Se fue el Partido de la Victoria del frente “U” sin que Urtubey hiciera algo para impedirlo. La ruptura reposiciona a Andrés Zottos en el oficialismo y abre chances de una banca nacional al kirchnerismo local que deberá sortear zancadillas y superar sus límites como fuerza. (Daniel Avalos) 

Tras semanas de intrigas, declaraciones ambiguas, cálculos y manipulaciones; el Partido de la Victoria oficializó su ruptura con el urtubeicismo. Las circunstancias que la motivaron son conocidas: el macrismo explícito de Urtubey se volvió indigerible para la cúpula nacional del Partido de la Victoria y las bases partidarias provinciales. Lo primero amenazaba con terminar con una intervención partidaria; lo segundo con una diáspora. La combinación deslizó a la cúpula provincial de ese partido a oficializar el divorcio que supuso una fisura a la pretensión del gobernador de exigir a sus socios acatamiento absoluto a sus planes en nombre de una presidencia 2019 que redimiría a la provincia de los males que como mandatario provincial no remedió en una década.

Un Urtubey que, debe admitirse, nada hizo para evitar la ruptura y a veces hasta la fomentó ninguneando las advertencias y asegurando que el divorcio no representaba drama alguno. Variables de tipos subjetivas y objetivas pueden explicar la actitud. La primeras se relacionan con la vanidad de quien considera que trabajar para evitar partidas supone degradar el propio liderazgo. Las segundas se relaciona con el control del propio Estado que le permite al gobernador controlar a los intendentes que protagonizando algunos berrinches de tanto en tanto, finalmente son los proveedores de miles de intermediarios entre funcionarios y punteros que dándole algún calor popular a los candidatos oficiales garantizaron desde 2009 que entre el 55% y 65% de los votos oficialistas provengan de ese interior.

En lo inmediato, sin embargo, las urgencias del Partido de la Victoria deben pasar por otro lado. Por ejemplo resistir los seguros embates de un Grand Bourg para quien el ejercicio del Poder es un arte cuyo éxito depende de transacciones con el engaño, la intriga y el cálculo frío que permitan restar músculo al adversario para robustecer los propios vía cooptación. La mirada debe posarse entonces en quienes esforzándose por explicitar su rechazo a la ruptura, terminaron asumiendo el rol de quintas columnas del proceso: la senadora por La Caldera, Silvina Avilés; el concejal bailantero, David Leiva; el intendente de Vaqueros, Mario Moreno; y el de San Carlos, Ramón Vázquez. El paso de los días confirmará que el intento se concretará aunque se verá si el derrotismo original de los mencionados deviene en migración violenta.

En el grado de empeño que el gobierno disponga en ese tipo de tareas podrá medirse el peso del propio Partido de la Victoria de cara a las elecciones, aunque algo es seguro: la ruptura no se parece al berrinche electoral protagonizado por Andrés Zottos en las legislativas nacionales de 2013, cuando finalmente cosechó con el PRS un magro 6% de los votos provinciales. El Partido de la Victoria es distinto. No sólo porque el que lo dirige carece de esa pasión por lo imposible que anida en las aventuras de Zottos, sino también porque en la interna que propio Leavy condujo en 2015 -cuando se enfrentó en las PASO con el Grand Bourg- logró sumar 83.522 sufragios: el 14,3% del padrón electoral.

La referencia dice importarle poco al Grand Bourg. Allí creen que aquella vez fue distinto, que ese partido contaba con el cobijo del propio Urtubey aunque los candidatos del primero se enfrentaron con los bendecidos por el segundo, que las encuestas hoy muestran que la intención de votos al PV llega a un 12% y sólo si la lista es encabezada por el propio Sergio Leavy, o que varios intendentes del PV no se lanzarán a la aventura a la que el jueves se lanzó el PV. Habría que matizar ese optimismo. Sobre todo si Sergio Leavy efectivamente decidiera ocupar la candidatura. Entre otras cosas porque el porcentaje que le atribuyen resultaría envidiable para más de uno, sabe que un triunfo de su fuerza consistiría en lograr la tercera banca a la que suele accederse con el 18% de los sufragios y, centralmente, porque los 83.000 votos del año 2015 se dieron en circunstancias igual de complicadas a la de este año: con intendentes propios que se desentendieron de la elección.

