Los lefebvristas están presentes en Salta. En Villa Soledad existe una capilla donde se da misa de espaldas y en voz baja. Una costumbre del siglo IV que se mantiene viva gracias a estos polémicos adherentes ultracatólicos liderados por sacerdotes que niegan el Holocausto. (Federico Anzardi)

En Villa Soledad, a cuatro cuadras de la terminal de ómnibus, pasando el boliche Skombros Forever, se encuentra la capilla Nuestra Señora del Carmen, que depende de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.

Es una iglesia linda, pequeña, con capacidad para unas 250 personas sentadas. Difiere mucho de los majestuosos y turísticos templos del centro de la ciudad. Se asemeja más a una capilla barrial o de pueblo perdido. Tiene tres o cuatro imágenes, un confesionario, y algunos pocos cuadros. El resto es pura austeridad. Paredes blancas, pisos relucientes, silencio pesado. Son las siete y cuarto de la tarde y el cura ya va por la mitad de su misa diaria. Está de frente al altar, al fondo del lugar. Está de espaldas a todos. Pero no hay nadie.

Nuestra Señora del Carmen es uno de los refugios salteños de los lefebvristas, una rama cuestionada de la Iglesia Católica. Polémicos por su fortaleza ante la innovación, por su reticencia a todo lo que huela a cambio, los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X son tan conservadores que realizan una misa que tiene códigos instalados en el Siglo IV y son liderados por un obispo inglés que niega el Holocausto.

Lefebvre, el origen

El arzobispo francés Marcel Lefebvre (1905 – 1991) fundó en 1970 la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, de carácter ultramontano. En 1988, Lefebvre consagró a cuatro obispos sin la autorización del papa Juan Pablo II, lo que le valió la excomunión a los cinco. Entre los consagrados se encontraba el argentino Alfonso de Galarreta y el inglés Richard Williamson, quien aseguró no tener pruebas de que los nazis hubieran exterminado judíos mediante cámaras de gas. A fines de 2013, la sede italiana, sin vueltas, organizó los funerales del oficial de las SS Erich Priebke.

La polémica entre el Vaticano y los lefebvristas surgió porque los miembros de la San Pío X rechazaban lo establecido en el Concilio Vaticano II de 1962, promovido por Juan XXIII, intentando aggiornar la Iglesia. En 2009, Benedicto XIV les dio el indulto a los cuatro obispos.

Los curas lefebvristas dan misa a la vieja usanza, en latín y de espaldas a los fieles. La Misa Tridentina, para la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, “es la única manera católica, es decir universal, de oficiarla, acomodada para que sea escuchada por toda persona bautizada del mundo sin importar su idioma o nacionalidad”. Para estos fieles conservadores, la misa en latín “es la expresión perfecta de las verdades inmanentes de la Iglesia Católica”.

En Argentina, los lefebvristas están instalados en Córdoba, Buenos Aires, Corrientes, Jujuy, Río Negro, San Luis, Santa Fe, Tucumán, Mendoza, Santiago del Estero y Salta. En nuestra provincia, además del templo Nuestra Señora del Carmen, en el barrio Grand Bourg existe un priorato (una palabra que gracias al Código Da Vinci estará ligada para siempre a las conspiraciones político-religiosas de gran escala), y una capilla en Tartagal.

Polémica salteña

El 3 de febrero de 2000, Clarín publicaba un artículo titulado “Polémica por la apertura de una Iglesia disidente en Salta”. Se refería a la capilla Nuestra Señora del Carmen. La oposición a esta rama del catolicismo era tan grande que la discusión se instalaba a nivel nacional. En enero de ese año, el monseñor Mario Cargnello, quien ya era el arzobispo de Salta, había escrito un largo texto donde aseguraba que los “sacerdotes lefebvristas que atienden la llamada capilla Nuestra Señora del Carmen no están en comunión con la Iglesia católica”. Argumentaba su posición explicando que “continúan en el movimiento creado a partir del cisma provocado por la ordenación de obispos sin autorización de la Sede Apostólica”. “Por ello -continuaba Cargnello- no están en comunión con la Iglesia arquidiocesana. Como consecuencia de ello no se someten a la autoridad episcopal ni a las disposiciones existentes. (…) La catequesis que allí se imparte no es válida ni suficiente para la formación presacramental de los fieles católicos. Desaconsejamos a nuestros queridos fieles, participar en dichas propuestas formativas. (…) Los bautismos que allí se administran son ilícitos. (…) Es inválida, para los fieles católicos, la celebración del sacramento de la reconciliación (o penitencia o confesión) administrada por los sacerdotes lefebvristas. (…) Es inválido para los fieles católicos, el matrimonio bendecido por sacerdotes lefebvristas o en la capilla atendida por ellos”.

