Un documento del arzobispado del año 2003, exhortaba a María Livia Galeano de Obeid a someterse a una pericia psicológica. Habría arrojado resultados nefastos, por lo que rápidamente fue solapada para no arruinar su condición de mensajera de la Virgen. (Franco Hessling)

El impacto del fenómeno es incuestionable hasta para el más incrédulo, la gran afluencia de contingentes que brota a borbotones semana tras semana hace que el paseo religioso de la Virgen del Cerro sea una realidad que no sólo se sostiene en el tiempo desde finales del 2001 sino que también va creciendo ininterrumpidamente. El promedio de peregrinos, que en los primeros años rondaba los 5 mil, actualmente está en el umbral de los 10 mil por fin de semana.

“Yo no soy creyente, pero cuando fui me transmitió mucha tranquilidad, sentí que en ese lugar había algo diferente”, confiesa un ateo curioso que no pudo controlar su intriga y visitó la travesía sabatina en compañía de su esposa, una devota empedernida. Ante la atenta mirada de esta última, que vigila con admonitoria mirada cada palabra del declarante, el hombre completa su testimonio: “No sé si lo que dice María Livia será verdad, pero es obvio que a la gente le hace bien y con eso basta”. Evidentemente, en la misma semana que el presidente Mauricio Macri reconoció que mintió para poder ganar las elecciones, los engaños grandilocuentes pueden resultar más persuasivos que las verdades menos auspiciosas.

El lunes 7 de abril de 2003, a dos años de instalado el santuario y de la puesta en marcha del paseo religioso en uno de los tres cerros lindantes al campo Castañares, la arquidiócesis local emitió un comunicado en el que, entre otras cosas, mandó a hacer una pericia psicológica a quien se pretende interlocutora de la Virgen, María Livia Galeano de Obeid. “Sugiero a la Comisión Arquidiocesana encargada de esta cuestión, solicitar a la señora María L. G. de Obeid que se someta al estudio de expertos en psicología”, instaba el documento firmado por el arzobispo Mario Cargnello.

Tal prueba se realizó, y, según le confiaron fuentes que leyeron el informe a Cuarto Poder, los resultados diagnostican que la salud mental de la heralda mariana no sería del todo aceptable. Los intentos por dar con tal documento psicológico son como perseguir una quimera, un creyente cercano al arzobispado lo resumió de la siguiente manera: “Lo tienen guardado bajo siete llaves, si sale a la luz se les termina el verso”.

Los más desconfiados siempre miraron de soslayo los mensajes que María Livia dice haber recibido de la Virgen. Las dudas se generan por la vinculación de los aparentes pedidos de la madre de Dios con los intereses inmobiliarios y comerciales que salpican a la vidente, sus familiares directos, y los otrora socios de su marido -Carlos Obeid-, los Laconi y los Martorel. Conforme a las afirmaciones de María Livia, la Virgen habría sido quien le sugirió que la ermita debía estar afincada justo en terrenos valuados en millones de dólares, muy cercanos al country que fuera regenteado por el exsenador nacional, Emilio Cantarero.

Obeid compartió variopintos emprendimientos con los Laconi y los Martorel, entre los que se destacan algunos del sector inmobiliario y otros de la rama de la construcción. Las destrezas que este último le dejó son fácilmente constatables: los senderos, cierta mampostería y la ermita que corona el peregrinaje, se construyeron de forma meteórica en menos de siete meses, durante el año 2001.

En la percepción de los escépticos, los susurros que la mujer le endilga a la Virgen serían más bien las agudas visiones de negocio del “Pupa” Obeid. Subrepticiamente, los detractores afirman que el contador y esposo de la ungida, realiza viajes a otros santuarios del mundo para exportar un modelo que no escatime en comodidades, galanterías divinas y diversos jirones para la sugestión del que quiere creer. Sin posibilidades que ellos hagan pública la pericia psicológica, los motivos para darle crédito a los desconfiados no son pocos.

Impugnación oficial

El documento firmado por Cargnello en abril de 2003 se propone analizar “la cuestión pastoral de la ermita del cerro”, para lo cual discrimina varios aspectos, entre los que se destacan las revelaciones privadas que María Livia asegura tener desde 1990, el aparente carisma curativo con que habría sido investida por voluntad celestial, y los requisitos para construir un templo que tenga rango institucional.

En cuanto a lo primero, el texto del arzobispado subraya que hay una única revelación pública, materializada en la Biblia, proferida por el Cristo vivo que irrumpió en pleno auge del imperio romano y que se terminó cuando murió el último de sus apóstoles. No obstante, acepta que puedan darse casos de “revelaciones privadas” y aclara que “su función no es la de complementar la revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época”.

Los mensajes que María Livia jura haber recibido de la santidad, para la voz oficial de la Iglesia Católica de Salta, no tienen el estatus de una revelación privada, tal como ella se esmera en hacer creer. En las conclusiones del escrito de la curia se lee: “La impresión es que estamos ante un fenómeno de revelaciones sin contenido”, y luego se enfatiza, lapidariamente, que “se da el peligro de confundir convicciones subjetivas con ‘revelaciones’ de la Virgen”.

Sobre los poderes curativos que recaerían en las manos de la refinada mujer, aún radicada en barrio Tres Cerritos (en cercanías adonde la Virgen le habría ordenado que construyera el paseo religioso), Cargnello no es menos contundente. Hace hincapié en no perder de vista la “prohibición de imponer las manos a los fieles de parte de los laicos no delegados para ello” y recuerda que “no existe en la Arquidiócesis de Salta disposición que conceda a ministros laicos la misión de bendecir a los enfermos”.

Referido a la construcción de sitios para la adoración, el documento resalta que “se han de abstener de hablar de construcciones de templos, seminarios o monasterios ya que dichas construcciones son responsabilidad de esta Autoridad Arquidiocesana y no de particulares” (sic). De esta forma, truncaron parte de las proyecciones de don “Pupa” Obeid, quien planeaba erigir allí todo un paraje con espacios de adoración a imágenes que mejoren la oferta del paseo religioso. De igual manera, lo ya trazado se mantiene tal como estuvo desde un principio.

Tufillo a secta

Asimismo, se advierte que “el protagonismo de la vidente es manifiesto, tiene un grupo de ‘elegidos’ que se organizan en una estructura selectiva (reuniones especiales y cerradas; signos especiales de pertenencia, etc.), lo cual podría constituir un peligro de sectarismo”. Al no tener aval oficial y haber desarrollado determinados rituales internos, como forma de organización pero también como reafirmación de la aparente particularidad divina que rodea a la líder, la hacían ver como una potencial secta.

Ante ello, el documento redactado en primera persona por el arzobispo sugiere “designar a sacerdotes o religiosas que acompañen la oración de los sábados en el Cerro”. Tal cosa fue atendida por los organizadores del paseo, Cuarto Poder pudo constatar que algunos párrocos acompañan a la ungida en la ermita, corolario de la caminata de feligreses.

Sin embargo, en otros aspectos fueron menos obedientes con los apuntalamientos de Cargnello. La segunda disposición del prelado ordena que “la señora María Livia Gallliano de Obeid se ha de abstener de transmitir mensaje alguno de la Santísima Virgen tanto en público como en privado y por ello mismo, no ha de publicar ningún mensaje” (sic). Denodadamente, la mujer sostiene sus conferencias mensuales, en las que es interpelada por los asistentes y responde “en nombre de la Virgen”.