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El decomiso fue bien lejos de la frontera norte pero desde ahí había partido. El diario La Nación informó al respecto que la “Gendarmería se topó con tres toneladas de ese insumo básico para la producción de cocaína en un control en la ruta nacional 34, cerca de la ciudad de Rafaela, en el oeste de Santa Fe”. El embarque estaba camuflado entre un cargamento de prendas de vestir que tenía como destino final la provincia de Buenos Aires, claramente fuera de la zona en la que el coqueo es una costumbre social ancestral.

La Nación recordó que en nuestro país sólo fue detectada una cocina que generaba cocaína en el año 2012 “en el paraje salteño de Sauzal, cercano a la frontera con Bolivia, donde los efectivos pudieron observar una montaña de hojas de coca trituradas, una pileta de lona, mangueras y diversos bidones de 200 litros, lo que daba la pauta de que en ese lugar se elaboraba material estupefaciente, según surge del fallo con el que una persona fue condenada a cuatro años de prisión por «producción de sustancias estupefacientes».

Las cocinas de drogas locales utilizan la pasta base -primer producto tras el trabajo sobre las hojas de coca- para fabricar cocaína destinada al mercado interno. Su instalación en la Argentina fue producto de la búsqueda de los grupos narcos locales de independizarse de las redes internacionales a partir de la elaboración propia del producto. Eso les dio ventajas en el momento de la comercialización y acopio para consolidar territorios de venta. El dominio de toda la cadena de producción otorgaría nuevas ventajas y podría llevar al narcomenudeo a un nivel de mayor predominio en las calles.

Una de las explicaciones que los especialistas brindan para señalar que la fabricación local de cocaína tiene demasiadas complejidades logísticas pasa por la cantidad de hojas de coca necesarias para la elaboración final. Sin embargo, informes públicos del ejército colombiano señalan que se requieren sólo 125 kilos de hoja de coca para hacer un kilo de pasta base. Según esa cuenta, el cargamento decomisado el viernes pasado hubiese permitido la elaboración de al menos 20 kilos de pasta base y, en consecuencia, al menos dos millones de dosis de paco.

La circulación de hojas de coca no sorprende en el Norte, donde el coqueo está arraigado en Jujuy, Salta y Catamarca. En esa área se incauta un promedio anual de 40 toneladas de hojas de coca, aunque en cargamentos individuales que en muy pocos casos alcanza el volumen del incautado en Santa Fe. Durante 2014 las fuerzas de seguridad realizaron algo más de 80 operativos para decomisar hojas cerca de la frontera con Bolivia.

El caso de Rafaela es bien distinto y está mas ligado con el narcotráfico. La ruta en la que se encontró el cargamento es una de las más usadas para mover drogas desde su ingreso por Salvador Mazza, en Salta, hasta Rosario, con pasos detectados por las fuerzas de seguridad en cercanías de las localidades jujeñas de Libertador General San Martín y San Pedro, las ciudades salteñas de Metán y Rosario de la Frontera, la zona santiagueña de Añatuya y la llegada a Santa Fe por los alrededores de Ceres. Si bien se estableció en principio que el camión que llevaba las hojas de coca se dirigía a Buenos Aires, existe la posibilidad, por la ruta elegida, de que el destino fuese Rosario y su zona de cocinas de drogas.

Las investigaciones apuntan a que las cargas narco destinadas a la región metropolitana de Buenos Aires y originadas en Jujuy optan por el traslado a través de la ruta 9. Más allá del destino final de las hojas de coca, otra peculiaridad del traslado abre la posibilidad de que se trate de algún grupo narco más organizado que busca llegar a la producción de droga desde la propia materia prima. Las tres toneladas de hoja de coca estaban disimuladas en bultos dentro de un camión con acoplado que transportaba ropa para abastecer, supuestamente, a las «saladitas» del conurbano. En el último año las fuerzas de seguridad detectaron numerosos embarques de droga que utilizaban la logística de la venta de ropa falsificada para hacer llegar cocaína a los grandes centros urbanos. Esos dos negocios aparecen cada vez más vinculados en los informes de seguridad.

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