Los candidatos oficializados confirman la nula renovación política: Romero, Urtubey, Fiore, Olmedo, Fofani, Biella, Cornejo, Zottos o Morello vuelven a formar parte de boletas que reúnen personajes de raíces políticas antes antagónicas. Las tendencias para octubre, según los resultados electorales de hace años. (Daniel Avalos)

Los eternos nombres de la política local poseen un enorme valor analítico. Y es que, a falta de encuestas que los frentes más poderosos prefieren no hacer públicas porque los números no siempre informan aspectos convenientes a sus aspiraciones, un análisis de las performances electorales de esos candidatos en los últimos años permite visualizar una potencial tendencia para octubre próximo. El ejercicio permite aproximarnos a los pisos electorales de cada uno de ellos.

La apuesta por el interior

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Salvo la elección de 2007, que depositó a Urtubey en el Grand Bourg, el oficialismo nunca ha logrado buenos resultados en la capital provincial. De allí que, desde 2009, la estrategia oficial tuvo como objetivo crucial contar con el favor de los poderes territoriales de los intendentes. La debilidad en la capital y la fortaleza en el interior pueden corroborarse con un repaso de los resultados de elecciones pasadas. En las legislativas nacionales de junio de 2009, por ejemplo, el candidato de Urtubey, Fernando Yarade, perdió en la capital con Walter Wayar, que llegó a los 64.243 sufragios (28,32%), muy por encima de los 50.989 (22,48%) de Fernando Yarade. Si este último terminó imponiéndose en la provincia con el 29% (141.015 votos) contra los 23% (112.848 votos) de Wayar, ello obedeció a que su lista se impuso en 21 de los 23 departamentos de la provincia, incluidos los distritos de San Martín, Orán y Metán.

Los porcentajes fueron levemente superiores en la capital provincial en las legislativas provinciales de septiembre del mismo año. Entre el PJ, el PRS, el Frente para la Victoria y el por entonces oficialista Libres del Sur, habían recolectado el 35% de los votos. De cara a octubre próximo, ni el PRS ni Libres del Sur forman parte del frente oficial, mientras el Frente para la Victoria representa una fuerza testimonial en la capital provincial, con lo cual el voto duro que se avecina en este distrito es el del PJ, cuyos porcentajes se reiteran desde hace años: 21,4% en las legislativas provinciales de septiembre de 2009. Solo un punto por encima de la segunda fuerza de entonces, que fue el Frente Salteño y que llegó al 20,3%. En abril de 2011 las cosas solo variaron para peor: el PJ quedó relegado a un segundo lugar en la categoría diputados provinciales, con un 20,72% de los votos, por debajo de la figura de Durand Cornejo, que con 50.775 votos alcanzó el 20,88%. Aunque con resultados mucho más favorables, la debilidad en la capital del oficialismo también se expresó en octubre de 2011. Aquella vez, la lista oficial en la categoría diputados nacionales triunfó con el 56%. Sin embargo, de los 332.676 votos del oficialismo en ese mes (de un total de 588.723 votos efectivos), solo 109.812 (33%) provinieron de Capital; mientras los restantes 222.772 (67%) provinieron de los otros 22 departamentos de la provincia.

Ese marco de debilidad en la Capital y la ausencia de la Presidenta de la Nación traccionando votos en octubre de 2013 -como sí lo hizo en octubre de 2011-, es el que explica dos fenómenos recientes: la continuidad de la apuesta por el interior, que incluye a los intendentes renovadores que fracturaron de hecho al PRS que se presenta con candidatos propios; y el abierto apoyo de Urtubey al Frente Plural de los talibanes “U”, Matías y Federico Posadas. Con respecto a estos últimos, es evidente que el Gobernador aspira a que el 12,30% de los votos recolectados por Matías Posadas en abril de 2011 se repitan en estas elecciones y abulten en el distrito capital la cosecha de Rodolfo Urtubey, quien hasta ahora sólo ha demostrado con creces que carece del carisma necesario para entusiasmar a propios y extraños.

Del centro a la periferia

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Conseguir un triunfo en Capital constituye para el exgobernador Romero la condición de posibilidad de un potencial triunfo en la provincia. Lo primero parece factible, y el romerismo ha ejercitado movimientos acordes a ello: postuló a Guillermo Durand Cornejo como candidato para la diputación nacional que, como ya vimos, se impuso sobre el justicialismo en las provinciales de abril de 2011. Otros detalles permiten suponer que el personaje no ha tocado aún su techo. Las actas presentes en el Tribunal Electoral correspondientes a esas elecciones evidenciaron que la mayoría de los votos de Durand Cornejo provinieron de sectores que suelen gozar de servicios, niveles de nutrición y consumo altos; pero que también su figura está sólidamente instalada en aquellos barrios que hace décadas o apenas algunos años surgieron como asentamientos y hoy constituyen urbanizaciones irregulares.

