El secretario de Modernización de la Municipalidad, Martín Güemes, presentó un nuevo sistema de atención al ciudadano que destierra el trabajo humano aprovechando las bondades de la inteligencia artificial. La modernización que preconizaban Taylor y Ford: condicionar al trabajador para disciplinarlo. (Franco Hessling)

El jueves último, la Municipalidad presentó un nuevo sistema para receptar reclamos e iniciar trámites de vecinos. La novedad es que se puede acceder online y a través de la red social F. Para la atención de los ciudadanos-usuarios no se emplearán humanos sino que se programará un software que responderá de modo automático y generará las diligencias tras solicitar determinada información estándar del vecino con el que chatea. La imagen es una buena metáfora de la paradoja del progreso: las inteligencias artificiales se abren paso en las relaciones, una realidad distópica en esencia, un diálogo entre un ente abstracto inhumano y un humano con un problema particular. Aún menos personal que la voz grabada que indica pasos a seguir discando tales o cuales números.

«Seguimos avanzando en el proceso de modernización que instauró el intendente (Gustavo) Sáenz y que se basa en aplicar tecnología para tener un gobierno más moderno y eficiente, complementando el trabajo que cada día realiza la Municipalidad», dijo, en el acto de lanzamiento del impersonal sistema, Martín Güemes, que como su muletilla devela, hace las veces de secretario de Modernización de la comuna.

El sistema presentado se conoce como “chatbot” que literalmente quiere decir la simulación de una conversación. Ya ningún salteño tendrá que lidiar con la cara de un humano que puede verse hastiado por el trajín del trabajo cotidiano y que por eso saluda sin mucho entusiasmo y pregunta sin interés: “¿Qué necesita?”. También se ahorrarán las sonrisas con los empleados que están de buen ánimo, y las lecturas forzadas en la espera a la atención al público. El “chatbot”, afirman especialistas que prefieren resguardar su identidad hasta que acaben con sus comprobaciones científicas al respecto, fomenta la actividad mental de imaginar en tanto uno debe ponerle fisonomía a esa inteligencia artificial que habla con la misma fluidez que una inteligencia carnal.

En la información referida al sistema “chatbot” dada a conocer esta semana por la Subsecretaría de Prensa de la Municipalidad, se hace alarde de que este tipo de iniciativas le han merecido laudos a la administración comunal. “Este proceso de modernización del Estado Municipal que impulsa el intendente Gustavo Sáenz se inició desde el comienzo de su gestión y le permitió a la ciudad obtener el premio internacional de ciudades digitales 2016 en conjunto con Medellín (Colombia), Miraflores (Perú) y Paraguay (sic)”. Detalle: los escribas de Sáenz confundieron a Paraguay con una ciudad.

La nueva-vieja derecha

Ni la fantasía más optimista de Frederick Winslow Taylor hubiese sido lo suficientemente ambiciosa como para proyectar el desarrollo actual de la tecnología que se emplea para prescindir de los humanos residuales, los trabajadores (adoptando la dualidad básica entre capital y trabajo). Taylor fue mentor de la «cientifización» del trabajo, junto a Henry Ford fueron artífices de métodos que se replicaron en el sistema mundial como la implementación de maquinaria productiva, el manejo de los tiempos de producción, y tales o cuales divisiones de tareas, entre otras cosas. Ciencia y técnica, combinadas, dan lugar a la tecnología, que al adjetivar reviste de progreso cualquier cosa (lo tecnológico).

La reseña es paso imprescindible, pues antes que Martín Miguel, Luis o Adolfo, los mentores de Martín Güemes, secretario de Modernización de la Municipalidad, se los halla en aquellos primeros hombres del capital que introdujeron técnicas del manejo del trabajo humano tendientes a volverlo simple y “automatizante”, monótono y sin que requiera mucha calificación. El actual secretario de Modernización de la ciudad, a más de cien años de Taylor y Ford, es de los que perfeccionó aquella primera mirada sobre el manejo de la variable trabajo -la más incidente en la famosa plusvalía- desde un punto de vista científico.

