Los tres senadores por Salta votaron en contra del proyecto de la ley de IVE desoyendo a las mujeres y reflejando la crisis de representatividad política existente. (Andrea Sztychmasjter)

Algunxs podrán decir que pese a que los senadores no aprobaron la media sanción que faltaba para que el proyecto de IVE fuera aprobado, la gran movilización en las calles logró una importante visibilidad, llevó a que las mujeres dejen de hablar solo por lo bajo de sus experiencias personales y miedos, y logró romper el cerco que las colocaba del lado del silencio y la soledad. Fue un logro social que se materializó en las calles de todo el país y que puso como protagonistas indiscutidxs a una generación de jóvenes que vinieron a mover las viejas estructuras anquilosadas, inmovilizadas por el statu quo.

Otrxs podrán decir que pese a que no se logró aprobar la ley, el debate prioriza la pluralidad de voces y refuerza el sistema democrático. Aunque haya quienes apoyando el debate manifestaron que consideraban que el proyecto era “anticonstitucional”, y pese a que es sabido que el hecho es anterior al derecho, muchxs senadorxs que votaron por la negativa se valieron de emitir sus votos en función a no defraudar sus “convicciones” personales, cuando lo que se debatía corresponde a la esfera pública y de salud.

Otrxs tantxs entenderán que la intromisión de la iglesia católica en el Senado fue eminente y por ello es necesaria y urgente la separación de la iglesia del Estado, porque la iglesia siempre se ha opuesto a leyes que vinieron a ampliar derechos. Otrxs también pondrán el foco en la crisis de representatividad de lxs legisladores y de los partidos tradicionales. Por ejemplo en el actual Senado nacional no hay representantes de la izquierda argentina.

Existen muchas aristas y puntos de análisis, pero el debate histórico durante estos meses hizo coincidir a todxs en algo: los abortos clandestinos existen y seguirán existiendo, pese a que la mayoría de lxs senadorxs que votaron en contra miren para otro lado.

Estrategia católica

La estrategia de marketing de la iglesia católica fue mutando desde principio de año hasta que la aprobación en Diputados del proyecto de ley les cayó como agua fría, de esta manera sus tácticas comunicativas y políticas se exacerbaron en todos los frentes. Apenas anunciado que en Argentina se abriría el debate por el aborto legal, la iglesia convocó a movilizaciones en todo el país bajo el slogan “Vale toda vida”. Invirtieron en publicidad, banners y carteles en la vía pública y en ambulancias y colectivos y fueron los sacerdotes los primeros en salir por el rechazo total a este proyecto de ley.

Con la media sanción ya aprobada, la estrategia católica mudó a otro slogan: “Salvemos las dos vidas”. Los sondeos y encuestas nacionales que mostraban el aumento de la población a estar a “favor de la vida” — incluso la utilización por parte de profesionales de la salud de esta frase— fueron el reflejo de que la estrategia les sirvió. De esta manera los católicos lograron efectivizar las dicotomías en relación a la vida y la muerte, autoproclamándose “pro vida”, aunque juzgando que quienes no piensan como ellos estaban en contra de la vida.

La intromisión de la iglesia en el debate quedó expuesta en estos meses, y en la votación en el Senado lxs legisladorxs también la señalaron. «Me lo pasé atajando y esquivando crucifijos de un sector de la Iglesia”, señaló Pedro Guastavino, senador peronista entrerriano que preside la comisión de Justicia del Senado y uno de los primeros oradores en el recinto.

En tanto que la expresidenta Cristina Fernández, quién durante su mandato no habilitó el debate de un tema crucial para las mujeres y personas gestantes, maduró su postura y decidió votar a favor del proyecto aunque en su alocución, luego de recordar los logros de derechos femeninos en su gobierno, atinó a decir: “No se enojen ni con la Iglesia ni con los sacerdotes. Sigan construyendo esa fuerza que pude percibir claramente el 8 de Marzo».

Escueta intervención

De los tres senadores por Salta, la intervención del exgobernador de la provincia, Juan Romero, fue la más corta de todas. En poco más de 6 minutos —cuando el resto de las alocuciones promediaba los 15 o 20— el senador replicó lo que días atrás escribió en los acotados caracteres a través de su cuenta de Twitter y se opuso a lo que durante años el movimiento feminista viene exigiendo.

Romero habló de sus “convicciones” basadas en sus creencias religiosas y aseguró que siguió un “mandato” de los salteños que están en contra de esta ley. “Los abortos clandestinos van a continuar”, recalcó sin que le temblara la voz, aunque entrecortadamente señaló que espera que este tema “madure en la sociedad”. “Tenemos leyes que no se cumplen”, manifestó en referencia a la Educación Sexual Integral y tratando de excusarse de su voto negativo, agregó que debe haber un nuevo Código Penal, que contemple los abortos no punibles.

