Provienen de tradiciones políticas variadas. Son oficialistas u opositores y entre ellos hay quienes ocupan una banca y otros que nunca lo hicieron. Todos los aquí mencionados, sin embargo, luchan desesperadamente para que las elecciones no los condenen a un ostracismo político al que ya ven el rostro. (Daniel Avalos)

Algunos de ellos viven la angustia propia de quienes teniendo una vida política, descubren que la finitud de la misma empieza materializarse con números que indican que las posibilidades de renovar la banca que ostentan son lejanas. Algunos otros nunca tuvieron una banca legislativa o la tuvieron hace mucho. Entre estos hay personas de probada formación doctrinaria que por culpas propias y por el maquiavelismo del poder provincial hoy viven la frustración de ver que quienes se quedarán con las bancas son personas poco preparadas para pensar políticas públicas aunque finalmente cuentan con el favor de un establishment que cada vez estudia más las conductas electorales de los salteños para manipularlas.

Los candidatos a senador Marcelo Hoyos de “Salta Somos Todos” y Roque Rueda de la UCR representan bien a estos últimos. Son candidatos que no andan aireando quejas por las decisiones electorales de la ciudadanía, aunque indudablemente deben sentir cierto tormento de ver cómo un Adrián Valenzuela -que carece de raíces doctrinarias, sensibilidad con la historia política nacional y provincial y de compromiso con lo que alguna vez fueron las bases sociales de los partidos- camina sin sobresaltos hacia la banca de senador que Hoyos y Rueda no podrán ocupar por el distrito Capital.

Roque Rueda, por ejemplo, difícilmente podrá retener el casi 10% que las cuatro listas radicales cosecharon en las PASO de agosto, aunque indudablemente incrementará su cosecha personal: 12.986 votos que representaron el 4,81% del padrón. Porcentaje que el 22 de octubre -dicen los encuestadores más serios que en esta provincia siempre son los que aparecen menos- podría llegar al 7%. Un porcentaje que lo pondrá por encima de la candidata a senadora del Partido Obrero, del propio Marcelo Hoyos que en agosto llegó a un 4,8% de los sufragios, cifra que muy probablemente se estirará un poco sin que ello le alcance para imponerse al propio Rueda quien, según su entorno, aspira a disputarle a Walter Wayar -del Frente Ciudadano para la Victoria- el tercer lugar en la categoría.

Un Wayar que en términos individuales duplicó en votos a Rueda en las PASO aunque todos coinciden en que el ex vicegobernador difícilmente pueda perforar ese techo a diferencia del segundo que corre con dos ventajas: crece en buena imagen e intención de votos mientras lo conocen y es el receptor natural de muchos de los casi 36.000 electores que optaron por Bernardo Biella en agosto y que hoy se quedaron huérfanos porque el médico no es de la partida. Un electorado inclinado a trayectorias como las de Rueda y el propio Hoyos que apegados a palabras como república, institucionalidad y socialdemocracia y que asocian a cierto primitivismo político a las experiencias como las de Wayar que giran alrededor de personajes más o menos carismáticos, o con más o menos olfato para descubrir tendencias sociales en las cuales montarse para acceder al poder.

Lo cierto, no obstante, es que figuras como Marcelo Hoyos y Roque Rueda lejos de morir no terminan de nacer aunque el segundo por una cuestión de edad pueda guardar esperanzas de seguir gestando ese nacimiento de cara al 2019.

Agonías

Distinta es la situación de otros candidatos que hoy agonizan en el sentido cristiano del término: la de luchar desesperadamente para no morir, en este caso políticamente, aun cuando el despliegue conmovedor que protagonizan en algunos casos no les garantice un final feliz. Y aunque hay agonizantes políticos de todo tipo un rasgo central atraviesa a todos: son figuras que actualmente ocupan una banca, durante tiempo asumieron las poses propias de quienes ocupando la misma se sentían dueños de una seguridad que hoy ya no tienen porque extinguiéndose la investidura que alimentaba esa seguridad, ahora sólo quedan expuestas las imperfecciones políticas que explican el porqué del fracaso.