Esta semana, el Güemes de estos tiempos, se ufanó de la iniciativa digital que servirá para prescindir de todos aquellos a los que los promotores nacionales del “Cambio” llamaron “grasa”. Sus correligionarios locales, entre los que despuntan el jefe comunal y su secretario de Modernización, discutieron la continuidad de casi 800 contratos apenas arribaron al Centro Cívico Municipal en diciembre de 2015. El tamizado no fue solo de trabajadores, también alcanzó a las cuentas: algunos pasivos heredados -pautas publicitarias a medios, por citar algo conocido por quien escribe- jamás se cancelaron, se extinguió vínculos sin cumplir pagos adeudados por el municipio.

“Ya no es necesario que pongamos a diez personas a tomar los reclamos de la gente, sino que ahora esos mismos empleados están trabajando en encontrar la solución para el vecino”, dijo Güemes. Se cuidó de mencionar como redireccionamiento lo que en realidad es el artilugio neoliberal del sucedáneo inhumano, el reemplazo del trabajador por la máquina. Vaya prosperidad. Si la estratagema de Güemes es absolutamente cierta, nobleza obliga, la ciudad no tardará en volverse paradisíaca. Los vecinos realizarán sus trámites a la velocidad de internet y los trabajadores se desharán de esas tediosas tareas como atender al público y se volverán unos febriles “solucionadores” de problemas. Tropas de diez personas atendiendo al instante las demandas de cada barrio, el ideal de gobierno-empresa «moderno».

Basta un segundo de sobriedad para saber que, a estos paladines del “Cambio” los atraviesa la mirada gobierno-empresa de que todo lo que sólo los regentes pueden garantizar el desarrollo. Por lo tanto, es de esperarse que más que una dotación infalible de escuadrones de «solucionadores» de problemas, estos métodos sirvan para extirpar los triglicéridos que le sobran no solamente a las administraciones estatales sino también al mercado laboral en su conjunto. Menos humanos, esos que hacen huelgas y otro tipo de bajezas, y más máquinas al servicio de la eficiencia.

Aires de progreso, la civilidad de Sarmiento y la nación de Alberdi. El mayor mérito de la nueva-vieja derecha salteña (el silbido bajo de un fenómeno mundial que en Francia se llama Marine Le Pen, en Estados Unidos Donald Trump y a nivel nacional Mauricio Macri): reconcilia a padres fundadores del orden nacional canónico en un conservadurismo que ya no reconoce matices, le da igual Sarmiento que Alberdi, Cornelio Saavedra que el marqués Feliciano Fernández Campero, Pedro de Ángelis que Valentín Alsina, el dean Gregorio Funes que el fray Francisco de Paula Castañeda. Probablemente, Gustavo Sáenz, tan defensor del tradicionalismo, no los conozca más que por nombre y sin embargo los revindique a todos por igual como «próceres de la patria».

De acuerdo a las consignaciones que le hiciera el servicio de prensa del municipio, Güemes también expresó esta semana: «Estas medidas permiten mejorar los tiempos de respuesta, controlar a nuestras áreas y ser más eficientes en el uso de nuestros recursos atendiendo mejor al vecino». Los empleados de carne y hueso, soliviantados y holgazanes como los humanos que nacen lejos de la decencia, son el recurso al que hay que condicionar para poder subyugarlo; cuanto más prescindibles los trabajadores, más sólida la dominación del capital, sea en una empresa o en un gobierno, o, como en este caso, en un gobierno-empresa.

La puesta en marcha del sistema digital para que un software programado reciba reclamos a través de la red social del «Me gusta», se vitoreó clarificando cuál es la idea de progreso de la que hablan las autoridades municipales. No tiene que ver con el conservadurismo todo lo vale, ni con los chistes que podrían hacerse sobre el anacronismo que representa que un apellido de lastre decimonónico -Güemes- encabece el proyecto de modernización, se trata del rechazo que profesan por todo lo que no tenga que ver con la defensa del statu-quo. Intentan que todos asuman como cierto que su realidad de vida es justa y que si presenta carencias es porque no se está poniendo suficiente esfuerzo. Como se suponía en el Medioevo. La salvación individual, tal como la propone el catolicismo, ataviada con caridad y un barniz de filantropía.