«No soy feminista porque sería tan grave como ser machista» dijo la cantante y actriz. Después de las declaraciones de Lali Espósito y de un tuit que generó muchas respuestas lindas y varias negativas, esta reflexión. 

A veces hay que elegir las batallas y esta, en su momento, no me pareció digna de una nota, pues con todo lo que pasa, lo que opine o no opine una cantante de música pop, no debería mover la aguja. Pero la mueve.

Nota de Paula B. Giménez:
Con las fuerzas de la desesperación
La mueve porque es la voz de millones de pibas que que sienten protegidas detrás de la frase «Girl power» pero que después leen esas declaraciones y se marean. U opinan igual que ella, porque ella es mujer y empoderada. En estos días leí mucha cosa en Twitter, críticas y palos a Lali por pensar que el feminismo es igual al machismo, gente muy enojada, chicas copadas con la declaración y mujeres que entienden que ella no tiene por qué ser una representante del feminismo ni tiene por qué saber lo que es.

Las mujeres diciéndole a otra mujer que es tarada por tener miedo de definirse feminista, resta y se aleja de lo que el movimiento es. Las mujeres diciéndole a otra lo que tiene que pensar, también. AHORA, las feministas diciéndole a Lali que el feminismo es amor y salva y que el machismo mata, me parece hermoso. Y que ella intente disculparse por lo que dijo también me parece lindo. Que tenga que hacerlo, que sienta que tiene que aclararlo, que no haya pasado desapercibido, es una batalla ganada por nosotras.

«Odio las terminologías», dijo Lali cuando quiso explicarse. Y yo necesito que alguien le cuente, por favor, que dicha palabra, su definición y su existencia son política. Que se llame, que se diga, que se grite, significa que existe. Sin feminismo sería sólo violencia. Y bien sabemos que lejos está de ser sólo eso. La política es la herramienta más real que existe para cambiar al mundo y somos nosotras quienes tenemos que hacerlo. Despoltizar el asunto es quitarle poder a una lucha de años, es no ver ni entender por qué Ni Una Menos, es quitarte poder, es ubicarte por debajo y no al costado de la historia.

Ayer hice un tuit que hablaba de ésto, de cómo las mujeres le tienen miedo a la «etiqueta», a la palabra, a lo que señala y marca un límite. Hace algunos años yo misma decía «soy feminista pero no de las extremas, soy tranqui». Lo aclaraba. Decirlo me daba miedo, levantar una bandera me generaba terror pues sentía que no podía bancar a un movimiento que no depende de mi, que hay muchos extremos en las ideas que se luchan y que no iba a hacerme cargo de todo eso. Hoy, después de muchísima violencia vivida, escuchada, sufrida, sabida, después de abrir los ojos, de los lentes violetas, de entender cómo funcionan las cosas, de conocer la lucha, de las miles de mujeres que salieron a la calle y se enfrentaron a los poderes más poderosos para que hoy podamos trabajar, tener voz, tener voto, poder decir que no queremos con miedo a que nos golpeen pero entendiendo que es nuestro derecho, entendí que el feminismo no es algo para decir bajito sino bien alto y a los gritos porque es lo que nos va a salvar.

Hace un tiempo escuché cómo Malena Pichot hablaba del término «feminazi» y decía algo muy piola: ahora dicen feminazi porque la palabra feminismo ya no es una mala palabra. Y es que sí, se empezó a escuchar, las chicas empezamos a entender, a luchar y a contestar. Ver que todo está teñido de machismo, que nuestra actitud frente al mundo, nuestros silencios, miedos, expectativas, capacidades, deseos y placeres son cercenados, coartados y toqueteados por un sistema perverso que nos anula, te cambia la manera de ver al mundo. Y cuando lo ves, cuando sucede, ya no hay, por suerte, vuelta atrás.

La cantidad de respuestas de chicas diciéndome que no son feministas porque quieren me partió un poco el corazón, porque en mi cabeza hoy no cabe un mundo sin los principios que tiene el movimiento: amor, respeto y derechos. Nada bueno puede suceder sin esas tres palabras, mujeres. Y el feminismo no sólo las tiene sino que las reinventa a diario.

Salgamos a charlar y debatir con las chicas que no saben, intentemos, con paciencia y ganas, convencerlas. Debatamos, charlemos, repitámonos una y otra vez. Seamos pesadas, marquemos todo. Estoy segura de que la mayoría de la gente machista lo es porque así fue educada. Hay que desarmar millones de nudos pues por todos lados está, pero hay que hacerlo si queremos ser un poco más libres.

El machismo reprime, se aprovecha, oprime y mata. El feminismo, en cambio, es bancarse, es poder ser quien querramos ser. Gustar, sentir y saborear lo que se nos cante. Que nada sea de nena o de nene, que el género se moldee y cambie de forma. Que no haya impedimento para soñar. Para querer. Y perdonen si me pongo tarada y cursi, para amar. Porque el feminismo no es otra cosa que eso: amor en forma de derechos.

Por las que lucharon, por nosotras y por las que vendrán.