Los incendios en Sierra de la Ventana ya consumieron más de 4000 hectáreas de pastizales y forrajes. Cientos de bomberos voluntarios están desplegados en los distintos focos.

Las altas temperaturas y la constante rotación del viento, sumada a la escasez de lluvias que se mantiene desde antes de fin de año, complica este esfuerzo que se realiza sobre terrenos difíciles, con faldeos rocosos por los que corren las llamas en una extensión que ya supera los 15 kilómetros.

Las autobombas van y vienen, a destajo, por las rutas 72 y 76, actuales límites para el fuego. Autoridades locales advierten que la situación se agravará si el incendio logra pasar del otro lado del pavimento, donde conviven otros establecimientos y la Reserva Natural Parque Ernesto Tornquist, que ya supo de este tipo de episodios en 2014, cuando más el 90% de sus 6700 hectáreas forestadas quedó reducido casi a cenizas.

«La situación es muy preocupante», reconoció el intendente de Tornquist, Sergio Bordoni, al evaluar una situación que tiene un horizonte final poco claro. El pronóstico solo anticipa más problemas en próximas horas: altas marcas térmicas y nada de precipitaciones importantes a corto plazo. Con suerte habrá algún chaparrón la semana próxima.

Hasta el momento los daños son sobre amplias hectáreas de forraje y arbustos quemados. En el inicio de estas tareas se registraron algunos accidentes que afectaron a cuatro bomberos, uno de los cuales terminó internado en terapia intensiva y se recupera favorablemente en Bahía Blanca, según fuentes municipales. Los otros tres tuvieron complicaciones menores, dos de ellos con principios de asfixia. Anoche, para minimizar riesgos, se evacuó a familiares del encargado de un puesto rural, entre ellos niños. El viento había empezado a empujar las llamas hacia la casa que allí habitan.

Marcelo Mosiejchuk, coordinador del Servicio Nacional de Manejo de Fuego, informó a La Nación que dos aviones hidrantes y un helicóptero con helibalde operan desde ayer en jurisdicción de Sierra de la Ventana para complementar desde el aire la labor descomunal que en tierra desarrollan los bomberos locales con apoyo de una decena de distritos de la zona. «Hay una fuerte sequía en toda la región que ha favorecido estos incendios», explicó.

De día y de noche se trabaja en estos campos, donde con apoyo de maquinaria vial se abrieron caminos en tierras que hasta hace poco estuvieron sembradas con cereales y hoy son un paño interminable de rastrojo crujiente que el fuego se devora en minutos.

Los bomberos avanzan con mochilas al hombro y las «guachas», una suerte de rebenque con el que se golpea a una y otra vez sobre los pequeños focos ígneos. A veces apaga, pero otras veces ese mismo movimiento genera un soplido que expande el fuego cercano que parecía liquidado.

Por el momento no se registran pérdidas de ganado. Productores de las zonas afectadas por el incendio lograron acorralar la mayoría de su hacienda en sectores alejados. Admiten que quedaron algunos animales sueltos pero con margen suficiente como para que se puedan proteger en puntos más seguros.

El panorama inmediato no es demasiado alentador. Las condiciones de altas temperaturas y vientos más la baja humedad dan forma a la fórmula perfecta para que los incendios mantengan fuerza, solo limitada por el esfuerzo de los bomberos y el agua que se arroja desde los medios aéreos.

Fuente: La Nación