Al finalizar señaló que la mujer no puede ser criminalizada y debe ser respetada, votando en contra de una ley que justamente venía a hacer lo que el legislador criticaba, dejando expuesto que las contradicciones están a la orden del día.

El catador de violaciones

Tras sus casi 12 minutos de oratoria, el senador Rodolfo Urtubey fue noticia nacional por sus espantosas declaraciones que no conforme con haberlas manifestado, trató de explicarlas; algo que evidentemente no pudo hacer. Es decir, dijo lo que pensaba y después ante las críticas trató de desdecirse.

Mientras exponía los argumentos sobre los cuales basaba su oposición al proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo, el senador salteño del PJ  tuvo una desafortunada frase al hablar sobre los casos de violación. “Nos tenemos que poner a discutir cuáles son las causas (…) tenemos que ver cuál es el límite, a qué se refiere, qué es el peligro a la vida. Eso está claro en su formulación. La violación está clara en su formulación, aunque habría que ver por qué hay algunos casos en los que la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer, sino que a veces es un acto no voluntario con una persona que tiene una inferioridad absoluta de poder frente al abusador”, argumentó.

En ese marco, habló del abuso intrafamiliar, “donde no se puede hablar de violencia pero tampoco de consentimiento, sino de una subordinación, una sujeción. Por eso, en este tema de las causas, sería sano avanzar en la cuestión de la ausencia de voluntariedad, entendido con cierta amplitud, que no es solamente la violación clásica”.

Al igual que su par Romero, Urtubey habló de “convicciones” y señaló que los encargados de legislar no las pueden dejar de lado a la hora de emitir sus votos y mucho menos pasar por alto los “dogmas”. Comparó así a los que se oponen y a los que no, para decir que de los dos lados existe dogmatismo, cuando en realidad los que se opusieron a la ley impusieron sus creencias, mientras que los que están a favor sólo respetan los derechos.

Fiore clerical

Defendida por antiderechos como una de las legisladoras “más impecable” en su alocución, la senadora Cristina Fiore demostró ser una férrea representante de la Iglesia Católica durante estos meses de debate. Fundamentó que cada legislador vota a partir de sus creencias religiosas. En su discurso y como abogada intentó cuestionar diferentes artículos del proyecto de ley en debate.

Habló casi media hora sin ser interrumpida —a diferencia de otras legisladoras que votaron por el sí— por la vicepresidenta Gabriela Michetti. Su intervención, aunque llena de críticas legales, no demostró grandes descubrimientos; incluso mezcló conceptos, hizo sobreinterpretaciones personales sobre la letra de la ley y a diferencia de quienes defienden la supuesta solvencia que tuvo, lo cierto es que realizó un discurso largo, cargado de sarcasmo.

Como letrada que entiende que la oralidad es un requisito indispensable para la profesión, hizo abuso de ella y en vez de sincerarse sobre las tristes estadísticas que colocan a Salta como una de las provincias más vulneradoras de los derechos femeninos, la senadora Fiore hizo uso de la palabra sólo para emitir un discurso en contra, sin presentar soluciones.

En su intervención, la senadora señaló que el proyecto en debate generó una “cultura del descarte” y evidenció que lo que más importa “es la realización personal. Y el otro, problema del otro. Y no me parece”, mencionó, haciendo hincapié en el derecho “del niño por nacer”, institucionalizado por el expresidente Carlos Menem.

Fiore, quien presentó una impugnación para que el Ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, no expusiera en el plenario de comisiones del Senado antes de la votación, aprovechó el micrófono para minimizar la problemática de los abortos clandestinos.

Quizás la parte más peligrosa del discurso de la senadora que migró de un partido a otro, fue cuando a pesar de haber afirmado que sí se trata de un problema de salud e invocando las palabras de Rubinstein, aseguró que los abortos no son la principal causa de muerte materna en el país. “En el año 2016 murieron 171.408 mujeres. Por suicidio, mueren 18,87 por ciento más mujeres, por desnutrición fallecieron 525, por femicidios 312”. Citando cifras del Ministerio de Salud nacional, Fiore disfrazó su discurso en contra diciendo que el aborto está en el número 40 de la lista de causas de muertes maternas.

La senadora se olvidó de reflejar cifras reales, puesto que el aborto, ese que se lleva la vida de varias mujeres, es ilegal y clandestino en Argentina, por ende es imposible contar con registros verdaderos y oficiales que contabilicen las complicaciones de salud.