Aunque el movimiento es altamente funcional a los intereses de Juan Carlos Romero, la estrategia de este, no obstante, gira alrededor de su propia persona: asociar a Urtubey con una gestión somnolienta mientras él, Romero, se presenta como un político eficaz y con la capacidad de organizar un ejército de funcionarios al que les otorga una dirección determinada para movilizar a la provincia. La estrategia le resulta cómoda. Lo libra de explicitar sus apuestas ideológicas, hoy desvalorizadas, y de dar cuenta de las medidas antipopulares que esas mismas orientaciones imprimieron a sus doce años de gobierno. Tal comodidad viene acompañada, además, de otras variables intransferibles a otros personajes de su lista: posee una imagen instalada a nivel provincial, un poderío económico capaz de organizar una estructura también provincial, poderosos medios de comunicación que amplifican la falta de gestión actual y una historia reciente que lo muestra como el único político que ha triunfado en todas las elecciones que protagonizó en la provincia: en 1995 accedió a la gobernación, alcanzando el 45,08% de los votos; en 1999 fue reelegido con el 58% de los sufragios; cuatro años después, 2003, fue elegido por tercera vez con el 50,5% y, finalmente, en el año 2007 accedió a la banca en el Senado que hoy pretende renovar con el 46,79% de los votos, imponiéndose por casi 20 puntos a la fórmula que apadrinaba Urtubey y que ese año, recordémoslo, se impuso en la categoría gobernador a Walter Wayar.

Las piedras en el zapato

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Eso es lo que representan Alfredo Olmedo para Romero y Andrés Zottos para el oficialismo. Uno y otro se han convertido en las piezas que restan fuerza a los protagonistas principales de la contienda: Olmedo le resta votos a Romero, que alguna vez lo presentó como delfín propio, mientras Zottos fragmenta el voto oficialista. Es cierto: el primero juega ese rol luego de un paciente trabajo del Grand Bourg para posicionarlo como candidato desde mediados del año pasado; mientras el segundo se convirtió en una pieza funcional a Romero por la propia incapacidad del oficialismo para evitar que la fuerza propia se disgregue.

Conviene precisar que ni el sojero ni los renovadores representan una amenaza electoral. La redundancia del personaje Alfredo Olmedo en lo cursi como herramienta de seducción política ya no funciona como antes, con lo cual el personaje empieza a extinguirse. Lo ocurrido en abril de 2011 lo prueba. Su 25% de votos de ese año parece representar su techo electoral. Una cifra importante, pero decepcionante si se ponderan otras variables: su intención de gobernar la provincia, el dinero empleado para alcanzar ese 25% y la poca diferencia entre ese 25% y los resultados de junio de 2009, cuando, siendo igual de rico aunque desconocido, superó el 17% con solo meses de proselitismo intenso. A pesar de las operaciones que intentan mostrarlo como candidato que disputará los primeros puestos, la realidad indica que su protagonismo no será muy distinto al que pueda realizar el PRS.

Y lo que la historia indica es que el PRS sin el poder territorial de sus intendentes solo intentará sobrevivir políticamente. Que los resultados que supo conquistar en la categoría diputados nacionales en la década del 90 son cosa del pasado (25,6% en 1989; 53,3% en 1991; 33,5%. en 1995; 44,4% en 1997 y 45% en 1999). Indudablemente, la última elección medianamente importante que protagonizó el PRS en la provincia es la del año 2003, cuando en la categoría gobernador la fórmula que encabezaba el mismo Andrés Zottos alcanzó el 24,57% de los votos. Después de ello, la sequía en sus incursiones electorales solitarias. En junio de 2009 la fórmula encabezada por Ricardo Folloni para diputado nacional apenas alcanzó los 31.955 votos (6,65%). El mismo porcentaje que alcanzó el partido en septiembre de ese año. En abril de 2011 la cosa se puso peor: en la categoría diputados provinciales por el distrito capital apenas alcanzaron el 4,8% de los votos. El PRS, evidentemente, desplegará un esfuerzo global para superar esos magros porcentajes y contará para ello con el aporte de Eduardo Gramaglia, actual senador provincial por Metán, departamento del que fue intendente durante varias gestiones y en donde alcanzaba porcentajes que rondaban el 60% de los votos. Nada permite afirmar, sin embargo, que en el PRS abriguen esperanzas serias de aspirar a una banca. Tanto ellos como Olmedo cobran relevancia en la actualidad por su capacidad de daño a las aspiraciones de Romero y Urtubey, capacidad que convierte a los resultados de octubre en altamente inciertos.

