¿Qué nos dejó la literatura en Salta este año? Jóvenes críticos, en esta primera serie de reseñas, comentan los poemarios publicados por editoriales emergentes. Una breve reseña del poemario ¿Qué hace bolú? de Cesar Martínez. (Mariano Alvarez Leonard)

¿Qué hace bolú? (¡Ay caramba, 2014) es el nombre del libro de Cesar Martínez un guiño para lo que vendrá en las páginas siguientes, un saludo inicial un “Hey man. What´s up?”, claro pero no se trata solamente de la asimilación de una jerga generacional sino sobre todo de una meada de perro demarcando la fuerza y el espíritu del poemario.

A ¿Qué hace bolú? se le suman dos partes más “Desobediencia exquisita aquí voy viajando de nuevo” y “Bonus track Escribiendo mientras hacemos fila para entrar al boliche” la clave de lectura podría simplificarse en un hacer algo contra “El aburrimiento (que) hizo en esta ciudad su biología”. El viaje diario en el transporte público nunca es igual después de haber leído el poema “Prohibido abrir las ventanillas en época invernal o de baja temperatura” y otros también toman como título las normas de conducta y prohibiciones para el pasajero, se viaja solo pero acompañado, en el recorrido los verdaderos pasajeros son sus propios fantasmas. No se puede abandonar a los demonios internos en casa, uno siempre se los termina llevando a todos lados. Las normas de convivencia son el puntapié para dar cuenta de que el lugar físico siempre es extraño, amenazador al paisaje interior.

Martínez se despliega sobre el filo de su propia conciencia. Lo más interesante de esto es la manera en que el lenguaje se presenta contrariamente a lo que se podría pensar que es el rap como modulación de adentro hacia afuera, grito de fe y rabia, cargada de rimas, juego de palabras y repetición, la musicalidad es lo que va disparando sus versos.

Las tripas, el estómago, el cerebro se hacen eco de una voz por momentos acusatoria, sarcástica y arrogante que se fundamenta en la actitud. Acción concreta puesta en un escenario, los poemas que no son para leerlos en un café literario ni en la cama ni en la biblioteca, necesitan de un cuerpo, una voz y de un público haciendo pogo. No hay otra forma para comprender los efectos estridentes del cruce entre esa voz rapera por sus visajes de batalla frente a la comodidad y otro cantar más cercano a la plegaria como instancia de salvación. Hay que decir también que la edición es desprolija y negligente, hay muchos furcios que no ayudan y hacen desviar la atención reavivando los prejuicios que se pretenden denostar. Sin embargo, lo valioso del libro más que la intención de fundar algo distinto, es la voluntad de sobreponerse a la parsimonia literaria.

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