Tras “resignificar” la estatua del Cuchi Leguizamón que ahora tiene unas empanadas, humitas, tamales y una birra. Otra pifia de la municipalidad fue asegurar que El Farito abriría nuevamente sus puertas, algo que ya se desmintió.

Semanas antes de que se cumpliera el centenario del nacimiento de uno de los músicos y compositores más reconocidos de Salta, mucho se habló de una “resignificación” de la estatua que antes se ubicaba más cercana al centro de la cuadra y ahora la corrieron un poco para la esquina, le agregaron una mesa (en realidad una piedra) que tiene un plato de empanadas, otro con tamales y humitas, además de una especie de trapo simil pañuelo y una birra.

¿Qué quisieron resignificar con todo esto? No queda claro, lo que sí queda claro es la poca operatividad y el evidente mal gusto de la gestión Sáenz que va de a poco superando a su predecesor Isa en lo que tomar decisiones estéticas horribles para adornar la ciudad respecta (recordemos los bancos ataúd del parque San Martín, o el escándalo de las peatonales, por citar dos ejemplos). Pero al menos hasta ahora nadie elevó la voz para hacer notar la opería.

Otra pifia de la municipalidad fue asegurar en un parte de prensa previo a la inauguración -que tuvo lugar el viernes pasado- que el famoso bar El Farito (de donde el Cuchi era habitué) abriría nuevamente sus puertas, hecho que fue desmentido por Marcelo Herrera, hijo de Edmundo Nicolás Herrera, propietario de la marca que durante 50 años tuvo ese bar cerrado por la crisis económica. Cuando la municipalidad compartió ese parte de prensa “en la última parte se dice que el trabajo este contaba con el apoyo del empresario Daniel Morales, que adelantó que iba a reabrir el bar El Farito, cosa que no es así”, sostuvo Herrera hijo, que además comentó: “Mi padre hace un año y medio que cerró el negocio y todavía no evaluamos nada de qué es lo que vamos a hacer con la marca, y tampoco este señor nunca nos ofreció volver a alquilarnos el local en la propiedad”.