El pronóstico de elecciones reñidas convierte a la provincia en tierra fértil para denuncias de todo signo de la que ningún entorno político – Urtubey, Romero, Isa, Godoy, Olmedo, Del Plá, etc – podrá salvarse. La prensa deberá mostrar su capacidad para identificar entre las genuinas y las simples operaciones políticas. (Aníbal Roldan)

En el corto plazo, las figuras políticas que disputaran algo en las elecciones de abril y mayo serán objeto de denuncias de todo tipo. Los ataques serán directos a Urtubey, Romero, Isa, Olmedo, Del Pla, Pablo López, Godoy o Sáenz. Pero también habrá ataques indirectos que consistirán en denunciar a sus funcionarios o el entorno de confianza con el objetivo de dañar por elevación la imagen del principal referente.

Como ocurre en estos casos, los que protagonizaran las denuncias no necesariamente serán los candidatos, sino los funcionarios de segunda o terceras líneas que además de disparar contra el adversario, pondrán disposición de la prensa documentos que irrefutablemente prueben una irregularidad cometida; o documentos de dudosa veracidad pero que al menos servirán para inventar sospechas que ayuden a resolver las rivalidades políticas.

De allí que el clima electoral no sólo va a poner en juego a los políticos, sino también a los periodistas que deberán demostrar al menos dos cosas: su capacidad para identificar entre una denuncia genuina o una operación política; y su voluntad de mantenerse al margen de las peleas de políticos que siempre buscan aliados entre los hombres y mujeres de la prensa por la capacidad que estos poseen para amplificar o silenciar noticias.

Lo que hace posible todo esto son varias cosas. La más elemental de ellas es que la clase política se encuentra envuelta en un halo permanente de sospecha; no menos importante resulta el hecho de que a contrapelo de lo que la gente cree, el romerismo, el urtubeicimo o el isismo no son grupos homogéneos sino grupos atravesados por tensiones que son hijas de rivalidades, ambiciones y hasta celos que posibilitan que desde el interior de un mismo espacio salgan denuncias que veraces o no, sirven para ajustar cuentas internas. Si eso ocurre en el interior de los mismos grupos políticos, fácil es imaginarse que las relaciones y las denuncias entre los grupos adversarios son aun peores.

Pero hay una razón no menos importante. Esta relacionada con las características de las personalidades que disputaran la gobernación: Juan Manuel Urtubey y Juan Carlos Romero. Dos hombres poderosos que controlan poderosos medios de comunicación; hombres que después de estar 20 años encumbrados en el gobierno provincial (recordar que Urtubey fue funcionario importante de Romero) saben de miles de irregularidades cometidas por una cantidad limitada de personas y que en tiempos de paz prefieren olvidar, pero que en tiempos de guerra están dispuestos a ventilar; poderosas personalidades que no dudan en usar tal poder para perjudicar a los aliados importante del adversario, aliados menores al que son capaces de aniquilar para sólo restar fuerza al adversario principal; poderosos que por primera y única vez se enfrentaran en una contienda electoral y que saben que de perder empezaran a retirarse definitivamente de la política.

Por si todo esto fuera poco, a solo cinco meses de la contienda electoral nadie tiene certezas sobre quién será el ganador de la misma. En 20 años de historia política salteña sólo una vez hubo tanta incertidumbre: fue en el año 2007, cuando el actual gobernador se impuso sobre Walter Wayar en la provincia por sólo 5.000 votos.