Este espacio se destina a reproducir testimonios de mujeres que sufrieron la violencia machista. Hoy habla Guadalupe, de 30 años  y vive en barrio Don Emilio. Es diseñadora gráfica y madre de una niña de 11 años*. (Gastón Iñíguez)

Me crié en Cafayate, un pueblo de tradición y costumbres machistas, lo clásico era el borracho del baile que te grita cosas a la salida, los grupos de muchachos en las esquinas que te hacen una radiografía del alma cada vez que pasas o te gritan en plena plaza central “mamita que caminata” cuando sos una niña y no entendés nada. En mi casa siempre hubo violencia. Además de naturalizar el maltrato cotidiano crecí con todas las boludeces que te inculca la sociedad machista cuando naces mujer, no quedarte sola, tener un marido, la familia feliz y “perfecta”.

A los 15 años salía con mi hermana de un casamiento y un tipo nos apareció a mitad de camino, lo recuerdo como alguien robusto de baja estatura, nos empezó a pedir un reloj que no teníamos y ante la negativa nos pidió “la bombacha”, yo opté por entregarle el taco de mi zapato y clavárselo en plena cara pero recibí como respuesta una patada en el bajo vientre que me dejó desparramada. Mi hermana ligó una piña en la nariz; luego se abalanzó sobre ella y comenzó a ahorcarla mientras le decía “no grites”, por suerte mi hermana no hizo caso y sacó fuerzas de donde no tenía para gritar muy fuerte lo que hizo que el tipo se espantara y se fuera. Mi hermana nunca dejó de repetirme “GRITA, LUPE, SIEMPRE GRITA” y lo tengo incorporado todo el tiempo.

Hicimos la denuncia en la policía con pruebas; la marca del zapato del tipo en mi vestido y golpes internos; el tajo en la nariz de mi hermana, los signos de violencia, pero no hicieron nada. El tipo era del pueblo pero nunca lo detuvieron.

Tuve a mi nena en la Maternidad de la calle Urquiza, donde todos los residentes pasan y te meten mano, me rompieron la bolsa sin avisarme y hasta mi propio obstetra me decía que me calle; “Si seguís gritando me voy”. Yo era muy chica mentalmente y me moría del dolor. Lo más terrible de esa situación de indefensión total es que vos estas empujando para sacar y vienen y te meten la mano para empujarte hacia adentro; el dolor es horrible. La violencia obstétrica es algo que ocurre día a día y se invisibiliza porque parte de la base de que una está ahí porque tiene ganas… ¿para qué abrís las piernas?

Luego del nacimiento de mi nena, ya vivía en Salta y tuve que salir a buscar trabajo; era una época difícil en el 2007. Encontré un aviso que pedía promotoras para venta de publicidad de una revista barrial. Desde el inicio el tipo que me contrató fue muy accesible mostrándose profesional e inmediatamente me dio el trabajo; yo necesitaba trabajar y me puse contenta hasta que fui a rendir las ventas que había hecho. Entonces en lugar del living donde habíamos tenido la primera reunión solo había una camilla de masajes. Sin vueltas me ofreció un nuevo “servicio” que estaba pensando en lanzar, de acompañantes para gente VIP en hoteles; al ver mi cara el tipo añadió “pero tranquila, si no querés, no es necesario que tengas sexo”; siguió con que el ingreso sería altísimo y que si mi “marido” no me dejaba iba ser una lástima, como si yo no tuviera derecho a decidir por mí misma. Del otro lado de la habitación se escuchaban voces de más tipos entonces me asusté y en un momento donde el “empleador” se paró para cerrar un poco más las puertas me di media vuelta y escapé. No le dije nada a nadie. Lo primero que pensé fue “cagate, eso te pasa por boluda”.

Luego de un tiempo la relación con el padre de mi hija no funcionó y pasaron unos años hasta que conocí un muchacho de Buenos Aires que me presentó una amiga; ahí pude ver otra cara de la violencia machista que no tenía presente; la del “macho posesivo”, ese que recién te conoce y ya se quiere casar, mudarse con vos y tener hijos. Yo no me daba cuenta en ese momento y le pedí tiempo para que las cosas progresen con calma; con mucha manipulación me convenció y se instaló en mi casa, ese fue el error. Al poco tiempo se tuvo que volver a Buenos Aires para “cerrar” su vida allá y no me dejaba en paz; me llamaba a cualquier hora de la noche y tenía que atenderlo o se ponía como loco pensando que estaba con otro; me obligaba a hablar con él toda la noche, sin importar si tenía sueño, estaba enferma o tenía que trabajar al día siguiente. No podía dormir tranquila; llegó a agotarme física y emocionalmente. Hasta antes de entrar al laburo tenía que hablar con él para que supiera lo que estaba haciendo.

