Por Alejandro Saravia

Se atribuye a Albert Einstein la frase aquella que dice que si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo. La frase viene a cuento a raíz del hecho de que personajes provinciales que vienen gobernando y manejando los destinos de la provincia desde 1983 se aprestan a entornar y manejar al gobierno que eventualmente surgiría de las elecciones de este año. 

Es como el mito de Sísifo, el eterno retorno, al que pareciera estar condenada la provincia de Salta. Recordemos que Sísifo, por su burla a los dioses,  fue condenado a subir con una enorme roca a lo alto de una colina y cuando ésta estaba arriba se caía, con lo que ese era el destino de Sísifo, repetir una y otra vez lo mismo durante la eternidad. El eterno retorno, como lo dijera Camus.

Si hubiesen sido gobiernos exitosos vaya y pase, pero si miramos un informe contenido en el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD), capítulo de Argentina, índice que se compone de variables que apuntan a capturar la dimensión del crecimiento económico (ingreso per cápita y capital humano); la inclusión social (pobreza relativa, empleo formal e informal, saludo y educación) y la sostenibilidad ambiental (emisión de gases de efecto invernadero, generación y disposición de residuos), de acuerdo al Índice de Desarrollo Humano Sostenible Provincial (IDSP), computado en 2016, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires encabeza el ranking provincial a una distancia considerable de las demás provincias.

Luego viene un grupo que se encuentra  por encima del promedio nacional, compuesto por Chubut, Mendoza, San Luis y Neuquén. Por debajo del promedio nacional está el conjunto mayoritario de las provincias, en cuyo último lugar está nuestra provincia de Salta.

Detrás solo  vienen tres provincias cuya situación es crítica: Formosa, Chaco y Santiago del Estero. Es decir que, comenzando desde abajo, estamos en el cuarto lugar de las provincias en peor situación.

Si analizamos la cuestión desde una perspectiva institucional, la cosa no mejora, ni mucho menos. Ya hablamos varias veces sobre la inexistencia de división de poderes en nuestra provincia. De la primacía apabullante del Poder Ejecutivo por sobre los otros que deberían servirle de freno y contrapeso. Hablamos, también, como consecuencia de lo anterior, de la inexistencia de controles, cuya gravedad se hace patente ante el dato incontrovertible de que hasta  la propia prensa es un permanente rehén de las pautas oficiales y del capricho del que las maneja. Ningún organismo de control en nuestra provincia cumple con su misión.

Lo social, lo económico, lo institucional, lo político, por lo que vemos, nos colocan en uno de los últimos lugares nacionales  y, a pesar de todo, siempre están allí los mismos, conocidos de siempre, como para denominarlos haciendo un paralelismo con aquella  película de Mario Monicelli con Gassman y Mastroiani juntos.  

No existe el más mínimo lugar para la esperanza si los de siempre pretenden hacer también lo de siempre. Recordemos la frase de Einstein que citáramos al comienzo. Es como una condena bíblica o, más bien, mitológica. Como la de Sísifo. Un eterno retorno. Un volver a empezar. Y nuestra provincia siempre en el mismo lugar.

No se puede siempre hacer lo mismo esperando resultados distintos. Tampoco con las mismas personas o los mismos intereses. Da igual. La condena es la misma.

Al menos cabría desear que se dé lugar a la esperanza. Pero, por lo que se ve, ni eso.