Editorial por Franco Hessling.

Los próximos comicios presidenciales no implicarán necesariamente un cambio de apellido en la cabeza de la Casa Rosada, sin embargo, la imagen del presidente Mauricio Macri cae en picada tras sus más recientes decisiones. La alternativa oficialista podría descansar en el airoso semblante de María Eugenia Vidal, quien todavía conserva saldo positivo en los sondeos sobre su imagen -por cierto, los números de la consultora Sinopsys parecen haber sido recogidos en encuestas centradas en Capital Federal, pues también le dan una imagen positiva a Elisa Carrió y un balance negativo de 26 puntos a Cristina Fernández, datos que podrían cambiar diametralmente sólo cruzando la avenida General Paz-.

En lo que coinciden varios estudios, algunos con un rasgo menos metropolitano que el citado antes, es en que la vuelta a las garras del Fondo Monetario Internacional (FMI) tiene un significado especialmente ominoso para los argentinos. La figura del primer mandatario se ha erosionado más con esta última decisión que con los despidos, las desapariciones forzadas, la xenofobia, las represiones, el negacionismo, la misoginia, los tarifazos, los vetos y los decretazos. El saldo negativo que le endilga Sinopsys a Macri es de siete puntos, con mejor cosecha que CFK, sólo detrás de Vidal (12 puntos de imagen positiva) y Carrió (casi un punto en positivo). En esa misma consulta, Juan Manuel Urtubey aparece cuarto con 9,8 de imagen negativa.

Contra esa tendencia del muestreo de Sinopsys, el periodista Roberto Navarro intuyó en su paso por Salta que si se midiese los candidatos en el país en estos días CFK estaría por encima de Vidal y Macri. A Urtubey lo redujo a una expresión mínima, estimando que no tiene una intención de voto nacional que supere el 1%. Pretendió minimizar el peso específico del gobernador, subordinando siempre sus análisis al presupuesto que CFK tiene más potencial electoral que cualquier otro/a.

Evitemos la extrema tendenciosidad de Sinopsys, publicada grandilocuentemente en Clarín, y de Navarro, que convierte en aseveraciones sus deseos. Igualmente tomemos en cuenta parte de lo que uno y otro sector recuperan acerca del ánimo social: Cambiemos pica en punta aunque la imagen del presidente esté en remisión y Cristina está por encima de cualquier otro opositor pese a que viene de ser derrotada por el oficialismo en la provincia de Buenos Aires.

Sobre Urtubey, la estimación de Navarro parece especialmente exagerada en afán de desmentir taxativamente las declaraciones que algunos medios oficialistas le habían atribuido durante su estancia en Salta (publicaron que el director de El Destape había dicho que Urtubey tenía estampa de presidente). Por otro lado, el cuarto lugar en balance de imagen que le otorga la consultora peca de optimista si se asume como cierta la proyección de que la ex presidente es la figura opositora con mayor piso electoral. Aunque, reconozcámoslo, no es descabellado creer que detrás del oficialismo y CFK, Urtubey se presente como la opción con más aceptación en la contienda por la presidencia.

Discurso conveniente

Los allegados al gobernador salteño son conscientes de esta situación —menores números que Cambiemos y CFK—, aunque quizá no estén advertidos sobre acuerdos solapados que ya tenga Urtubey con sus “rivales” electorales y por eso se esfuercen en buscar hasta las últimas consecuencias que el salteño termine sentado en el sillón de Rivadavia el año próximo. En tren de implantar optimismo, han venido deslizando por lo bajo que puede que el piso de CFK sea más alto que el de Urtubey, pero que su techo también es más visible y que, por lo tanto, el esposo de Isabel Macedo tendría mejores chances de imponerse al oficialismo en una eventual segunda vuelta.

Este discurso tendría la virtud de interpelar a quienes tienen como principal meta política que, en 2019, no siga Macri ni nadie de sus secuaces. Aquellos/as que ven en la salida electoral la única solución, están convencidos de que la masa popular ha hecho un aprendizaje sobre lo sucedido en 2015. Cualquier variante de la casta política es menos obscena que la “CEO-cracia”, los antikirchneristas del peronismo votarían de buen gusto a Urtubey, tanto como que los kirchneristas harían lo propio si el salteño consiguiera la segunda colocación para una segunda vuelta contra Cambiemos.

