Entrevista a Sonia Sánchez, autora del libro «Ninguna mujer nace para puta». 

Durante casi seis años fue víctima de la explotación sexual. “Me convertí en la puta de todos”, dice. Pero logró salir de aquel infierno en el que fue vejada, insultada y golpeada por hombres que la trataron como mera mercancía. Tras una violación en grupo que la mandó al hospital, dijo basta. Su historia está en el libro “Ninguna mujer nace para puta”.

– A usted no le gusta la palabra cliente.
– No, porque las putas no tienen clientes. Tienen puteros, varones prostituyentes o torturadores prostituyentes. Es una tortura psicológica y emocional. Ellos pagan por violar a una mujer.

– Se vio abocada a la prostitución con apenas 16 años. ¿Perdió la virginidad así?
– Sí y fue muy violento. Por eso mi lucha es sobre la prevención. Que la sociedad y, sobre todo, los hombres, comprendan la violencia que es la prostitución. La identidad de trabajo sexual ni siquiera ha sido parida por las putas. Es un término que sirve para maquillar la realidad.

– ¿La puta elige?
– No, eso es mentira. El precio lo marca la cantidad de mujeres prostituidas que hay a tu alrededor. Lo pone lo vieja que estás. Hoy están traficando a niñas desde los 12 a los 18 años. Si tienes 30 ya eres vieja. Los hombres deben comprender esta violencia. Sin puteros que vayan de putas, no hay putas.

– Usted habla de manera descarnada de lo qué significa ser explotada sexualmente. 
– Es así. Se nos convierte en un objeto de uso y abuso. Ni siquiera eres un cuerpo cuando eres puta. Te convierten en una boca, en una vagina, en un ano. Somos un objeto de comercio.

– ¿Qué suponen para usted la prostitución o la trata de mujeres?  
– Lo comparo con los nuevos campos de concentración. Las mujeres traficadas no pueden escapar. Primero, porque tienen miedo, están amenazadas o tienen hijos dentro de la prostitución que sirven de ancla. Después, porque la prostitución es un gran negocio para otros, no para la mujer prostituida. Porque, ¿qué derechos tiene una puta?

 Diría que ninguno.
– ¿Derecho a ser penetrada bucal, vaginal o analmente cuántas veces por día? ¿Ese es un derecho? Te dicen que te vas a jubilar como puta. ¡Guau! ¿Un derecho es ese, jubilarse como puta? ¡Un puta nunca decide sobre su cuerpo, no decide nada!

– ¿Cómo se sobrevive a todo esto? 
– Te adormeces. Te anestesias. No sientes nada. En la prostitución no existen las caricias, solos los manoseos. En la prostitución no existen los abrazos, solo hay violencia. Los puteros no compran sexo porque esa puta no vende nada, ni siquiera su cuerpo, que tampoco le pertenece. Los puteros lo que hacen es practicar la violencia como sexo.

 Muchos están casados, además. 
– Diría que el 90 por ciento. Siempre sostengo que, como sociedad, vivimos una sexualidad precaria y violenta.

– Después de las cosas terribles que vivió, ¿cómo se recuperó? 
– Bueno, ha sido un proceso que me ha llevado años. La prostitución destruye todo. Fui prostituida a los 16 años, traficada a los 17. Hoy tengo 53. La vergüenza y el dolor es la marca que van a llevar siempre las putas. La vergüenza de haber sido la puta de todas y de todos. Yo la trabajé y comprendí que esa vergüenza no me pertenecía. Que le pertenecía a los miles de puteros que pasaron por mi cuerpo y también a mis gobernantes. El dolor lo sigo trabajando todavía.

– ¿Qué le hace seguir adelante? 
– La rabia. Pero la rabia entendida como combustible, no algo que me convierta en una mala persona. Para mí, mi bandera y mi abrigo cotidiano son, lo han sido siempre, la desobediencia y la rebeldía.

Fuente: lavozdealmeria