Es fácil corroborarlo. Alcanza con comparar las elecciones de mayo de 2015 cuando los jefes comunales del Partido de la Victoria ganaron cómodamente sus cargos (Campo Santo, El Bordo, Vaqueros, La Poma, La Viña, San Carlos, Salvador Mazza y Tartagal) en mayo, aunque en agosto el candidato a diputado nacional de esa fuerza, José Vilariño, no fue correspondido por la lealtad partidaria en su disputa por una banca nacional con los candidatos de Urtubey. Veamos: los 3.911 votos que los intendentes de Campo Santo y El Bordo sacaron en mayo de 2015 se redujeron a menos de 3.000 en todo el departamento de Güemes para la figura de José Vilariño; los 2.318 votos con que el intendente de Vaqueros fue reelecto en mayo, quedaron reducidos a 670 en el departamento de La Caldera de la que Vaqueros forma parte; los 639 votos con los que ganó el Partido de la Victoria en La Poma se redujeron a 193 en agosto; algo similar ocurrió en la en La Viña y a Salvador Mazza no vale la pena mencionarlo porque después de ganar Rubén Méndez la intendencia en mayo con el Partido de la Victoria, posó junto al ministro del Gobierno Juan Pablo Rodríguez para anunciar que no creía en Vilariño sino en Javier David. Sólo en los departamentos de San Martín y San Carlos los votos de mayo se correspondieron con los de agosto. El primero es conducido por el propio Sergio Leavy que arrastró 19.801 votos a su candidato, 3.000 menos a lo que esa fuerza había cosechado en la capital provincial.

Una potencial candidatura de Leavy no resuelve necesariamente la cuestión de la lealtad de los jefes comunales, aunque la referencia inmediata muestra que situaciones de esas naturaleza ya son conocidas por un Partido que sin embargo estuvo a punto de desplazar a Pablo Kosiner de la lista de diputados nacionales oficial en 2015 superando en número a todos los candidatos individuales – salvo Javier David – que entonces fueron parte de la contienda.

Es ese antecedente y el peso del propio Sergio Leavy en el departamento San Martin lo que permite predecir que Andrés Zottos, el ex vicegobernador, se convertirá con la venia del Grand Bourg en uno de los precandidatos oficialistas a diputado nacional. Los argumentos que empleara el gobierno serán de todo tipo aunque callaran el sustancial: el rol de Zottos siempre fue taponear el desarrollo territorial de Leavy, misión que comparte con el intendente de Embarcación, Alfredo Llaya, quien ahora podrá trabajar con entusiasmo por la candidatura de Zottos, quien de partir al congreso nacional dejará su banca en el senado provincial que deberá ser ocupada por la esposa del propio Llaya. No es éste el único movimiento a esperar. No habría que descartar tampoco que el radicalismo haga su aporte a los planes de Urtubey retomando el objetivo de levantar la candidatura a diputado nacional por la UCR del actual concejal Mario Mimessi, un joven con buena performance electoral en el 2015 y que con alguna ayuda del Grand Bourg puede fragmentar aún más el voto de los tartagalenses.

Hay más: el desembarco rutilante de Sonia Escudero en Orán durante el jueves y ayer, anticipa que la exsenadora nacional también recibirá cobijo del oficialismo para competir en las PASO con o en contra del propio Zottos. Escudero contiene más a dirigentes de perfil peronista, cuenta con alto nivel de conocimiento en la provincia y buena imagen en el norte provincial. Hasta la tapa de un semanario de la capital provincial pareció responder al movimiento de pinzas con que el Grand Bourg busca cercar a Leavy. Hablamos del semanario El Expreso, que el pasado miércoles tituló que el elegido de Urtubey para la diputación nacional es Miguel Isa, el hombre con fluidos contactos con sectores de base del Partido de la Victoria capitalino y que seguramente se sorprendió que la transcripción a medias de un discurso suyo en un acto de homenaje a Eva Perón terminara siendo interpretado por el editor del medio como la antesala de un anuncio de ese tipo.

Todos movimientos cuyo enorme valor analítico es el de mostrar que mientras se debatía si el Partido de la Victoria se iba o no, el Grand Bourg ya ponía en marcha su particular estrategia para neutralizar la potencialidad del nuevo adversario: cooptación de dirigentes, alambrado en las zonas de influencias que el PV posee en el norte provincial y seguramente retomando a través del isismo y el ministerio de Gobierno los vínculos con sectores de esa fuerza en la capital provincial en donde el liderazgo de Leavy nunca hizo pie por razones geográficas. Corresponderá a éste último conducir la resistencia al asedio y romper el cerco que le permita disputar una banca. Confianza no le falta. Hace rato que entre los suyos asegura que él también es capaz de otorgarle a un conglomerado de dirigentes objetivos estratégicos y elegir los momento y los lugares adecuados para realizar los movimientos que permita concretarlos.