El próximo sábado 7 de octubre comienza en la Facultad de Psicología de la UNC el posgrado “Parto respetado: Saberes, Praxis e Implicancias en el Campo de la Salud”, una propuesta que busca acercar la temática a los profesionales de la salud.

Una espera esperada que impone su tiempo, su ritmo, su ser-proceso, devenir. Días, noches, sensaciones, cambios, emociones. Futuro. Lunas. Pero sobre todo tiempo, sin prisa pero presente. El curso de la vida con sus texturas y su propio ritmo, que no escucha relojes, ni sabe adaptarse a las ansias, ni conoce certezas. Un tiempo que rememora en su implacable transcurrir, el compás de la propia vida, su sonora voz silenciosa, su expansiva voz.
Y un día la vida estalla. Empuja. Se abre paso. Se derrama en todos los rincones, se impone. De pronto algo se desencadena rítmicamente, como una danza, como una música que el cuerpo escucha y baila.

Hasta que la mujer llega al hospital. No más tiempo, ni procesos, ni espera. Pinchar, inyectar, tocar, palpar, cortar, apretar, silenciar, gritar, acallar, subsumir. Parirás como el saber médico diga. Y porque el tiempo es oro, parirás en tiempo y forma. Y porque los ritmos de la vida los analiza, explica y controla la ciencia, parirás “sin dolor”, bajo el control de la tecnología “al servicio” del hombre, de modo controlado y seguro, de modo civilizado.

Se necesita mucha pregunta habilitada, mucho empoderamiento, mucha puesta en quiebre de los supuestos más arraigados de los saberes dominantes, mucha visibilización de género, para advertir que la violencia obstétrica existe, que es una forma de violencia de género. Que es, quizás, una de las formas más extendidas de violencia hacia las mujeres, naturalizada y acallada bajo el amparo del saber médico como saber hegemónico y patriarcal, sobre las representación de género que impregnan el sistema de salud, donde la mujer (y en particular la sexualidad de la mujer) parece no tener mucho que decir, y mucho menos que decidir sobre su cuerpo.

En las últimas décadas, la lucha por el Parto respetado, ha venido a nombrar esta forma de violencia hacia las mujeres, poniendo en cuestionamiento, de este modo, a los paradigmas médico-hegemónicos. Situándose de lleno en el terreno de las luchas feministas por la autonomía en los derechos sexuales y reproductivos, por el derecho a decidir que incluye (además del derecho legítimo de la mujer y sólo de ella si elegir ser madre o no) el derecho a decidir sobre su cuerpo al momento de parir y el derecho del niño al nacer.

Como toda forma de violencia de género, supone una colonización del cuerpo y la sexualidad en la forma del desarraigo, de la capacidad de elegir cómo, dónde y con quién parir. Supone además una violencia epistémica, en tanto el saber queda en manos del sistema médico, a menudo del obstetra (a menudo, también, varón) quien controla, regula y manipula, interviniendo (la mayoría de las veces de modo excesivo) un proceso que es ya concebido como “enfermedad” y contra toda recomendación, incluso, de la OMS. Desmantelar el entramado que ha posibilitado que el parir sea en la actualidad altamente intervenido, supone desentramar el complejo territorio que relaciona salud/sistema médico, sexualidad, género, políticas de salud, medicalización y patologización de la vida, sólo por nombrar algunos de los factores que dibujan este complejo territorio.

El saldo de la violencia obstétrica no sólo deja el tendal de un número de cesáreas innecesarias muy por encima de lo recomendado por la OMS. Deja huellas en la subjetividad de las mujeres que, o bien acalladas en sus experiencias sienten el dolor de un mal recuerdo (el recuerdo del miedo, del dolor desmedido del parto producto de la desmedida intervención que podría ser hasta placentero en otro escenario) o bien naturalizando que el parto “es así”, como el atávico mandato que nos condenó al parecer desde Eva con el “parirás con dolor”. Esto da lugar una vez más a la cadena sin fin de desempoderamiento, de subordinación, de captura del cuerpo, del saber y de la decisión de las mujeres sobre sí mismas.

La violencia obstétrica no sólo deja el mal gusto de una experiencia dolorosa en la vida de quienes paren (y sus compañerxs, de haberlxs). También renueva el ciclo de todas las formas de violencia hacia las mujeres.

Parir en libertad no es, sino, otro ejercicio de soberanía de nuestros cuerpos, del ejercicio por la descolonización de nuestros cuerpos decidiendo en libertad. El Parto Respetado no es, sino, la lucha por la defensa de los derechos de las mujeres, que en nuestro país es ley y que el sistema de salud debe empezar a cumplir, modificando su propia mirada hacia sus prácticas, hacia sus concepciones de género y a su concepción de la vida misma.

Fuente: La Tinta