Mónica Zanier es la cara de la Fundación Ceos Sol. Esta institución se encarga de programas de Salud, Inclusión y Medioambiente. En diálogo con Cuarto Poder nos cuenta su experiencia como presidenta de la organización. (Stephanie Tiemersma)

La Fundación Ceos Sol se encarga de programas de Salud, Inclusión y Medioambiente en Salta. Se fundó el 11 de mayo de 1987. La idea original del proyecto era crear un centro de rehabilitación con la metodología cubana, no pudieron hacerlo así que diseñaron un sistema solidario de salud: “Es lo mismo que una obra social, pero sin importe mensual. Llegamos a tener 31 mil familias afiliadas, si las multiplicás por cinco, que es el promedio de integrantes de una familia, nosotros atendíamos un cuarto de la población con la generosidad de más de trescientos profesionales”, afirma Mónica. Además nos explica que la Fundación brinda todos los servicios de salud menos la internación, y el afiliado paga la consulta del médico a un costo muy accesible.

El programa “Salta Sonríe”, mientras estuvo en funcionamiento como parte de la Fundación, daba prótesis de ortodoncia muy baratas; y el programa “Salta Ve”, aún vigente en 2017, permite acceder a un par de lentes recomendados por un profesional a un precio muy económico: “Recuerdo una experiencia muy movilizante. Una vez hicimos una movida para pedir donaciones en Zona Norte y nos agarró la lluvia. Nos mojamos un montón, pero igual seguimos. El día que repartimos los lentes yo veo que había un lobby, una ventana con una plantita afuera y un nene. Le dimos los lentes al chiquito que tendría seis o siete años y cuando salimos nos quedamos conversando con uno, con otro. Yo veía que el chiquito miraba sus nudillos y miraba por el vidrio. Le pregunté qué le pasaba y me dijo ‘tengo arruguitas’, era la primera vez que el nene veía los nudillos de sus manos y lo que le llamaba la atención eran las hojitas de la planta de afuera. Ese chico creo que estaba en segundo o en primer grado ¿Cómo podía rendir en la escuela si no se podía ver ni los nudillos de las manos? Y miraba todo porque era la primera vez que el chico podía ver detalles y yo dije ‘valió la pena mojarme’”, nos relata Mónica.

En el área de rehabilitación, la Fundación hizo cursos de Auxiliar Gerontológico y de cuidados domiciliarios. La presidenta de la Institución recuerda que un día la invitaron a Joaquín V Gonzales porque había un encuentro nacional para incluir a los chicos con capacidades diferentes en la educación formal: “Yo llego muy temprano y me siento en un banco de la plaza y ahí veía que se acercaba un carrito de supermercado. Como venían de todo el país al encuentro, yo me imaginé que ahí traerían la tortilla, el café, el jugo pero no, traía chicos. No tenían sillas de ruedas y la gente quería que los chicos estén. El supermercado local les prestó los carritos”. Entonces Mónica se hizo amiga de Raulito, un niño de más o menos cinco años que la miraba desde adentro del carrito de supermercado y le hacía señas. Zanier volvió a Salta decidida a conseguir las sillas de ruedas para esos chicos. Hicieron una campaña que les permitió obtener las 21 sillas que necesitaban: “Yo chocha hablo a Joaquín V Gonzales para que traigan a los chicos para que le demos las sillas de ruedas. Raulito no vino. Se murió de desnutrición. Y ahí yo aprendí que hay que ver más profundo: ese chico no necesitaba que yo venga a Salta a buscar una silla de ruedas. Necesitaba que le deje comida antes de irme. Siempre recuerdo a Raulito”, rememora Mónica.

Realizando estos trabajos, nuestra entrevistada construyó una nueva forma de entender la realidad: “Nosotros siempre nos sentimos con el derecho a opinar. Cuando vemos a una mujer al lado de la ruta con todos sus hijos encima decimos ‘¿cómo puede ser? ¿por qué no deja a los chicos en la casa, los baña, los cambia y los hace estudiar como tienen que ser?’. Es porque los chicos tienen hambre. El chico mientras camina no te pide comida. Te pide cuando está parado. Entonces las madres que no tienen qué darles para comer, los sacan a caminar” explica Mónica, quien además nos cuenta que solía criticar, como todos lo hacían, que la gente tuviera hambre y no pudiera plantar nada con las semillas que el INTA da para hacer huertas. Sin embargo, con el paso del tiempo, se dio cuenta que estaba equivocada: “Es gente que vive en tierras que se inundan, o donde había fábricas y el suelo es estéril y no tienen agua. Entonces ponele que plantan lechuga, tienen que traer agua desde muy lejos para limpiar, para bañarse, para cocinar ¿y van a traer agua para regar la plantita? Hay de todo, hay algunos que a lo mejor pueden pero hay otros que verdaderamente no pueden. Todos somos diferentes. Por eso cuando trabajamos hacemos hincapié en las características específicas del lugar donde estamos” nos explica Zanier.