El artículo de Cargnello, que se puede leer completo en la página de la Agencia Informativa Católica Argentina (aica.org), aconsejaba a los fieles católicos “abstenerse de frecuentar una comunidad que los ha de formar en un espíritu ajeno a la Iglesia. No se puede ser la Iglesia contra la Iglesia”.

El entonces prior de la Fraternidad San Pío X, Luis Canale, le respondía a Clarín que el documento le parecía “de una dureza inusual y desproporcionada”. “¿Tendrán miedo de perder clientes?”, se preguntaba.

En noviembre pasado, el obispo de Zárate y Campana, en la provincia de Buenos Aires, emitió un decreto donde aseguraba que “no es lícito a los fieles católicos participar de la celebración de la misa en estas condiciones, ni requerir ni recibir sacramentos por parte de los sacerdotes de la citada ‘Fraternidad Fraternidad Sacerdotal San Pío X’, incluso en lugares privados tomados como lugares de culto, sin excluir, en caso de pertinacia, también las penas ferendae sententiae que puedan aplicarse, con el espíritu eclesial y de tutela de los fieles”.

Marketing global

La capilla Nuestra Señora del Carmen es un lugar mucho más dispuesto que los templos convencionales para la introspección que exigen las religiones. El silencio del sacerdote y la nula atención que dispensa hacia los feligreses obliga a pensar, a la meditación y también a preguntarse si el tipo que está ahí adelante haciendo gestos sin mediar palabra en voz alta no estará haciendo magia para la tribuna.

¿Cómo saber si la misa está siendo llevada delante de manera correcta? Para eso está el Ordinario de la Santa Misa, que no es un tipo poco elegante disponible en la capilla, sino un libro donde se explica el origen y las razones por las cuales la Fraternidad San Pío X se maneja de estas maneras tan ligadas a los libros de Historia Antigua.

En el libro se lee que el canon de la Santa Misa Tridentina estaba completo en el año 399 y que esta ceremonia no es un lugar cómodo. “No es una reunión social que sirva para halagar los sentidos, ni mucho menos un estímulo para favorecer el sentimentalismo. Muy por el contrario, es la aceptación de la soberanía infinita de Dios y de sus perfecciones con la sumisión absoluta de la criatura para con su Señor y Creador”, explica el Ordinario en el ítem “¿Qué se puede decir de las personas que objetan tener dificultad para entender el latín, por lo que les resulta ‘aburrida’ la Misa?”.

La razón para que la misa sea en latín es universalizar la ceremonia. Que cada fiel, en cualquier parte del mundo, pueda estar en contacto con Dios de la misma forma. Los lefebvristas, como la Coca Cola, se mantienen inalterables en todo el mundo.

En la capilla, en una mesita ubicada al costado de la entrada, está el Ordinario, que tiene anotado un “¡Por favor no llevar!”. Además, folletos varios y también un sector especial que se pregunta “¿Por qué deben usar velo las mujeres?”. Lamentablemente, los folletos que lo explican no están.

Al no haber nadie en el lugar, más que el sacerdote, que continúa con la misa de espaldas y en voz baja, los ruidos externos se amplifican. Los autos pasan, una pala entra en algún montículo de tierra y arroja su carga. Hay cumbia a volúmenes muy altos en algún sector del barrio y sus ecos llegan hasta el templo, musicalizan la performance silenciosa.

El altar está compuesto por seis velas apagadas y dos encendidas, un cirio pascual, banderas del Vaticano y de Argentina, una Biblia, una imagen del Señor del Milagro y un mantel blanco. Cuando el sacerdote termina la misa, de media hora de duración, sopla las velas, toma los elementos de la comunión y se apresta a llevárselos para guardarlos en una habitación contigua. Antes, se arrodilla varias veces. El ventilador que está al costado y le revoleaba la vestimenta se mantiene encendido. El cura se retira como entró: callado. Por hoy ya está. Estuvo en comunión con Dios. Encandila a su muerte y se va. Sólo queda el olor de las velas apagadas.