El sueño del tercer lugar

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Los objetivos de Biella son otros: consolidarse como tercera fuerza y que ello suponga, a su vez, la efectiva provincialización de su figura y por ello mismo posibilidades futuras de armado provincial. Para el logro de los objetivos, cuenta con un piso electoral. Sus 103.162 votos de octubre de 2011, que significaron un 17,52% del padrón, son similares al porcentaje con que inauguró su proyecto político el hoy en declive Alfredo Olmedo. De allí que su desafío pase por mantener ese porcentaje o incrementarlo.

El grado de polarización que se anuncia parece atentar con ese objetivo, aunque para contrarrestar ese nubarrón el médico que alguna vez se montó la campera amarilla del sojero Olmedo realizó dos movimientos: incluir en la fórmula a los máximos referentes del PPS y el radicalismo (Virginia Cornejo y Silvina Vargas respectivamente) que ya apoyaron su candidatura en octubre del 2011, y sumar a las figuras de las nuevas fuerzas que impulsarán sus candidaturas (Antonio Soria del Partido Socialista y Carlos Morello de Libres del Sur). Lo que pueda aportar el primero es toda una incógnita: siempre compartió frentes electorales que fueron liderados por otras fuerzas que buscaban sumar sellos más que votos. Distinto es el caso de Morello y Libres del Sur, del que se pueden realizar repasos de performances electorales. Y lo que ese repaso muestra son dos cosas: que Libres del Sur nunca contó con un caudal importante de votos y que la figura del exdiputado provincial decae lenta e inexorablemente. En las elecciones de junio de 2009, por ejemplo, Morello sólo cosechó el 3,26% de los votos cuando intentó ser diputado nacional; cifra que se redujo dos años después cuando se presentó como candidato a gobernador con el apoyo del mismo Partido Socialista: 1,82% en la provincia y un poco más en capital: 3,17%. La fuerza, además, sufrió una diáspora de militantes desde que la organización decidiera sellar acuerdos con el socialismo santafesino, que los desencantados interpretaron como el primer paso hacia acuerdos con el radicalismo, cosa que finalmente se concretó.

Lo cierto, en todo caso, es que todas las fuerzas que componen el frente que impulsa a Bernardo Biella saben dos cosas: que es Biella el que le otorga una dirección ideológica y política al frente, situación que se consolidará con una respetable elección en octubre; y que nadie sabe muy bien si el frente sobrevivirá a noviembre, cuando las legislativas provinciales desaten las ambiciones de los referentes de las distintas fuerzas que lucharán para acceder a los pocos cargos expectables que se pondrán en juego.

Trotskismo vitalicio

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Coherentes con la vieja práctica trotskista de no pactar con quienes sean sospechosos de no ser revolucionarios químicamente puros -es decir que adhieran al propio programa del Partido Obrero-, la fuerza de Claudio del Plá juega una vez más en soledad. El resguardo de la pureza de principios incluye otra práctica que ya empieza a molestar a cierta ciudadanía acostumbrada a votar por esa fuerza: la nula renovación de dirigentes y la apuesta por los mismos de siempre: en este caso, la esposa de Claudio del Plá, Cristina Fofani, y Pablo López. Este último, sin embargo, es el que mejores resultados consiguió para el trotskismo provincial en los últimos años: 7,52% en las legislativas nacionales de junio de 2009, porcentaje que en octubre de 2011 llegó al 8,08% de los votos (50.193) a nivel provincial, mientras en la capital el porcentaje llegó a un importante 14%, producto de los 36.043 sufragios cosechados.

Impermeable entonces al acuerdo con otras fuerzas y a la renovación dirigencial, el Partido Obrero aspira sólo a una cosa: alambrar los votos conseguidos para cobijar grandes esperanzas electorales que están delimitadas por objetivos temporales y políticos bien precisos: las elecciones legislativas provinciales de noviembre en las que Claudio del Plá encabezará nuevamente la lista; y la necesidad no de acumular poder, sino de mantener el que desde hace años tiene: un par de bancas en el Concejo Deliberante y una -con aspiración a dos- en Diputados. El fantasma de lo que Antonio Gramsci denominaba “centralismo burocrático” y que caracteriza a las fuerzas tradicionales ya revolotea por el trotskismo local. Nos referimos a ese ejercicio según la cual la dirigencia se vuelve estrecha y sofoca las posibilidades de renovación para terminar defendiendo solo intereses mezquinos e individuales.