Diferentes visiones sobre la imagen de una mujer vilipendiada por algunos, reconocida por otros, y sin duda una figura relevante en la gesta independentista.
Por el comentario asombrado que me hizo llegar una socióloga porteña, la Dra. Laura Magdalena, interesada en hacer un estudio sobre el aspecto social de la hermana de Güemes como “protectora del pobrerío”, y que se puso en contacto conmigo por mi libro sobre Carmen Puch de Güemes y mi “Romancero de Güemes”, supe que Gregorio Caro Figueroa caracterizaba a Macacha como una mujer violenta, en un artículo que publicó criticando la “Desacertada asignación del nombre de Macacha Güemes al Centro de Mediación”. Cito de su trabajo: “El general José María Paz en sus “Memorias”, publicadas en 1855, la menciona como ‘mujer ambiciosa, intrigante y animosa’”.
Caro no puede desconocer que en esas mismas Memorias, el Gral. Paz tuvo juicios despectivos también sobre nuestro héroe, del que afirmaba “empleó el bien conocido arbitrio de los caudillos de indisponer a la plebe con la clase más acomodada de la sociedad. (…) Este caudillo, este demagogo (…)…era además relajado en sus costumbres, poco sobrio, y hasta carecía de valor personal, pues jamás se presentaba en el peligro.” (!!)
Alguien que afirma semejante infundio, tamaña infamia sobre Güemes, ¿puede ser válidamente citado para avalar una caracterización negativa sobre su hermana Macacha? ¿O Caro Figueroa coincide también con aquellas apreciaciones?
Otra referencia que toma para avalar esta estigmatización de Macacha ¡es una novela! Cito: “En la novela histórica “Don Martín”, del autor salteño Fernando Figueroa (1994) se pone en boca de Dámaso Uriburu, opositor a Güemes: “Tengan presente que esa Macacha es la verdadera policía de Salta. Ella todo lo oye, todo lo ve, todo lo sabe. No es de confiar”. 
Citar una novela para caracterizar a Macacha, donde además el autor pone en boca de un furioso opositor a Güemes, Dámaso Uriburu, un aserto despreciable sobre ella, revela estar “muy flojo de papeles”, y tener tan manifiesta animadversión por  el  rol que jugó “la hermana del guerrillero”, que busca en cualquier lugar para refrendar lo que piensa.
Ennumera luego algunas citas contradictorias de Bernardo Frías sobre nuestra Macacha, algunas encomiables, otras coincidentes con su apreciación.
Pero ya que se trata de buscar donde sea citas para denostar a Macacha, le propongo una cita más, de un libro de otro académico del Instituto Güemesiano (como Caro Figueroa): Luis Arturo Torino, en su libro “Salta. 1821 a 1835” dice: “Doña Magdalena (Macacha) había adquirido un enorme prestigio entre la canalla (sic) de la ciudad y las masas de la campaña. (…) El mismo carisma parecía poseer la “Tesorera Güemes”, madre del general, quizás porque en su figura se reflejaba la adoración irracional (sic) de las muchedumbres por su difunto hijo”.
Repudio absolutamente estas infamantes afirmaciones (“canalla”, “adoración irracional”) Y me presto a cualquier debate, oral o escrito, sobre esto y temas conexos.  Ya antes refuté afirmaciones de  la Presidente del Instituto Güemesiano, Prof. Ercilia Navamuel,  en  una carta publicada en Diario El Tribuno del 27 de marzo de 2005, donde demostraba su error histórico inadmisible,  al pretender asegurar ella que ningún salteño tuvo nada que ver con la emboscada donde hieren de muerte a Güemes, refutación la mía que por supuesto no tuvo respuesta alguna, aunque se difundió como reguero de pólvora. 
