En un fallo histórico, la Corte Suprema de Justicia, ordenó que se respete la voluntad de un paciente para que se suspendan las medidas médicas que desde hace 20 años prolongan artificialmente su vida. Se trata de Marcelo Diez quien en 1995 sufrido un accidente automovilístico en Neuquén.

El máximo tribunal tomó como válidos los testimonios de las hermanas del hombre quienes manifestaron conocer su deseo. Y ante ello, la Corte Suprema de Justicia de la Nación remarcó que a la hora de hacer efectiva la voluntad del paciente y proceder al retiro de las medidas de soporte vital «se adopten todos los recaudos necesarios para el adecuado control y alivio de un eventual sufrimiento del paciente» que se encuentra postrado desde 1995 con una grave secuela con destrucción del lóbulo frontal y severas lesiones en los lóbulos temporales y occipitales tras protagonizar un accidente automovilístico en 1995.

Según constancias del expediente, M.A.D. (las iniciales con las que hoy se conoció el caso de Marcelo Diez) «desde hace 20 años no habla, no muestra respuestas gestuales o verbales, no vocaliza ni gesticula ante estímulos verbales o visuales» y «carece de conciencia del medio que lo rodea, de capacidad para elaborar una comunicación, comprensión o expresión a través de lenguaje alguno». El paciente «necesita atención permanente para satisfacer sus necesidades básicas y es alimentado por una sonda conectada a su intestino delgado».

Con respecto a la decisión adoptada por la Corte Suprema, el máximo tribunal en realidad lo que hizo fue confirmar la decisión tomada por el Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Neuquén, ante la demanda promovida por las hermanas del paciente. Para resolver la cuestión, la Corte encomendó estudios a la Fundación Favaloro, los que corroboraron el carácter «irreversible» e «incurable» del paciente. Si bien el paciente no había brindado ninguna instrucción formalizada por escrito respecto qué conducta médica debía adoptarse en una situación como la que se encuentra en la actualidad, la Corte ponderó los testimonios de las hermanas del paciente, quienes manifestaron conocer su voluntad, detalló Página 12.

Las parientes manifestaron, bajo declaración jurada, que la voluntad de su hermano era suspender las medidas artificiales que lo mantienen vivo. En tal sentido «solicitaron la suspensión de las medidas de soporte vital que se le vienen suministrando desde hace dos décadas», consignó el fallo de la Corte. «Es indiscutible que M.A.D. es una persona en sentido pleno, que sus derechos fundamentales deben ser protegidos sin discriminación alguna y que, por ello, goza del derecho a la plena autodeterminación de decidir tanto de recibir las necesarias prestaciones como también cesar su tratamiento médico», sostuvo la Corte. «A ningún otro poder del Estado, institución o persona distinta de M.A.D. le corresponde decidir si su vida, tal como hoy transcurre, merece ser vivida», agregó.

El máximo tribunal, con la firma de su presidente, Ricardo Lorenzetti, y los ministros Elena Highton y Juan Carlos Maqueda, aclaró que el presente no es un caso de eutanasia. «En los casos de la eutanasia hay que actuar para interrumpir la vida, en el resulto por la Corte hay ‘abstención terapéutica'», explicaron las fuentes vinculadas al máximo tribunal.

La historia trágica de Marcelo Diez la reconstruyó en su edición digital de hoy el diario Clarín. Allí se registra que todo empezó un 23 de octubre de 1994, día de elecciones. Diez volvía de votar en Plottier (ciudad cercana a Neuquén capital) camino a su chacra, arriba de una motocicleta Yamaha 750 cuando colisionó contra un Renault 9. Entró a la sala de emergencias del hospital de la capital neuquina con la cadera completamente destrozada, fractura craneal y un cuágulo en el cerebro que podría acabar con su existencia de un segundo al otro. Un médico le comunicó a la familia que su estado era «gravísimo». Aun así, Diez logró reponerse lo suficiente como para, a través de sus ojos afirmar o negar las preguntas de las que era objeto y hasta llegó a leer alguna revista. El resto de su cuerpo estaba inmóvil pero las perspectivas comenzaron a mejorar y estuvo a punto de ser trasladarlo a terapia intermedia cuando un virus intrahospitalario lo dejó en estado vegetativo.

Desde entonces no volvió a despertar ni a mostrar signos de tener conciencia. La familia no bajó los brazos. Trasladó a Diez a Buenos Aires donde deambuló por la Fundación Favarolo, la clínica Bazterrica y el centro de rehabilitación ALPI. Finalmente el diagnóstico de los especialistas resultó definitivo. «Nos dijeron que era un vegetal», relataron hace un tiempo Andrea y Adriana, sus hermanas. A su regreso a Neuquén, lo ubicaron en la chacra de la familia donde acondicionaron una habitación para que recibiera los cuidados de médicos, enfermeras y terapeutas.

Aunque las hermanas sabían que el joven ya no volvería de la oscuridad en la que estaba inmerso nunca lo dejaron solo. Mientras tanto comenzaron a solicitar a la Justicia la autorización para suspender la actividad médica que lo mantenía vivo. «No hubo un clic ni ninguna revelación o un día específico: en realidad siempre lo supe», ha contado Andrea. «Tuve esta visión de dejarlo ir al año y medio del accidente, él hubiera querido eso. No escucha, no ve, no entiende, que lo dejen ir», señaló la mujer. En estos años de lucha para lograr una «muerte digna» para su hermano, recibieron decenas de cartas y mensajes de personas que las apoyaban pero también pedidos expresos de personas que no las conocían y que las trataban de asesinas, según contaron. A toda esta presión también debieron sobreponerse.

«Muy pronto el alma de Marcelo será libre. Gracias a todas las personas e instituciones que han ayudado para que se cumpla su deseo de no permanecer vivo en esas condiciones. Nunca más una persona será obligada a vivir sin dignidad y en contra de su voluntad», escribió hoy a la tarde Andrea en una red social. Diez permaneció en internación domicialiaria hasta el 2003. Ese año murió de cáncer, Trudy, su mamá y en 2008 lo hizo de un infarto su papá, Andrés.

Marcelo fue trasladado a la Casa de Salud «Amunche Ruca» financiada por la Asociación de Lucha Neuquina Contra el Cáncer (Luncec) en la que se encuentra en la actualidad. Este año el Luncec resolvió cerrar el hogar destinado a los pacientes oncológicos por lo que las hermanas debieron comenzar a buscar un nuevo centro de contención para él. El traslado estaba previsto para fines del mes pasado pero, según informaron las autoridades de la Asociación a las hermanas, no se aplicarían fechas rígidas para su caso.