Hoy sábado en el Centro Cultural Antonio Cortéz (Florida 650) se presenta el poemario Cumulonimbus, de Flor Arias, publicado por Killa, editorial que lleva adelante Fernanda Salas. Conversamos con ambas y nos hablan del libro, la edición y demás cuestiones. Salta es tierra de poetas, mujeres poetas. (R.R.)

Cada uno busca las formas para explicarse a sí mismo, no necesariamente para lograr un auto(re)conocimiento, sino muchas veces porque un rodeo seguido de alejamiento siempre será necesario para adquirir otra perspectiva -una más dislocada, si se quiere- de aquello que creemos comprender pero que en el fondo no cazamos; y puede que algunos lleguen a encontrar los canales exactos mediante los cuales decir no sólo eso que los hace de la piel para adentro, sino también arriesgar una visión de todo lo que en algún momento los rodea. La escritura, es tal vez para muchos, ese canal. El del reconocimiento de uno en medio del todo.

Uno intuye, cuando lee el poemario de Flor, que ella ha encontrado en la acumulación de palabras y en el desorden virtual ese algo que hace falta para explicarse y explicarnos cómo una mina que anda en una bici rosa escuchando melodías indie en el mp3 y es tan agradable cuando se conversa con ella, puede tener un monstruo que reside en su interior y quiere devorarlo todo de una sola bocanada. Algo así como la vieja dicotomía de Jekill y Hyde, pero sin tanta alegoría. Esa división pasional que reside en todos nosotros, donde lo sublime está pegado a lo crudo y visceral. En ese lugar caótico es donde la escritura debería residir, no en la tranquilidad de lo únicamente deseable, sino en el transcurrir entre una belleza y otra. En esos momentos en los que pareciera nada sucede y sin embargo todo está pasando en simultáneo. De sólo pensarlo uno llega a sentirse de ácido en un cine 3d.

Cosa de minitas

Flor tiene hace casi 10 años un blog (bajounanube.blogspot.com) en el que publica bajo el nombre (alter ego quizás) de Goia Arias; fue de esos escritos que van del verso a la prosa y sus otras variantes que la también escritora y ahora editora (Killa) Fernanda Salas sacó lo que compone el primer libro de Flor, Cumulonimbus, cuya tapa -diseñada por Belén Martínez (BUO)- tiene un paraguas abierto al que le llueve por dentro, un buen resumen de la lectura que se puede encontrar en el interior de esas páginas, ahí donde parece que por momentos todo funciona al revés.

El paso de un formato a otro, de lo virtual a lo físico, de los ceros y unos informáticos al papel y la tinta, tal vez obedece a un cierto aprecio que todavía algunos encuentran al tener un libro entre las manos, al detenimiento que esto implica y a la seducción del papel que te puede cortar si lo manipulas mal. Conversando con Fernanda, ella nos cuenta porqué la decisión de internarse en el laburo de seleccionar y armar un libro a partir de las más de 150 entradas que tiene el blog hasta la fecha (no todas son escritos, también hay imágenes pero en menor medida), para ella esto implica “darle otro tipo de circulación. No mucha gente sigue los blogs, esa es una comunidad más cerrada, pero estamos tratando de abrirla. Sigo el blog de Flor desde hace un tiempo, me gusta lo que escribe, me parece muy actual y a la vez no estoy muy segura de que ella lo sepa. No sé si lee poesía contemporánea. Supongo que tiene una influencia de la música que escucha (son lecturas que hago, no hablamos tanto con flor y nunca hablamos de esto), me gusta lo simple. Es un poco naif o quiere serlo, pero también violento”. Ya en el plano meramente editorial, más allá del cambio de formato y de la publicación, Fernanda nos explica que esta publicación también se hace, en parte, “porque no hay tantas poetas mujeres y jóvenes en Salta. No la conocen a flor tanto por ese lado. No sé si a alguien puede importarle lo que yo creo, pero me preocupa mucho la difusión de la poesía en general. Creo en la autogestión y busco la manera de generar espacios de lectura. El que escribe no es nada si no hay otro que lea o escuche del otro lado. Bueno, supongo que para todos los artistas es así”.

