La celebración es por el natalicio de Leopoldo Lugones, quien justificó el golpe de Estado de Uriburu y tenía un lado poco conocido que lo conectaba con los escritos antisemitas de Madame Blavastky y la fundación de la Sociedad Teosófica Argentina.

“Lepoldo Lugones se encerró en un hotel del Tigre, y tras escribir una última página que tituló `Basta’, pidió una botella de whisky, se sirvió un vaso y revolvió dentro el cianuro (…) murió entre retortijones dolorosos, dejando una baba azul en el suelo”, comentó una vez la bisnieta del escritor por cuyo nacimiento se recuerda todos los 13 de junio como el día de quienes realizan este oficio en Argentina.

Leopoldo Lugones

Amigo del salteño José Félix Uriburu, una vez realizado el golpe de Estado contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen, se le encomendó a Lugones —cuyas ideas políticas habían ido mutando desde el socialismo hasta llegar al fascismo— la redacción de la “proclama revolucionaria”, en la que podemos leer: “El Ejército y la Armada de la Patria, respondiendo al calor unánime del pueblo de la Nación y a los propósitos perentorios que nos impone el deber de argentinos en esta hora solemne para el destino del país, han resuelto levantar su bandera para intimar a los hombres que han traicionado en el gobierno la confianza del pueblo y de la República el abandono inmediato de los cargos, que ya no ejercen para el bien común, sino para el logro de sus apetitos personales”.

También podemos realizar un paréntesis para comentar algo de la descendencia del poeta. Leopoldo “Polo” Lugones, su hijo, fue un comisario, comprobado pederasta y torturador. Paradójicamente, la hija de éste (nieta del escritor), Pirí, militó en Montoneros, marchó al calabozo y a la muerte. Pero estos son detalles que poco se comentan cuando se lee a uno de los próceres de la literatura del siglo 20 en el país. Tampoco se comentan demasiado los vínculos entre don Lepoldo (padre) y las ciencias ocultas, el esoterismo y la figura de Helena Blavatsky, o Madame Blavatsky, la escritora, ocultista y teósofa rusa cuyas obras han sido interpretadas en clave racista y antisemita por algunos ocultistas nazis.

Helena Blavatsky

En el libro Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires, Roberto Arlt nos recuerda que Lugones había estudiado “excesivamente la Doctrina Secreta”, uno de los libros más conocidos de Blavatsky, escrito a finales del siglo XIX. La doctrina teosófica presenta una actitud hostil hacia los Judíos y un plan de ruta a llevar a cabo en la Nueva Era que se presenta: guerra de religiones, redistribucción forzosa de los recursos mundiales, iniciaciones luciferinas, iniciaciones planetarias en masa, campañas de desarmamiento, eliminación o bloqueo de las ortodoxias religiosas, entre ellas la Iglesia Católica como principal enemigo a combatir.

El libro La doctrina secreta (1888) será la base de la New Age. Está repleto de teorías relacionadas más o menos indirectamente con el hinduismo y tiene un carácter marcadamente antisemítico y anticristiano. En él, la autora llegará a afirmar que el verdadero dios es Satanás (Baal) auténtico benefactor de la humanidad, y que el dios del Antiguo Testamento, conocido por Jehová no era otro que Caín, el primer asesino.

Emblema de la Sociedad Teosófica

Blavatsky, a quien se reconoce como fundadora de La Sociedad Teosófica Argentina (a la que pertenecía Lugones), sostenía haber recibido una revelación sobre la existencia de una antiquísima civilización que habría florecido en lo que hoy es el desierto de Gobi, pero que lo habría tenido que abandonar para vivir en misteriosos reinos subterráneos.

Imbuido del ocultismo, Lugones, en algunos de sus relatos, intentó explicar las teorías teosóficas como una alternativa a la ciencia hegemónica; hablaba del “universo como manifestación inteligente”, de los espíritus lunares y solares como fuentes de la conciencia y alma del hombre.

Este interés teosófico fue más que un motivo erudito o una simple moda, una convicción sobre la transformación espiritual y el retorno a un tiempo primigenio. O una vuelta al orden sagrado, como consideran algunos.

Luego Lugones se tomó un par de tragos de cianuro y el resto es historia. Hoy celebramos en su nombre.