Cuando esta persona volvió de Buenos Aires comenzaron las peleas, empujones, manotazos y moretones, harta de la situación le pedí que se fuera y lo tuve que echar con la ayuda de un amigo. Después de eso todos los días a las 5, 6, 7, 8 de la mañana volvía y tocaba el timbre, sin importarle nada o los vecinos siquiera. Tuve que llamar a la policía, que lo primero que hizo antes de actuar fue preguntarme “¿Qué hiciste vos?” Tuve que cambiar el número de teléfono y mi celular.

¿Y por qué me lo banque? Mi vieja me decía en ese momento que no se quería morir sin verme con alguien que nos cuide. Todo el tiempo me decían que era una “pobrecita” por ser madre soltera; el padre biológico nunca ayudó económicamente y tampoco estuvo ni está muy presente (lo prefiero así ahora). Tuve que cubrir muchos huecos emocionales de mi hija y todas sus necesidades; eso te hace fuerte o te hace fuerte, no hay otra.

Mi militancia consiste en generar conciencia en el otro; tuve esos momentos donde te dejas llevar, es muy difícil estar con una hija sola, el “macho” consigue manipular por el lado económico, físico y verbal pero por suerte en esos momentos de debilidad pude empezar a reconocer algunas cosas que iba viendo; agradezco mucho a las minas que hace tiempo vienen escribiendo e informando sobre temas de violencia. Empecé a decirme a mí misma “pará, esto no me gusta, esto no está bien”

¿Cómo hago para no trasladar mis miedos a mi hija? Trato de evitarlo; hablamos mucho de todo, como nunca hicieron conmigo; sexualidad y feminismo, le enseño a cuidarse. Mi hija tenía 7 años, estaba con mi mamá en la parada del colectivo del barrio, ella tenía una calza y remera. Un adolescente no dejaba de mirarle la cola, entonces mi vieja se puso mal y le pidió al chico que dejara de hacerlo, a lo que el pibe respondió “si no querés que la mire tapala”.

Va cumplir once, los tipos la miran con el uniforme de colegio de primaria porque parece más grande físicamente, ¿entonces qué hago? ¿le sigo el baile a la sociedad y la tapo o le enseño que TIENE que vestirse como quiera y a cuidarse pero que nunca salga sola?

Y así cambié la mentalidad de parte de mi familia; mi vieja ya no espera que me case y festeja mi libertad para hacer lo que se me cante, a mi hija le parece lo más normal del mundo que yo no esté casada y que nuestra familia sea monoparental. Eduqué jefes y compañeros de trabajo; no me creo menos valiente por no enfrentar veinte albañiles en una obra, pero si puedo cambiarle la cabeza a una persona, con eso me alcanza.

Si estas en la lucha se nota; todo el tiempo me llegan por privado comentarios de otras mujeres y cada vez son más los casos que conozco. Amigas que me cuentan que vivieron o viven actualmente violencia por parte del hombre. Se nota la inestabilidad masculina o el choque contra paradigmas que dicen como debe ser el hombre y no tiene por qué ser así. La masculinidad retrograda está en crisis y la única forma que tiene de prevalecer es fomentar la violencia contra la mujer. El machismo sabe que si todas nos unimos hacemos destrozos pero aun así…no podes salir tranquila.

Actualmente no me pongo tacos, tampoco mis amigas, por si tenemos que correr cuando algún grupo de borrachos en la Balcarce nos comienza a gritar (oh! pero vengan eh!). Entonces te fijas como vas a salir a la calle, si te pones pollera o vestido, “no vaya ser cosa que te toquen el culo” y encima sea tu culpa.

No solo es el “código” de vestimenta apropiado para no perturbar a los “machos” sino que tampoco podés salir sin batería en el celular que te impida implementar el “código de aviso” que consiste en: estoy-yendo-estoy-afuera-abrime-rápido o el clásico aviso a mi vieja “MA, HOY SALGO”.

*Nota del redactor: En Octubre Guadalupe sube una publicación a su Facebook personal donde describe una situación de acoso que vivió a los 20 años en un entorno laboral, la misma que luego ella pasará a describir, provocando como resultado varios comentarios de otras mujeres relatando situaciones similares de abuso y acoso machista. Esa publicación dio origen a los Relatos de la Violencia que se publicaron en el Semanario Cuarto Poder durante Noviembre y Diciembre de este año.