El actual diputado Jorge Guaymás es uno de ellos según lo evidenció el número de las PASO de agosto en donde cosechó sólo el 2,55% de los votos. Una cifra que lo dejó lejos de los números necesarios para retener su banca y que ahora se complica más porque la laguna donde pescar votos está ocupada por candidatos igualmente agonizantes del saenzismo -los concejales Ricardo Villada (2,40%) y  Frida Fonseca (1,81%) que no podrán acceder a la legislatura- que seguramente perderán algunos votos ante la única candidata del espacio de Gustavo Sáenz que sí incrementará su cosecha: Bettina Romero, quien según los encuestadores pasará del 10,65% de agosto a un porcentaje de entre el 13% o 14%. Las consecuencias del esfuerzo que protagonizan Guaymás, Villada o Fonseca comienzan a manifestarse en la abierta resignación de figuras que surgidas del corazón del sindicalismo y del peronismo fueron perdiendo peso en el control del aparato estatal y del partido hasta que el prestigio de hombres y mujeres capaces de garantizar recursos que produzcan lealtades prácticas, se debilitaron al punto de no poder evitar las disgregaciones internas.

Políticos de otras tradiciones ideológicas y partidarias también sufren esa experiencia agónica. Es el caso, por izquierda, de la actual senadora provincial del PO, Gabriela Cerrano, y de su compañero de partido, Pablo López, quienes no retendrán las bancas que ostentan en el Senado provincial y en el Congreso de la nación. Ambos llegaron ahí tras el sonoro triunfo electoral del trotskismo salteño en el año 2013 cuyos ecos fueron apagándose al ritmo de un accionar legislativo que en lo central buscó hacer visible lo que el Poder prefiere que se invisibilice, aunque propositivamente insistieron en declamar la superioridad del sueño trotskista rechazando en nombre del mismo lo real y lo posible.

Por increíble que parezca, la misma lógica y el mismo derrotero -pero por derecha- protagonizó el actual diputado provincial Carlos Zapata, quien prescindiendo de las especulaciones individuales, tuvo la grandeza de ir por la difícil aventura de llegar al congreso nacional cuando habría podido hacer la más fácil: competir para renovar su banca en la legislatura provincial cuyo mandato culmina en noviembre próximo.

Hasta Guillermo Durand Cornejo agoniza. Se trata del hombre que mejor representó a esos outsiders que escalaron en la política asegurando odiar a los políticos y que en algún momento logró forjar el mito de candidato invencible en una capital provincial que ahora se inclina por un Adrián Valenzuela que -como Durand Cornejo lo hizo hace dos décadas -ejecuta el mismo discurso antipolítico y en contra de los políticos en el que incluye con razón al propio Durand Cornejo que hace décadas vive de la política.

A los mencionados podríamos sumarle nombres menos rutilantes que extenderían el escrito de manera innecesaria con lo cual conviene evitar el listado para enfatizar que todos ellos pueden ver de frente el rostro del peor enemigo del político que es el del ostracismo, ese que siempre supone un alejamiento permanente del Poder. Evitemos también aquí tratar de explicar el porqué de esos destinos que para cada caso habrá sido el particular resultado de una combinación entre características personales y doctrinarias con coyunturas sociales y políticas que a veces eyectan al éxito a determinadas figuras y otras veces termina por exhumar a las mismas.

Para evitar esto último, muchos de ellos juegan la última carta de supervivencia que les queda: la arremetida total contra todos. De allí que varios se han convertido en los halcones de la propia causa, en figuras que aseguran sentir intolerancia contra lo ambiguo y que buscan enfrentarse cuerpo a cuerpo contra quienes cuestionan las coordenadas sobre las cuales levantaron su comprensión de lo real. Lo hace Carlos Zapata cuando hace suya la consigna de pena de muerte que pregona el inefable conductor de su espacio (Alfredo Olmedo), o también Gabriela Cerrano cuando pide sin éxito que el hombre que ocupará su banca en el senado (Adrián Valenzuela) acepte debatir con ella aun cuando sepa que quienes dirigen al propio Valenzuela además de no creer en los debates, consideran que lo mejor es ningunearla políticamente simulando olvidos o silencios.

