Quien revolucionó el concepto de la histeria fue Sigmund Freud, desplazando la cuestión biológica del diagnóstico y buscando las causas sociales y psicológicas de esta condición. De todas maneras, ni el propio Freud pudo sortear sus propias estructuras mentales machistas.

 “Histeria” proviene de la palabra útero, y ha sido reconocida históricamente como una enfermedad, mayormente femenina.  Su contenido ha variado a lo largo del tiempo, pasando de ser una condición física asociada a múltiples síntomas diversos (nerviosismo, retención de líquido, insomnio, espasmos, pérdida de apetito, entre otros) relacionados al útero y sus movimientos, pero que siempre tuvo una explicación que perdura hasta nuestros días: estaba causada por falta de sexo y de placer sexual (claramente en la mujer hay que reafirmar la distinción entre sexo como actividad y el placer, que en los hombres no requiere diferencia).

Hipócrates pensaba que era una condición biológica que se curaba con masajes en el vientre, es decir, causando un orgasmo en la mujer. Si era casada, se le recomendaba sexo con el marido y sino, una curandera realizaba los “masajes curativos”. Quien revolucionó el concepto de la histeria fue Sigmund Freud, quien desplazó la cuestión biológica del diagnóstico y comenzó a buscar las causas sociales y psicológicas de esta condición.

De todas maneras, Freud no pudo sortear sus propias estructuras mentales machistas: las mujeres histéricas eran incapaces de tener relaciones sexuales “normales”, es decir, heteronormativas, por diversos traumas asociados a su iniciación sexual o abusos, incumplimiento de sus fantasías o expectativas que les impedían el disfrute de la relación sexual o las ganas de iniciar una, nunca cuestionando el rol que las mujeres tenían que cumplir en esas relaciones que, quizás, era la verdadera causa de su insatisfacción. En ciertos momentos de la historia la histeria fue un diagnóstico tan recurrente que fue inventado el vibrador como receta para esta “patología”.

Construyendo “damas”

La construcción social de la “dama” como la que no expresa ningún tipo de deseo sexual se relaciona con el rol reproductivo asociado, desde hace siglos, a las mujeres, en donde el sexo se convierte en un medio para alcanzar un fin último para las mujeres, la maternidad, y un fin último para el capitalismo, la reproducción de la fuerza de trabajo asalariada. El modelo de mujer es aquella que no expresa, que no discute, que sirve a los otros, que no disfruta porque está mal visto, que no grita. Dama es aquella que nunca, pero nunca, dice aquello que piensa.

CÓMO SER UNA DAMA EN EL SIGLO XXI

No enseñes de más, resulta más sexy dejar algunas cosas a la imaginación.

Si vas beber un poco más de la cuenta, recuerda hacerlo solo con personas de tu total confianza.

No interrumpas, en el siglo que sea, siempre será de mal gusto.

No te alteres, si alguien te comienza a colmar la paciencia, respira y sé quién mantenga la cordura. Una verdadera dama nunca empieza una pelea y mucho menos las termina.

Cuando te visiten en tu casa, sé una buena anfitriona y haz que los demás se sientan cómodos.

No te quejes con todos sobre tus problemas. Guárdate las situaciones personales para ti y personas realmente cercanas.

Las mujeres somos el objeto del deseo, y nunca sujetos, o sujetas, de éste. Para muchas feministas, revelarse contra la dama es convertirse en sujetas de nuestra propia sexualidad y deseo, es animarse a querer, sentir, desear al otro o a la otra sin restricciones o etiquetas.

En el año 2011 el ahora ex presidente chileno Sebastián Piñera hizo un “chiste” que reveló una “verdad de Perogrullo” escondida en lo más profundo de nuestras sociedades, comparando a un político con una “dama”, en relación a la validez y significado de su palabra:

Cuando el político dice que ‘sí’ quiere decir ‘tal vez’, cuando dice ‘tal vez’ quiere decir que ‘no’ y cuando dice que ‘no’, no es político. Cuando una dama dice que ‘no’ quiere decir ‘tal vez’, cuando dice ‘tal vez’ quiere decir que ‘sí’, cuando dice que ‘sí’ no es dama.

En el año 2014, una campaña masiva se largó al mundo: Project consent (Proyecto consentimiento) con un eslogan más que simple: “Si no es Sí, es No”. ¿Por qué deberíamos, las mujeres, tener que aclarar que cuando decimos “no”, significa simplemente eso: “no”?

¿Por qué deberíamos, las mujeres, tener que aclarar que cuando decimos “no”, significa simplemente eso: “no”?

Las construcciones sociales machistas en las que nos hemos educado han identificado como “dama” a aquella que no expresa abiertamente su deseo sexual, a la que no dice “sí” sino “tal vez” o “no”, y como “puta” a la que dice “sí” a la primera. Entonces, la “histeriqueada” se convierte en nuestra forma de cortejo con el otro, y nuestra palabra sólo vale lo que el otro quiere que valga, y se interpreta según lo que el otro desee.

Nuestra palabra invisible

Éstos han sido los discursos que nos han construido como hombres y mujeres con ciertos roles a la hora del cortejo: la mujer es el objeto y el hombre el sujeto, la mujer no dice lo que realmente quiere pero el hombre lo sabe, y valora a una mujer que no dice lo que piensa, porque si no, es puta. El “histeriqueo” al inicio de una relación o en un boliche es algo “natural” como forma de relacionarnos.

Entonces, ¿de dónde sale esa necesidad de reafirmar que “no es no”? Cuando estoy con un hombre, en un lugar privado y nos besamos y él quiere más, si le digo que no, él entiende que mi “no” es un “tal vez”, e insiste hasta llegar al “si” (si que nunca puedo pronunciar porque soy una dama) entonces él hace lo que tiene que hacer, como hombre, porque yo lo deseo pero no puedo expresarlo.

Así comienzan los relatos de las violaciones a chicas en fiestas, a adolescentes en boliches. Así justifican los violadores sus actos: “ella quería”.

La histeria invisibiliza nuestra palabra, la oculta bajo lo que los otros quieren pensar que decimos. Pero no sólo en nuestras relaciones sexuales, sino que es la acusación que recibimos cuando decimos lo que pensamos, cuando reaccionamos y nos oponemos a la opresión patriarcal. La “histeria” es la herramienta del macho para negarnos en nuestra palabra, en nuestro rol político y social, en nuestros deseos como personas sexuales.

Necesitamos deconstruir nuestras formas de relacionarnos con otros y otras, necesitamos poder expresar libremente nuestros deseos sin ser acusadas de “putas”,  necesitamos que el histeriqueo no sea la forma de construcción del amor y de las relaciones sexuales.  Sino, seguiremos necesitando aclarar cosas tan básicas como que “no” significa siempre y en toda circunstancia eso mismo para lo que ha sido creado, “no”.

Fuente: La Tinta