Para el entorno que trabaja en la campaña presidencial del gobernador se hace oportuno deslizar la idea de que CFK eclipsaría la posibilidad de deshacerse de Cambiemos en 2019, si se tiene en cuenta que lo inmediato a impedir es que el oficialismo, aparato estatal mediante, se imponga en primera vuelta. La senadora nacional por Buenos Aires ya mostró sus límites en esa provincia el año pasado y el peronismo como conjunto, además de una crisis interna, está azotado por los métodos que tanto aprovechó a lo largo de la historia: los mecanismos que un gobierno en el Estado tiene para perpetuarse siempre son suficientes para que, en cualquier situación histórica, a priori, el oficialismo corra con ventajas. A la próxima elección, por primera vez desde que existe como corriente, el peronismo arribará a una elección presidencial, sea como unidad o sea en distintas facciones, sin tener los gobiernos nacional, de Buenos Aires, de la Capital Federal, de Santa Fe y de Mendoza. En Córdoba, el otro gran distrito, hay un peronismo con larga tradición de disidencia ante las direcciones nacionales del Partido Justicialista.

Si Urtubey se niega a una interna, sostenido por otras líneas antikirchneristas que todavía son considerables, sus mejores chances pasan por ofrecerse como la única salida de ganar en segunda vuelta, que, a su vez, sería la única posibilidad para destronar al oficialismo.

Aunque ese tipo de discurso ya se haya revelado estrecho, como el cambio moderado de Sergio Massa en 2015, puede que los acuerdos nacionales de Urtubey se satisfagan sólo con eso, manteniendo dividido el peronismo y centrando su ataque enunciativo más en debilitar a los otros opositores, principalmente a CFK, antes que a Macri o a quien lo represente. Cambiemos apuesta a ganar en primera vuelta y sabe que para eso es fundamental que algún peronista se le oponga a la expresidente y le arranque más votos de los que Unidad Ciudadana cuenta como mínimos. El planteo de que Urtubey tendría una mejor performance en una segunda vuelta contra Macri podría desviar el foco de votación de muchos progresistas que tienen como horizonte máximo que el 2019 electoral expulse de la Casa Rosada a los plutócratas, aún a costa de una reversión del banquete anfibio peronista (“comerse algún sapo”).

Sello Sola  

No sería extraño que los armadores políticos de los que está asido el gobernador, quizá sin conocer a ciencia cierta si él ha fijado de antemano ser candidato conveniente para otros competidores, encontrasen astuto este discurso estrecho de que Urtubey es el único que puede ganarle a Macri en segunda vuelta. Decíamos que un ejemplo de este tipo de reacomodamientos, potentes en primera instancia pero de corto alcance en el trajín de una campaña hacia un balotaje, era el cambio moderado que sugería Massa en 2015. En aquella elección el que lo asesoraba era Antonio Sola, el mismo español que ahora susurra al oído del exrubgbier del Jockey de [la rotonda de] Limache. Nobleza obliga, aunque no sabemos si es verdad, Sola ha declarado que justamente una de las diferencias que tuvo con Massa en aquella campaña fue que el tigrense nunca accedió a su apuntalamiento de radicalizar el discurso del cambio. En los hechos, tibio aquel Massa y, por ahora, tibio este Urtubey.

Atemperemos el asunto. O mejor, lo replanteemos suponiendo que el gobernador negocia una candidatura presidencial que tanto es conveniente para CFK como para Macri y Cambiemos, pudiendo así obtener réditos de ambos flancos en cualesquiera escenarios que vengan desde el año próximo. Urtubey podría presentarse a la interna opositora del gran frente anti Macri, pero luego ofrecer sus votos al mejor postor en una segunda vuelta, igual que lo hizo Massa, y sobretodo J.M. De la Sota, en el último antecedente de balotaje.

Accediendo a formar parte de la interna, el autor de Sembrando progreso le permitiría a CFK ratificar lo que se anticipa en cuanto a que sigue siendo la principal líder del espectro de centro y centro-izquierda, y que eso es lo que mejor cotiza al momento de polarizar con un neoliberal a ultranza como Macri. Hay quienes no escatiman en arriesgar, de ser real la suposición de que la candidatura de Urtubey tanto podría favorecer a CFK como al macrismo, que si la ex presidente metería un batacazo en la segunda vuelta, el recientemente padre por quinta vez se conformaría con lo mismo que había negociado con Daniel Scioli en 2015: la cancillería.

Aunque las prospecciones se oigan lógicas, seamos cautos. Puede que Navarro tenga razón.