Hablamos con Francisco Quiñones, director del primer bachillerato del mundo para que personas trans puedan terminar el secundario. Está en Buenos Aires pero en Tucumán también tiene una réplica. (Andrea Sztychmasjter)

“La vida está hecha solo de presencias” es la frase que Francisco Quiñones Cuartas tiene en su WhatsApp. Al hablar muestra que esto es así porque nombra a dos personas que ya no están pero que han hecho mucho con su presencia: la tucumana Mocha Celis y a la salteña Lohana Berkins. Ambas referentes y luchadoras por los derechos de la comunidad LGBT. 

Berkins fue además una de las impulsoras de este importante proyecto que funciona desde 2012 en el barrio porteño Chacarita. Este bachillerato es una propuesta educativa que apuesta a la inclusión. Único en el mundo pero que ya cuenta con replicas en Tucumán y se prevé a futuro en Neuquén y La Pampa. El Bachillerato lleva el nombre de la tucumana que trabajaba en la zona de Flores y que no sabía leer ni escribir: “Cuando llegábamos a las comisaría detenidas, ella siempre me pedía a mí que le leyera. Me acuerdo de que cuando estábamos en los calabozos había otra trava, que era una chica súper erudita, y yo le dije: ‘Aprovechemos que estamos acá adentro y enseñale a Mocha. Pero hacelo de manera que ella no se sienta mal, que no se sienta menos’ ”, contó Berkins cuando el proyecto se gestaba.

“Trabajamos en Flores y teníamos cada una nuestra estrategia para sobrevivir al abuso policial. Mocha, por ejemplo, se había enfrentado con el sargento Álvarez de la comisaría 50 de Flores, que le tenía una saña particular a ella. Un día estaba la Mocha en la calle, ella era un semáforo: divina, morocha, con vestido rojo y cartera dorada, y nosotros nos escondimos debajo de un auto porque queríamos ver qué es lo que el tipo le decía y cómo se defendía Mocha. El tipo ese día no la lleva detenida, pero le grita antes de irse: ‘¡Ya vas a ver, puto de mierda, vos vas a terminar con tres tiros!’. Y eso lo escuchamos varias”.

Fue lo que sucedió; Mocha apareció muerta. La autopsia arrojaría luego que fue ultimada por tres tiros. La investigación sobre su asesinato no prosperó. Sus compañeras no pudieron hacer nada, no eran familia ni tenían personería jurídica, no pudieron denunciar.

Años después el primer Bachillerato del mundo para que personas trans puedan terminar sus estudios secundarios es el homenaje a una de las tantas travestis que vivieron en carne propia el desarraigo, la marginalidad y la exclusión de un sistema perverso.

Francisco Quiñones, director de la institución, prefiere hablar de “travesticidios sociales”, frente a este sistema que las aparta como si fueran cosas raras, expulsadas a las calles, la única salida que les queda para sobrevivir es la prostitución.

El travesticidio social es esta violencia estructural que tiene como último eslabón el travesticidio. Muertes de travestis sin que siquiera sean aun abordadas por la prensa como tales.

 

“Abanicos de posibilidades”

Según estadísticas locales, la interrupción de los estudios de la población trans se da antes de los 20 años, esto coincide con la asunción de su identidad. En Salta cerca el 74% de la población trans no estudia en la actualidad. El 49% no terminó el sistema escolar obligatorio. Y solo el 6 % dijo haber terminado el nivel terciario y universitario. El promedio de vida de la población trans no supera los 35 años. 

Para Francisco, la expulsión del sistema educativo es multicausal: desde los 8 a los 13 años en promedio son expulsadas de sus hogares, luego se topan con la violencia institucional educativa, después con la policía, las coimas, la marginalidad. “Recientemente se conoció el caso de una docente que le gritó ‘maricón’ a un menor que está en su proceso de transición. Existe falta de formación docente y políticas públicas que respeten su identidad”. 

El Bachillerato Mocha es más que un lugar de estudio, se configura como un lugar de pertenencia: “Contamos con psicologxs y trabajadorxs sociales, aunque no posee aun un financiamiento integral, creemos que todo depende de la voluntad estatal”, indica Francisco. Alrededor de 35 personas egresan por año con un promedio total de 150 ya egresadas desde su puesta en marcha.

“Las estadísticas que llevamos señalan que el 90% de las personas trans y travestis que deciden estudiar también desean salir de la prostitución. El Bachillerato representa un abanico de posibilidades, una ayuda en la toma de decisiones. Tenemos egresadas que han podido insertarse laboralmente como empleadas judiciales o en dependencias estatales”, describió y señaló que por las experiencias que ya se están llevando a cabo en otras provincias como Tucumán, muchas pueden volver a continuar ahí sus estudios.

En función a la mayoritaria migración de la población trans del norte argentino hacia Buenos Aires, Francisco detalla que esto sucede por la reinante “sociedad eclesiástica”, “condenatorias de las identidades”. “Sabemos por ejemplo que cuando se lleva a cabo en Salta la procesión de la virgen, existen detenciones masivas 45 días antes y 45 días después. Realizan razzias contra las compañeras. Esto en otras provincias la sociedad no lo permite, sin embargo en el norte sigue sucediendo. Lohana era súper católica, creyente de la virgen del Milagro y de Urkupiña, pero desde la iglesia no quieren que se vinculen con la virgen”.

Con la dirección de Francisco Quiñones y Rayan Hindi, se estrenó hace poco el documental sobre el Bachillerato, la primera escuela del mundo crítica de las desigualdades de género, que está orientado, aunque no de forma excluyente, a personas trans, travestis y transexuales. El film fue realizado por lxs propixs estudiantes, quienes contaron sus historias y escribieron el guion.

La experiencia tucumana

Claudia, asistente social y trabajadora del Centro Educativo Trans de puertas abiertas de Tucumán comentó que “el Mocha” fue su guía para que ella junto a otras dos personas iniciaran el sueño de poder concretar un proyecto educativo. Lograron en 2016 que el Ministerio de Educación le diera el visto bueno y le cedieran un espacio en donde llevarlo a cabo, aunque en una histórica zona insegura de Tucumán cercana al parque donde aún hoy se ejerce la prostitución. “En el acto provincial del 9 de julio del año pasado llevamos la bandera institucional de la diversidad y otra con los colores de la bandera trans. Para nosotros constituye una forma de dar visibilidad a las colectividades trans y travestis”, describió y agregó que al inicio tuvieron que salir a buscar a los que serían los futuros alumnos y alumnas: “Íbamos a las zonas rojas y a los boliches. Llegábamos con las planillas para inscribirlos”. Desde su apertura el Centro Educativo ya cuenta con cerca de 50 egresadxs entre los que se encuentran personas trans y travestis pero también mujeres mayores que hace 30 años hicieron la secundaria, jefas de familias, víctimas de violencias de género que deciden por esta oportunidad inclusiva retomar los estudios con el acampamiento preciso de quienes como Claudia y Francisco demuestran que otro futuro es posible para quienes históricamente solo han padecido discriminación y rechazo.