras pasaba, me vuelvo y le digo “¿señor, usted está de servicio? Porque me pareció escuchar que me hablaba”. Se hizo el desentendido y se fue.

27 años: un señor mayor de traje y corbata me dice algo en la calle; cuando lo encaro me insulta diciendo que soy una pendeja maleducada porque es un “hombre mayor”.

29 años: embarazada de mi segundo hijo, 8 de la mañana, caminaba en dirección a mi turno en el Anses; paso frente a una obra en construcción donde esperaban 3 hombres. En ese momento uno me dice “¿querés que te haga otro hijo?” Me doy vuelta para enfrentarlos y se quedan paralizados.

32 años: voy con mis tres hijos por la calle y un tipo me dice “mamita, que linda jeta que tenés”.

Y puedo seguir…

Hubo un tiempo donde no me animaba a salir con minifalda o un short porque la mentalidad machista logra con la presión que vos te sientas y creas que sos una “puta” por provocar la situación. Me incomodaba estar en la calle y pensar si la pollera estaba muy corta o no; es una especie de autocensura que ejerce la sociedad en vos. Comenzás a pensar que todos los tipos son iguales y mintiéndote de que es natural o normal que te digan algo o te miren descaradamente, que está bien NO salir con un short corto… “mirá si alguien te termina tocando el culo”.