La difusión de artistas locales es algo en lo que Fernanda ha puesto tiempo, dinero y cariño en los últimos años. Organiza ocasionalmente unos encuentros titulados Pollerapantalón, en los que -junto a más gente- convoca a escritores/as y músicos jóvenes para que compartan lo que producen en una conjunción de música y poesía, entre 2014 y 2015 se realizaron tres encuentros, para este año tiene planificados otros más.

En cuanto a la existencia de la editorial Killa, nos comenta: “cuando empecé (que fue en el 2010, creo) nunca pensé que iba a editar libros de otros, lo hacía con los míos como una manera de mostrar. Tampoco pensé que iba a durar tanto. Elegir hacer mis propios libros era una posibilidad de hacerme cargo de lo que hago y mostrarlo sin la aprobación de nadie”. Hasta ahora lleva editados Síntesis del laberinto (2010), Cuentos niños para chicos grandes (2011), Elementos (2011), Las visitas (2013), No somos indies (2013), todos ellos de su autoría, excepto el último que comparte la creación con Pablo Espinoza; además ha editado dos libros de otros autores: Caballitos voladores entre los cables de alta tensión (Rodrigo España – 2014) y Cumulonimbus (Flor Arias – 2014).

En la nube

El tipo de nube que le da título al libro tiene ciertas características que nos pueden dar otra pauta en la lectura. Si usted no conoce cuál es la diferencia entre una nube y otra pues tenga en cuenta que cuando hablamos de cumulonimbus nos referimos a esas nubes rechonchas como pochoclo fractal que parecen suaves y acolchonadas, esas con las que uno se cuelga buscando formas que no son más que reminiscencias pareidólicas. Cualquiera, con el estímulo correcto, puede ver la cara de Güemes en una nube.

Esta posibilidad de varias lecturas es también una constante en los textos del poemario cuyo nombre nos lleva a pensar en la suavidad de una nube que sin embargo tiene dentro una carga de energía responsable de las tormentas eléctricas y lluvias tórridas. Esa misma nube que parece un colchón de plumas puede convertirse en la ira de Zeus de un momento a otro y cagarte la vida con un rayo. Hay que tener cuidado.

La escritura del cuerpo es una constante en la poesía local de los últimos años. Los escritores abandonan un poco el paisaje general para contarse a ellos mismos y Flor no escapa a esta cuasiregla. Ella se mira y se describe, piensa en lo que rodea y conforma también su cuerpo que no escapa al embole generalizado de la existencia salteña. “Soy una mujer grandota / una yegua. / Manos grandes, / piernas largas muy muy. / No sé cómo / me llega agua / al tanque”, dicen algunos versos en los que Flor se aleja para verse desde la otra parte, desde el afuera en el que cuesta reconocerse, y mucho más con la ironía. Ese más que un recurso poético, es casi un sincericidio, como debería ser toda escritura.

 

Este sábado en el Centro Cultural Antonio Cortez (Florida 650) se presenta Cumulonimbus, además en la jornada habrá música a cargo de Milimalista y el Desensamble Cabralito. La jornada inicia a las 18 horas, la entrada es libre y gratuita.

 

Así escribe

Juguemos a que somos «pinipons» y caminamos con los dos pies juntos por una casita de plástico y yo te quiero dar la mano, pero la tengo pegada a mí y te quiero dar un beso, pero mi boca es sólo pintura. Y aun así nos las ingeniamos para hacer el rato de fantasía más musical. Saltando por la casita, con ojos de ritmo o lo que sea. Pensar que somos juguetes y que no tenemos sangre ni corazón. Pensar que no podemos ni pensar, igual que cuando éramos de verdad. Vos sos el pinipón que hace las cosas bien y yo tengo la peluca rosa.