Pero es cierto:  Caro Figueroa tiene razón cuando afirma que Macacha y doña Magdalena tuvieron que ver con más de una violenta jornada luego de la emboscada que tendieron  a Güemes, hiriéndolo de muerte a él y a la estrategia sanmartiniana. Pero ¡de qué estamos hablando! Las pasiones agitaban y dividían a los salteños entre sí desde tiempo atrás; en Salta más de una conjura contra Güemes había sido abortada , la de 1820 sin ir más lejos: hacían pocos meses que habían salido perdonados los comprometidos con la conspiración de la Patria Nueva, cuando “echando al olvido la generosidad del vencedor, que con todo en la mano bien pudo haber hecho de ellos cuanto quisiera, se lanzaban de nuevo y con doble ardor y decisión a derribarlo” (pág 28 de Bernarndo Frías, T. 5 de la Historia del General Martin Güemes). 
El 24 de mayo de 1821 dieron un golpe de estado estando Güemes ausente, donde “las víctimas” de Macacha y doña Magdalena dijeron de Güemes, entre otras atrocidades: “Transformado en Deidad Superior a los de su especie, empuñó el cetro de hierro más duro que cuantos tuvieron los Calígula, los Nerones y demás tiranos de la historia. Desde su colocación en el gobierno, sus primeros empeños fueron perpetuarse en él, engañar a la muchedumbre, alucinarlas con expresiones dulces sin sustancia, imitarla en sus modales, alargar liberal la licencia; fomentar los vicios, deprimir la virtud. Veis los medios que le dictó su ambición rastrera, llevada del deseo de subyugarnos. Despreciar al honrado ciudadano; ponerle alevoso las manos, fulminarle causas bajo aparato de crímenes supuestos; condenarlo sin publicar el delito, quitarle sus bienes hasta arruinarlo y constituirlo en la miseria; invertir el orden; disponer de las propiedades a su antojo, devorarlas, aniquilarlas y consumirlas: chocar con las primeras autoridades del Estado, oponerse fuerte a sus determinaciones, minar para su desplome y no reconocer superioridad; ser el principal motor de la anarquía geminada en las demás provincias que forman el continente…Veis ahí los efectos de su despotismo, dilapidar los fondos públicos, convertirlos a su patrimonio, acrecentarlo con el comercio exclusivo que escandalosamente ha sostenido con el enemigo, oprimir al vecindario con frecuentes y gravosas contribuciones, aplicadas a sólo su beneficio; tiranizar al soldado, faltarle aún a sus precoces intenciones, no darle más alimento que el que vosotros le habéis proporcionado siempre; turbar el sosiego del gaucho, perjudicarlo en sus virtuosas tareas con las continuas citaciones y comparendos a custodiar su persona; no proporcionarle en premio la menor utilidad compensatoria de sus fatigas, prescindir de sus necesidades indolente, sacrificarlo al peligro en las invasiones del tirano: abandonar el país a la discreción de éste, huir entre tanto cobarde, sin el menor rubor por los montes, agriando el fruto de sus rapaces uñas y regresar sobre el inocente pueblo a descargar el golpe de sus despechos”. 
Esta atrocidad infame contra Güemes, es sólo un fragmento de todo lo que “consideraron” los “patriotas” para deponerlo, y está firmado entre otros por el mismo Dámaso Uriburu que cita Caro de la novela de Fernán Figueroa, hablando infamias de Macacha, como supuesta prueba de lo que ella era. Lo que he transcripto, es sólo un fragmento del manifiesto de la «Revolución del Comercio» del 24 de mayo de 1821, contra Güemes. Siete días después, el 31 de mayo, al regresar Güemes de Tucumán, recupera el poder sin disparar un solo tiro, vitoreado por los mismos gauchos que debían prenderlo. 14 días después de aquel infame manifiesto (el 7 de junio de 1821) lo hieren de muerte en una emboscada que le tienden las fuerzas realistas, guiadas por los mismos «revolucionarios» que aceptaron luego  jubilosos a Olañeta (el general realista que fue vencido una y otra vez por Güemes) como gobernador. Los «patriotas»  firmarían luego un armisticio con los godos, «el indigno armisticio de Salta», para decirlo con las palabras de San Martín. 
