Los candidatos maquillan su imagen pública mediante las redes sociales apelando a cuestiones por fuera de la política. Lo que prevalece nada tiene que ver con las clásicas plataformas electorales. (Aníbal Roldan)

Una nueva campaña está en curso y por estos tiempos nadie duda de la importancia de las redes sociales en las elecciones. Fueron ellas las que impulsaron a Podemos en España o las que colocaron a Donald Trump como una figura central en EEUU que luego terminó ganando, al igual que incide en la estrategia comunicacional elegida por Durán Barba para la candidatura de Macri.

La mayoría de candidatos locales también están haciendo uso de las redes pero entre ellos sobresalen los siguientes:

Adrián Valenzuela es tal vez quien está poniendo mayor atención en redes; su principal spot, tiene una enorme inversión técnica y publicidad en Facebook. La primera frase que dice es que está en “desacuerdo” con la política y los publicistas tratan de mostrarlo como un tipo común, que camina las calles, toma mate y que tiene vocación de “servicio”. El objetivo es presentarlo como un inocente sustituto de los políticos tradicionales. Y su imagen encaja bien en este fin, principalmente porque la hegemonía de la videopolítica lleva a que los políticos clásicos no sean competentes para desenvolverse en el mundo de la tv y las redes. En efecto, un periodista se encuentra con más condiciones para ocupar ese lugar en una coyuntura dominada por la espectacularización de la política.

Matías Posadas es otro de los que tiene una fuerte presencia. Su producción intenta mostrarlo como un hombre responsable, de familia y que junto con Urtubey “construye”, es decir un político de “confianza”. A esto, el equipo de Posadas suma una continua alimentación de su fan page con fotos y afiches. Su apelación a la “pluralidad” busca disociar la política de las convicciones ideológicas.

Entre el ridículo y el absurdo se encuentran las publicidades de Bernardo Biella y el bicidiputazo Emanuel Sierra. Resulta difícil discernir si se trata de algo en serio o si se trata de una producción para reírse o simplemente llamar la atención. Notablemente, en ambos, se puede ver que lo más importante no es la política -una estrategia también utilizada por el “chico malo”- sino “ayudar y estar con la gente”. Por ejemplo, Biella, en un spot muestra cómo se debe realizar primeros auxilios. Por su parte Sierra no sólo sale con su bicicleta sino que además sube a los colectivos a cantar para captar votos. La política para el bicidiputado no es la lucha programática por el poder, más bien es algo parecido al espectáculo.

El reciente partido Felicidad, liderado por el funcionario isista Sabadini, está claramente influenciado por el marketing en Facebook. Incluso su logo es el dedo de “me gusta” y tiene una constante presencia con videos, en los cuales, como bien dicen los manuales, se apela a la emotividad, con imágenes de niños tomando la “copa de leche” acompañado por música de Abel Pintos. Sus creativos evidentemente buscan generar empatía con lo que ya funciona en publicidad.

Entre las características de las campañas en redes sociales se puede observar: la brevedad, el alejamiento del discurso político clásico, la baja densidad intelectual de los mensajes, el bombardeo continuo y la búsqueda de personas menores a 40 años, es decir la mayor parte de los que navegan por Internet.

Un análisis apocalíptico tendría como conclusión que asistimos al momento más chato de la política moderna y a su vez a un altísimo nivel de mentira y puesta en escena alrededor de los candidatos.