En una extensa nota publicada en Revista Anfibia señalan a Salta como uno de los tres distritos claves para entender por qué Del Caño le ganó a Altamira en las PASO.

“Uno de los factores que favorecieron su crecimiento es sin duda la debilidad local del progresismo: el centroizquierda no peronista es pequeño y el kirchnerismo ahí no es centroizquierda, es el peronismo puro y duro de Juan Manuel Urtubey”, mencionan.

En la nota titulada “El pibe trosko” escrita por Pablo Stefanoni señalan a Salta junto a Mendoza y provincia de Buenos Aires como los tres distritos claves para entender por qué Nicolas Del Caño le ganó al histórico dirigente del Partido Obrero, Jorge Altamira.

“En Salta el trotskismo consiguió, de la mano de Claudio del Plá, un pequeño paso en la gran meta trotskista: avanzar entre el pueblo llano, y el PO (el PTS recién obtuvo su personería allí, aunque este domingo obtuvo un 20% en la interna del FIT) se transformó en una verdadera izquierda popular. En 2013 los candidatos trotskistas consiguieron casi el 30% de los votos en la capital provincial –primera minoría del Concejo Deliberante– y Altamira habló de un “vuelco en masa del peronismo a la izquierda”. Ganarle los obreros al peronismo es su propio “sueño eterno”. Quizás ningún otro periódico como Política obrera primero, y Prensa Obrera después, haya titulado más veces en su historia: “La crisis del peronismo”, crisis que Altamira calificaba invariablemente en sus editoriales de “colosal” (o cadáver insepulto, en palabras del exdiputado Néstor Pitrola). Los mismos que iban a la procesión de la virgen comenzaban a votar por la izquierda, analizaba Altamira en los medios. Uno de los factores que favorecieron su crecimiento es sin duda la debilidad local del progresismo: el centroizquierda no peronista es pequeño y el kirchnerismo ahí no es centroizquierda, es el peronismo puro y duro de Juan Manuel Urtubey.

Si alguien quiere votar contra la “casta”, el PO es una buena opción. Pero el sueño de ganar la intendencia salteña se evaporó. Crecieron en votos para gobernador –aunque los cargos ejecutivos siguen siendo siempre esquivos a la izquierda radical, llegaron a superar el 7% en abril pasado–, pero en la capital provincial el PO pasó de nueve a tres concejales.   El problema de la izquierda, dice Juan Manuel Chalabe, director de Qué pasa Salta, está en la gestión: ahí no pudieron mostrar éxitos significativos. Pero el periodista salteño destaca una de las claves del desarrollo  trotskista. “En cualquier lucha –sea por salarios, por la tierra, contra la impunidad, o por lo que sea– siempre hay un dirigente o parlamentario del PO apoyándola y eso los fue consolidando”.   Este debilitamiento relativo (además de la importancia relativa de cada provincia), colocó a Mendoza en el centro del FIT y junto al crecimiento del PTS en capital y Gran Buenos Aires explica que el batacazo cuyano haya tenido tanto impacto.   En las PASO, el líder del PO tuvo el apoyo de Izquierda Socialista (socio menor del FIT) y de los nuevos integrantes y adherentes del frente –resistidos por el PTS–, como Pueblo en Marcha (compuesto por un sector del Frente Popular Darío Santillán y otras expresiones de la izquierda independiente) y del Comité de Reconstrucción del Comunismo Revolucionario (nombre algo anacrónico de los maoístas que se fueron del PCR). El PO había habilitado la entrada de esos nuevos socios y les dio lugares “no expectantes” en sus propias listas, mientras el PTS rechazaba de plano incluir a los “populistas”. Paradójicamente, el altamirismo, otrora considerado el ala más sectaria de la izquierda, se presentó como vector de la ampliación del FIT.   Por su parte, el PTS es sede de una paradoja: es más “duro” en algunos aspectos de su discurso (énfasis en los obreros industriales, crítica a los nuevos miembros no trotskistas del FIT, hostilidad a izquierdas globales como Evo Morales, Podemos o Syriza), pero al mismo tiempo aparece como más amigable al debate, plasmado en iniciativas como la revista Ideas de izquierda, La izquierda diario, PTSTV o Instituto de Pensamiento Socialista Karl Marx, que publica obras de los clásicos del marxismo. Uno de los dirigentes más importantes del PTS es Emilio Albamonte, poco expuesto, aunque ahora se lo puede encontrar en artículos o videos del diario virtual, muchas veces ocupándose de los problemas de la Fracción Trotskista de la Cuarta Internacional.   En su campaña, el PO subestimó el discurso generacional, al considerarlo casi frívolo o una afrenta a la trayectoria de su líder. Pero en la historia de las disputas intelectuales, el juvenilismo y el posicionamiento generacional es parte de grandes batallas y hoy atrae no pocas adhesiones, especialmente cuando Altamira viene presentándose desde los años 80 y su desempeño en las urnas encontró muchos escollos. Ya ocurrió algo similar en Francia con el éxito del joven cartero trotskista Olivier Besancenot en los primeros años 2000 y Del Caño parece expresar un fenómeno similar: la identificación con un personaje que parece buscar no serlo. Al mismo tiempo, el PTS brega por hacer valer, con ahínco, su crecimiento sindical en las industrias de la zona norte del Gran Buenos Aires y lo contrapone a una supuesta poca atención de sus aliados a las luchas propiamente proletarias.   En efecto, el crecimiento sindical de la izquierda comenzó a preocupar a algunos de los eternos dirigentes sindicales. Ricardo Carpena reveló en Clarín el año pasado que “un puñado de decisivos gremialistas de la CGT Azopardo deliberó en forma reservada acerca de un tema que empieza a trastornar a muchos dirigentes: cómo evitar el avance de la izquierda en sus sindicatos”. Hace unos días, algunos Gordos sindicales, conocidos por su macartismo, incluyeron a Altamira entre los presidenciables a los que convocaron a conversar: el jefe del PO fue con sus propios planteos, pese a las críticas del PTS, reacio a sentarse en la misma mesa con “los burócratas”.   Poner el cuerpo define al trotskismo actual (por ejemplo, en comparación con el denominado “progresismo”). Un momento que marca al ascenso de la izquierda fue precisamente la muerte del militante del PO Mariano Ferreyra en 2010 a manos de una patota sindical ferroviaria, que llevó a José Pedraza a la cárcel y tuvo amplia repercusión mediática, generó diversas expresiones de solidaridad y reforzó la autoridad de una izquierda que está en las calles.   Ese crimen tuvo resonancia también entre la militancia universitaria, donde el trotskismo ya venía creciendo y capturando centros de estudiantes y la propia Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA). “

La nota completa puede leerse en: http://www.revistaanfibia.com/ensayo/el-pibe-trosko/