El conflicto de los anestesistas provocó postergación de cirugías, fallecimientos y una indignación creciente, además de evidenciar la precaria situación sanitaria de Salta. El testimonio de César Gutiérrez que estuvo casi dos semanas esperando ser intervenido sin éxito ejemplifica una problemática sin solución. (R.M.)

César Gutiérrez podría servir de ejemplo para males argentinos crónicos de diferentes épocas. A mediados de los setenta, cuando era un joven dirigente sindical, fue encarcelado. A fines de 1975 recuperó la libertad y viajó a Venezuela, donde vivió exiliado y trabajó en una papelera. Hace dos años, cuando cumplió los 65, comenzó a hacer los trámites para jubilarse. Logró que le reconocieran nueve años de aportes realizados en Venezuela, pero todavía no puede cobrar ni gozar de otros beneficios, como una obra social.

Esa falta de cobertura y una hiperplasia benigna prostática (una inflamación en la próstata que no llega a ser cáncer) obligaron a Gutiérrez a pedir un turno para ser operado en el Hospital San Bernardo. Allí, el hombre se volvió otro cliché andante de la argentinidad al palo y empezó a sufrir los vaivenes de la Salud pública.

“El 29 de mayo me internan en el Hospital San Bernardo. No me dieron turno: es un sistema que hay que ir, pelearla, insistir hasta que uno logra que lo internen. Una vez que me internaron, pensé ‘en dos o tres días me operan’. Pero pasé trece días en el Hospital, que me dio la cama y la comida. Estuve sin hacer absolutamente nada. Me anunciaron los médicos que el día 9 de junio me iban a operar”, relata Gutiérrez, todavía con su malestar a cuestas.

“El día 9 estuve preparado absolutamente para la operación, ya desnudo, sólo con la bata, con la higiene necesaria, con el suero, haciendo ayuno. El personal me dejó listo para ir al quirófano. A eso de las diez de la mañana me anunciaron que no iban a operar y que el problema era la falta de anestesistas. Los otros médicos estaban. Me aseguraron que me iban a operar el jueves siguiente, el 11”, continúa, con un ritmo cansino resignado.

Lo que vivió Gutiérrez durante sus días de internación es sólo un ejemplo de otras situaciones similares que en muchos casos se vuelven tristes, indignantes y hasta ridículas de sólo imaginarlas: “El miércoles 10 me entran a preparar otra vez con el ayuno, la medicación. Me hacen la higiene, que incluye la depilación la zona, incluyen una sonda que sirve para dilatar el orificio del pene, ya para dejarme absolutamente listo para la cirugía. No había vuelta esta vez. El jueves 11, con la bata, listo, como a las dos de la tarde, recibí la noticia que no me iban a operar, nuevamente por la falta de anestesistas”, dice.

“Honestamente, esa vez ya me molestó por la incertidumbre. Me dijeron ‘bueno, lo vamos a operar el otro martes’. Pero el martes podía pasar lo mismo. Y yo pensaba: voy a estar hasta el martes acá, sin hacer nada, calentando una cama. Había gente en peores condiciones que las mías que estaban hace treinta días esperando la operación. Gente del interior que se fue”, explica Gutiérrez y no le faltó razón: el conflicto con los anestesistas de la provincia continúo y continúa. Sigue siguiendo.

Un conflicto interminable

El caso de Gutiérrez parece mínimo al lado de otros, como la reciente pérdida de un bebé de nueve meses de gestación en el hospital de General Güemes por falta de anestesistas durante el parto. Este viernes, el diario El Tribuno informó que los anestesiólogos del San Bernardo decidieron priorizar la cobertura de la guardia, como acción directa ante la falta de respuesta a su viejo reclamo por falta de recursos humanos. El jueves enviaron una nota dirigida a la Gerencia del hospital, al Colegio Médico y a la Asociación Salteña de Anestesiología, en la que aseguraban que “la situación no da para más”. “No podemos cubrir las necesidades básicas de la población por el escaso recurso humano que hay. Puntualmente, informamos la decisión de volcar las horas planta a la guardia y, eventualmente, si las partes que corresponde no aceptan, está la renuncia de todo el servicio a su disposición (salvo dos personas que están en trámite jubilatorio)”, dijo el jefe interino del Servicio de Anestesiología, Víctor Figueroa, al matutino.

Esta problemática es tan compleja que todas las partes parecen tener señalado al responsable. Y todos tienen razón. “Tengo pedida una audiencia con el Doctor Sarmiento Villa. Le quiero pedir transparencia. No digo una pantalla, al menos una cartulina donde figuremos los que necesitamos una operación, y en qué orden y cuál es el criterio que tiene el Hospital para ir haciendo esas cirugías. Es un sistema poco transparente. Y a eso se agrega que cuando los médicos tienen voluntad de intervenir, está el problema de los anestesiólogos”, dice Gutiérrez, que en todos los días que estuvo (“al pedo”) internado en el hospital, pudo terminar de leer un libro y recorrer el lugar a gusto y placer, ya que no tenía nada más que hacer que esperar.

Hace diez días, El Tribuno informaba que hay más de 600 operaciones postergadas en el nosocomio.

Derechos que no se cumplen

Según la página del hospital (hospitalsanbernardo.gob.ar), cada paciente tiene derecho a ser asistido con profesionalidad, cortesía, diligencia, confidencialidad, igualdad de condiciones y sin discriminación en un marco de confort, seguridad e higiene. También a que la Institución proporcione una asistencia técnica correcta, con personal calificado y un aprovechamiento racional de los medios disponibles, entre otros.

El viernes, Cuarto Poder intentó comunicarse con las autoridades del Hospital San Bernardo. El Doctor Hugo Sarmiento Villa, gerente general del lugar, no estaba disponible. Tampoco las autoridades del sector de Urología, donde Gutiérrez fue asistido particularmente.

Al mediodía se emitió un comunicado donde se informaba que la Provincia, el inevitable responsable de toda la problemática (la de los pacientes, la de los médicos, la de los insumos y salarios), incorporará tres nuevos anestesistas.