En el limbo

Finalmente están quienes residen hoy en eso que podríamos llamar limbo político: ese lugar indeterminado entre el mundo de los vivos que ya tienen asegurada una banca y el mundo de los muertos que son aquellos que no accederán a ninguna. De estos últimos ya hablamos demasiado. De los primeros lo hicimos poco y lo único que agregaremos ahora son los nombres que según los encuestadores ya tienen asegurado una de las 10 bancas en juego en la legislatura: Santiago Godoy, Bettina Romero, Mario Moreno de Memoria y Movilización, Andrés Suriani del PRO e Isabel de Vita del Frente Ciudadano para la Victoria que a pesar de haber cosechado sólo 4,66% de los votos en términos individuales en las PASO, forma parte de un espacio “K” cuyo voto fidelizado le permitirá retener la mayoría del 10,82% de los sufragios que en agosto cosecharon las cuatro listas de ese frente.

De los mencionados, sólo Santiago Godoy y Bettina Romero tienen posibilidades de arrastrar al segundo de sus listas a la propia legislatura. Justamente de esa posibilidad dependen las chances del resto de los aspirantes a ocupar una banca y que hoy justamente residen en el limbo del que hablamos al inicio de este apartado: Claudio del Plá, del Partido Obrero y Julio Moreno, de Salta Somos Todos, que hoy pueden presumir respectivamente del 5,23% y del 5,19% cosechado en las PASO y que los deja no muy lejos de la legislatura.

El primero cuenta con un problema: con la pantalla electrónica aparece primero la candidata a senadora que en teoría es la que debe traccionar al resto de la formula aunque en el caso del Partido Obrero resulta que esa candidata -Gabriela Cerrano- tiene menor intención de votos, menor nivel de conocimiento y menor imagen que el propio Claudio del Plá, quien seguramente apuesta que el núcleo duro de la izquierda capitalina le alcance para retener su banca aunque no la de sus compañeros. El caso de Julio Moreno es distinto: las ganas de ingresar a la legislatura lo han vuelto pragmático, esto quiere decir que el economista de costumbres decorosas y con cara de socialdemócrata tipo Hermes Binner, no padecerá la menor turbación intelectual para rogar que Alfredo Olmedo despliegue en favor de su candidatura el empobrecido repertorio de prejuicios disfrazados de ideas que cuenta con no pocos seguidores.

Por el lado del oficialismo provincial, Roberto Dib Ashur y Carlos Morello que en las PASO juntaron el 4,34% y 4,32% de los votos respectivamente, cuentan con algunas chances para ingresar a la cámara baja. No se trata de figuras que despierten entusiasmos, ni siquiera son divos políticos que por simple extravagancia discursiva logran un séquito más o menos numeroso. Son candidatos que cuentan con el apoyo del aparato estatal y que según los encuestadores subieron un punto cada uno por simple reducción de candidatos. De allí que lo crucial para sus aspiraciones resida en la posibilidad de que el fenómeno Adrián Valenzuela les arrastre hacia sus casillas de la pantalla electrónica a un par de miles de ciudadanos que puedan pulsar sus nombres al momento de elegir.

El radical Héctor Chibán, finalmente, es el otro que posee chances para dejar el limbo en el que hoy vive para ingresar desde noviembre al recinto de la legislatura. De todos los mencionados es quien menos votos cosechó en términos individuales: 10.690 sufragios que representaron el 4%. No obstante ello nadie descarta que el hombre que en las PASO desplegó por canales de televisión y distintas radios exuberancia verbal acompañada de una paradójica dificultad de expresión, pueda lograr su objetivo. En ello mucho tiene que ver su personal solvencia económica que no escatima0 pesos a la campaña; la buena imagen del candidato a senador Roque Rueda a quien sus votos no le alcanzarán para llegar al senado pero sí pueden derramar beneficios al propio Chibán; y un hecho político inédito para la UCR salteña: que sus notables siempre inclinados a conformar ramas y ramitas partidarias que desplegaban una verdadera euforia bélica interna ahora se han disciplinado pensando en consolidar el partido de cara a lo que se jugará en 2019.