Güemes, agonizante, hizo jurar a los jefes presentes y a los gauchos que velaban por él, que serían fieles a la patria hasta derramar por ella la última gota de su sangre, antes que capitular con los tiranos españoles.
Está muy claro entonces que Güemes habría calificado como traición a la patria el armisticio que Salta firmara poco después con los realistas, “el indigno armisticio de Salta” como ya dijimos que lo calificara San Martín. Es evidente que doña Magdalena y Macacha así lo consideraron también. Y eso signó, sin duda alguna, todos los acontecimientos violentos que se sucedieron después. 
Ahora, Gregorio Abelardo Caro Figueroa deberá explicar qué tipo de conducta tendría que haber tenido ante todos estos sucesos, Macacha, para ser bien considerada por él. 
Hasta donde sé, no hay prueba alguna de que Macacha le hubiera dicho a Güemes que tenía “mano blanda” con sus adversarios, y que haya sido excesivamente considerado con los que habiendo sido primero colaboradores suyos, después fueron opositores a él. Pero si lo hizo, ojalá Güemes le hubiera seguido el consejo. Para ello, y para terminar, cito solamente un fragmento de una carta de Güemes a Belgrano, el 27 de noviembre de 1817: Esta es la peor y más sangrienta guerra que nos devora. No merecemos ser libres: confesémoslo sin rubor. (…) esta es la única esperanza que tienen aquellos para sojuzgarnos: la guerra intestina; porque conocen nuestra debilidad y porque saben que no castigamos los delitos, ni premiamos la virtud. (…)
(…) No puedo pasar en silencio, la conducta y perverso manejo de Archondo y Ormaechea; Ud. sabe que al primero no quise hacerle mal alguno, y, que al contrario lo recomendé y aún después he servido a su casa en varios asuntos en que me han ocupado. Al segundo, no le dije una sola palabra cuando vino a ésta. Visité a su madre y me le ofrecí con franqueza; pues en pago de esto, no tienen en Buenos Aires más ocupación que de denigrar mi nombre y hablar como unos descosidos de mis operaciones, vistiéndose del traje de celosos; así es que el mejor epíteto con que me nombran en público es el de pícaro, sin que haya uno que les tape la boca. Ya me he cansado de sufrir y protesto hacer con estos o con cualquiera otro perverso que venga, un ejemplar que aterre y escarmiente a los demás. Téngalo Ud. así entendido y si llega el caso de verlos, hágame el gusto de decirle que vale más que no vengan.
Belgrano respondió con una misiva que, en mi opinión, no llegó a mensurar debidamente el poder que podían llegar a tener estos enemigos reales de la revolución de mayo, comparándolos con perros chicos que ladraban a los perros grandes. 
“(…) El tal Archondo y el tal Ormaechea y otros muchos brutos americanos están empeñados en descubrir todo el veneno de la envidia que los devora; pero sabe Ud. que más, que son despreciados por los hombres de bien y les oirá alguna canalla como ellos que no tiene influjo en la sociedad. A Ud. le tiran, al Supremo Director, al Congreso, a mí y a cuantos no son iguales a ellos; por lo que hace a mí les dejaría ladrar hasta que se cansen y haría con ellos lo que el perro grande con los chicos; es imposible mi amigo y compañero libertarnos de lenguas maldicientes: sigamos el camino del honor y que griten cuanto les dé la gana.” ¡Cuánto se equivoca Belgrano! El tal Atanasio Archondo comandará el pelotón que el 7 de junio de 1821 herirá de muerte a Güemes, y su padre, Tomás Archondo, aceptará ese mismo día 7 e inmediatamente, el cargo de gobernador realista, y cuando el 19 de junio, a dos días de la muerte de Güemes, lo asume el general Olañeta, el mismo al que Güemes escribiera aquella carta ejemplo de dignidad humana y patriótica ante sus amenazas militares y rastreros ofrecimientos, publica un bando jubiloso que ha de haber herido de muerte a Carmen Puch tanto como la propia muerte de su esposo. Y ni hablar de Macach y Doña Magdalena. Quizá Gregorio Caro hubiera preferido que Macacha y la madre se dejaran estar, como Carmencita, que sobrecogida de dolor por la muerte de su tercer hijo, la muerte de su adorado esposo y las atrocidades que sobre él se decían, se dejó morir..