Otro programa es el de detección de problemas en los distintos lugares. En una escuela en el barrio Santa Ana, la directora decía que quería pintar el establecimiento. Mónica ofreció hacer una campaña de medio ambiente y con lo recaudado arreglar la escuela. Una vez hecho esto, empezó a ver en detalle la escuela y notó que faltaban muchas cosas más. Zanier explicó a la directora que necesitaban ayuda de los padres: “la directora me dijo que los padres de más de la mitad de los chicos no trabajaban. Pero yo me refería a ayuda manual, no económica, así que me vino de diez”, nos cuenta Mónica. Cuando  preguntaban a los padres por qué no trabajaban, ellos alegaban que no tenían ningún oficio. La presidenta de Ceos Sol se contactó con el Ministerio de Trabajo de Salta para dar cursos de pintura, albañilería básica, electricidad y jardinería: “Me dijeron ‘sí, puede ser’. Pero vos los cursos los presentás ahora y después de 18 o 20 meses te los dan. Así que financiamos nosotros esos primeros cursos y lo que aprendían lo practicaban en la escuela y salían con un certificado. Como eran muchos padres, hicimos una cooperativa de servicio por manzana en la que había un albañil, un electricista y un jardinero. Han pasado trece años y esa gente está trabajando”. Al año siguiente el Ministerio dio los recursos prometidos el año anterior e hicieron otros cursos en diferentes escuelas: “Hay que dar cañas de pescar, no pescados”, afirma Mónica.

Nuestra entrevistada nos comenta que no recibe casi nunca ayuda del Estado así que se financian con campañas ambientales: “Es muy poco lo que esta fundación en estos años ha recibido de ayuda del Estado. Ellos a lo sumo habrán colaborado con el 1%” reflexiona Zanier. Nos explica que su modo de financiación es recoger las donaciones de cartón, papel o plástico que da la gente o alguna organización. Luego llevan el material a una planta de procesamiento donde lo separan, clasifican, prensan y envían a la recicladora: “No nos pagan como si fuéramos una empresa. Nos hacen un reconocimiento por kilo. No facturamos IVA, pero bueno al ser una ONG no pagamos impuestos y ahí es como que se compensa” explica la mujer.

Mónica nos cuenta que llevaron a cabo muchas campañas pro ambiente. Una de ellas fue la que se hizo junto con el Hospital Garraham: reciclaban papel y hacían charlas sobre medioambiente. Después hubo una campaña de reciclaje de plástico y otra de separación de residuos: “Hay que reciclar porque si vos clasificás tu basura y la enterrás ordenadamente en un vertedero igual estas contaminando, sólo que ordenadamente”, nos explica Mónica.

Miembros de la Fundación se presentaron ante el Municipio, pidieron una reunión con el intendente, solicitaron ayuda, pero nunca recibieron respuesta. “La Fundación evita que se entierren cien toneladas de basura en el vertedero San Javier. Desde que asumió (Gustavo Sáenz) que le estoy pidiendo una audiencia y no conseguí nunca hablar con él. No le quiero pedir plata, le quiero contar lo que estamos haciendo con la Fundación y cómo podríamos complementarnos porque el intendente es el dueño de la basura, no el gobernador”, argumenta Zanier. Cuando Sáenz asumió, la Municipalidad le pidió a la Fundación que hiciera un proyecto para acabar con la contaminación de las peatonales: “Un mes estuvimos con voluntarios haciendo relevamientos. Hemos presentado todo: el problema, las fotos y no nos dieron respuesta”. Hablaron con el secretario de Ambiente y con algunos funcionarios que los trataron cordialmente pero sin darles una solución.

“Si nosotros no tenemos políticas públicas coherentes, vamos a enterrar basura prolijito, pero vamos a seguir enterrando. El salteño tiene que entender que las campañas ambientales, son campañas propias, que lo benefician. Nosotros tuvimos 2.023 emprendimientos productivos que venimos haciendo a lo largo de estos veinte años y para que un proyecto salga, el beneficiario lo tiene que tomar como propio” concluye Mónica.