El derrumbe de Adrián Valenzuela enterró la ilusión de Miguel Isa para gobernar la provincia en 2019. El inventor del “Chico Malo” tendrá su oficina en un senado provincial que se parecerá mucho a la helada Siberia. (Daniel Avalos)

Todos los consultados coinciden en sus relatos: entre las 16 y las 18 horas del domingo el vicegobernador Miguel Isa ingresaba a las salas de cómputos montadas en el Hotel Provincial para seguir los resultados y anunciaba lo que ya todos sabían: “Adrián no remonta”. El diagnóstico terminante era seguido por una explicación escueta: “Y qué quieren… si en el último mes ya parecía un político”.

A la sentencia no le seguía ninguno de los chistes que Miguel Isa suele regalar a sus oyentes. Sólo un silencio pesado propio de las atmosferas sofocantes donde el aire puede cortarse con un cuchillo. Los presentes, mientras tanto, buscaban recordarle con la mirada que el “Chico Malo” Adrián Valenzuela era invención del propio Miguel, quien incluso le designó un coach de confianza: Walter Chávez Sánchez, un periodista peruano que merece una breve digresión. La misma servirá para señalar que el mismo estuvo acusado en su país de vínculos con el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru y que en medio de la feroz e ilegal represión que llevó adelante el presidente peruano Alberto Fujimori debió refugiarse -en 1992- en Bolivia. Allí ejerció el periodismo y con los años se volvió asesor comunicacional del gobierno de Evo Morales, quien le retiró la confianza por supuestos actos de corrupción y la sospecha de ser el responsable de filtrar la información que desató el escándalo por el hijo no reconocido del presidente boliviano. Tras ello, el peruano llegó a Salta donde fue detenido en marzo del 2016 cuando se presentó a pedir asilo en la policía federal, fue liberado en mayo del mismo año y en algún momento de 2017 se convirtió en el coach del periodista devenido en candidato que en teoría aprendería del peruano los rudimentos básicos de la política: cómo reaccionar ante los embates del adversario o de la prensa o cómo comportarse ante los medios y la gente para que Valenzuela se presentara ante el público tal como los asesores de campaña querían que lo conocieran.

Quienes defienden al vice gobernador dicen que sí pero no. Que es cierto que Valenzuela fue una creación de Isa quien al tratar de inaugurar un rol de operador político, creyó encontrarle a Urtubey una oportunidad política electoral con la figura del exmovilero televisivo con quien estaba seguro de que el Grand Bourg recuperaría la capital provincial. Pero ahí nomás aclaran que tras el éxito de las PASO fue el Grand Bourg quien tomó “el control del personaje y lo chocaron”. La versión es verosímil aunque lo seguro, en cambio, es que Valenzuela era la punta de lanza de los planes del propio Miguel Isa de cara a 2019. Eso y que siendo los gobiernos un rejunte de sectores que a veces se unen y otras veces disputan poder, el factor Valenzuela terminó unificando a los detractores del vicegobernador a quienes muchos le atribuyen de manera importante la derrota.

Los isistas que quedan insisten en que se trata de una de una acusación injusta y algo de razón también tienen, aunque olvidan que el resto del oficialismo encontró en Miguel Isa un chivo expiatorio con el cual intentan librarse de una vergüenza que desmoraliza al grupo entero. Y ello obedece a las evidentes culpas con que el propio Isa carga. Efectivamente fue él quien impulsó la creación de una “celebridad” que al concentrar la atención de cientos de miles de salteños por el enorme despliegue que impulsó el gobierno a través de los medios de comunicación y los medios electrónicos, requería de antecedentes intachables que la figura no poseía y que su inventor no chequeó o prefirió no ver aun cuando las manchas del candidato se relacionaban con un tema –denuncias por violencia de género y por la falta de pago en la manutención de los hijos- que siendo dramático en una provincia como la nuestra, no sólo está instalado en la agenda pública sino que obliga a todos a sentar una posición ante el mismo.

A ese aspecto puntual pero clave le siguió un error no menos importante que el propio Miguel Isa verbalizaba en sus recorridas por las salas de cómputos el día domingo: “Y qué quieren… si en el último mes [Valenzuela] ya parecía un político”. Por paradójico que resulte en boca de un político, el análisis era acertado pero tardío: la campaña para las PASO se había basado en presentar a una figura que rechazaba la “vieja” política y a los “viejos” políticos con el objeto de lograr la adhesión de esa enorme parte de la población que muestra un rechazo visceral con esa dimensión a la que asocia con la decepción. Hasta entonces Valenzuela se parecía a esos youtuber que concentran la admiración de miles de decepcionados que entre el 14 de agosto y el 22 de octubre fueron testigos de cómo el “contestatario” desembarcaba en cada barrio rodeado de docenas de políticos que hasta hacía seis meses el “Chico Malo” denostaba al aire. Políticos que a veces querían beneficiarse de la figura que en las PASO había arrasado, o políticos como el propio Isa que querían dejar en claro con los gestos que la invención le pertenecía. El resultado fue que la popularidad de Valenzuela se estancó de una forma tal que los 84.000 votos que cosechó en las PASO se mantuvieron intactos en las generales de octubre, tal como habría ocurrido con un youtuber que basando su popularidad en la denostación a todo lo que huela a política, se involucre luego en una campaña rodeado de políticos.

Con el derrumbe electoral consumado, los candidatos oficialistas caídos en desgracia se aferraron al argumento de la proliferación de partiditos que atomizando el voto perjudicaron al conjunto. Hablaban del partido Felicidad cuya creación hace meses se atribuye a la inspiración del propio Isa y que al igual que otros que surgieron antes dentro del oficialismo son el resguardo de intereses individuales. Felicidad, sin embargo, se convirtió en blanco de todos al menos por dos motivos: tuvo su bautismo electoral en estas elecciones cosechando un 2,64% de los votos en la categoría diputado y un 3% en la de concejal que trasladado a las otras listas oficialistas habrían garantizado al menos un banca más en diputados y en el concejo deliberante; sin olvidar que siendo Miguel Isa el promotor de tal partido, los candidatos que se sintieron perjudicados por una maniobra que ellos mismos practican encontraron la forma cómoda de expiar las culpas y los límites propios en los intereses personales del vicegobernador.

Por todo ello el domingo a la tarde Miguel Isa empezó a descubrir que era repudiado por hombres y mujeres de su propio espacio. De allí surgieron los pensamientos más furiosos contra él sin que nadie acudiera a defenderlo públicamente. Furiosos que celebraron cuando al término de la reunión de gabinete en donde el gobernador pidió la renuncia de todos, éste último se retirara de la sala pidiendo a “Miguel” que lo acompañara. Nadie sabe qué hablaron el jefe con el subordinado durante esos diez minutos. Pero algunos sospechan ahora que allí el primero comunicó al segundo que había llegado la hora de trasladar la oficina que Miguel Isa posee en el Grand Bourg al senado en la calle Mitre al 500. Algunos isistas aseguran que la mudanza tiene por objeto evitar conatos de insubordinación entre los senadores oficialistas tras la derrota de Urtubey. La realidad, sin embargo, indica que el senado representa para Miguel Isa la condena a un ostracismo que mutila sus sueños de gobernador, tal como la derrota del domingo mutiló los sueños presidenciales de Urtubey.