Por último, compárese a quienes llaman “canalla”, Belgrano por una parte y el académico del Instituto Güemesiano Torino, ambos citados en este escrito. Belgrano guarda ese término a los que pudieran escuchar a los Archondo y Ormaechea, esto es, a los enemigos de Güemes. Torino a los que apoyaron hasta dar su sangre a Güemes y luego a Macacha y su madre. Recordemos la cita: “Doña Magdalena (Macacha) había adquirido un enorme prestigio entre la canalla (sic) de la ciudad y las masas de la campaña. (…) El mismo carisma parecía poseer la “Tesorera Güemes”, madre del general, quizás porque en su figura se reflejaba la adoración irracional (sic) de las muchedumbres por su difunto hijo”.
Termino con una cita de una carta de Güemes a Belgrano, donde deja bien claro quienes estaban con la revolución, y quienes sólo querían aprovecharse de ella: 
El 13 de febrero de 1818, Güemes, en contestación a una carta de Belgrano, le confirma:
Confieso como Ud. que el patriotismo se ha convertido en egoísmo y lo peor es que este mal va grazando todos los pueblos. (…) Semejante apatía e indolencia, obliga a tomar providencias sensibles y lo cierto es que si hemos de salvar el país, es necesario cerrar los ojos y los oídos y tomar la calle del medio.
Así lo he hecho estos días, pero ni eso me ha valido. Creí que asustando un poco a estos caballeros, se ablandarían y me socorrerían, pero me engañé. Hice correr la voz de que los llevaría conmigo a la vanguardia y que para quedarse darían alguna cosa para ayuda de los que trabajan, pues con todo este aparato, no he conseguido otra cosa que calentarme la cabeza. Se juntó todo el vecindario en la casa del alcalde de 1er. voto y entre todo, apenas han dado cuatro porquerías con que se han auxiliado 30 gauchos y esto dando a uno una camisa, a otro un poncho de picote y a otro un pedazo de jerga vieja. ¡Qué tal! Caballos, unos cuantos, acaso los peores que han podido hallar, de suerte que con dificultad llegarían a Jujuy.”
A vista de esto ¿cómo no he de alabar la conducta y la virtud de los gauchos? Ellos trabajan personalmente y no exceptúan ni aun el solo caballo que tienen, cuando los que reportan ventajas de la revolución, no piensan en otra cosa que en engrosar sus caudales”. 
El trabajo citado de Caro Figueroa termina afirmando “Con la equivocada imposición por parte del gobierno de Salta, del nombre de Macacha Güemes al Centro de Mediación, (…) culmina la escalada de leyendas en torno a Macacha Güemes, ficciones alimentadas por quienes intentaron subestimar al general Güemes presentándolo como un simple ejecutor de las decisiones que le dictaba su hermana.”
¡Jamás, pero jamás, he leído una afirmación semejante de ningún historiador o comentarista! Por el contrario, en todo caso, se me ocurre pensar que más de uno que no se atreve a criticar hoy al General Güemes con las infamantes palabras que lo criticaban los revoltosos de la “Patria Nueva”, lo hacen indirectamente infamando a su hermana y madre, que indudablemente participaban del ideario y la acción de su hijo y hermano.
Por David E. Slodky