Sólo 92 de las 2208 calles de la Ciudad de Buenos Aires que llevan nombres de personas son de mujer. El dato surge de un relevamiento sobre las arterias de la ciudad.

Cuando el 11 de junio de 1580 Juan de Garay fundó Buenos Aires sólo nombró a la Plaza Mayor (la actual Plaza de Mayo). Eran tiempos en los que la ciudad no era más que una mera idea y un proyecto que tomaban forma en la mente de su fundador y el equipo que lo acompañaba. Pero con el paso de los años y la traducción de ese sueño en realidad, comenzaron a delinearse poco a poco cada una de sus arterias y se hizo necesario darles una denominación que representara la concepción cultural dominante.

Una prueba concreta de la evolución que siguió la nomenclatura y que refleja parte de esta «lectura historiográfica» de los barrios viene dado por el uso de nombres femeninos en las calles y avenidas que atraviesan la urbe (aunque el porcentaje sea escaso, si se la compara con los masculinos que figuran en el actual mapa porteño).

Según un relevamiento, sólo 92 de las 2208 calles con nombres de personas pertenecen a mujeres. Esto significa que las designaciones femeninas para dichos espacios públicos representan apenas el 4% del total de esos nombres, y que 18 de los 48 barrios no poseen referencias a mujeres dentro de sus perímetros, por concentrar 563 calles masculinas.

Almagro, Balvanera, Belgrano, Boedo, Monserrat, Monte Castro, Parque Chas, Parque Patricios, Paternal, San Cristóbal, San Telmo, Versalles, Villa del Parque, Villa Luro, Villa Ortúzar, Villa Real y Villa Riachuelo, se codean dentro del ránking de los barrios estrictamente varoniles de la ciudad. Le siguen, con sólo una calle con nombre de mujer en su interior, La Boca, Constitución, Floresta, Liniers, Recoleta, Retiro, Saavedra, San Nicolás, Villa Crespo, Villa Devoto, Villa General Mitre y Villa Urquiza.

En la mayoría de estos distritos -de acuerdo con un raconto publicado en el libro Las mil y un curiosidades de Buenos Aires, de Diego Zigiotto- predominan referencias de todo tipo y naturaleza, alejadas casi en forma deliberada del «mundo rosa»: desde militares, juristas, ciudades argentinas, políticos, batallas, marinos, médicos, sacerdotes, escritores, funcionarios, poetas y conquistadores, hasta animales, actores, deportistas, inventores y líderes extranjeros.

Liliana Barela, ex directora general de Patrimonio e Instituto Histórico porteño, explica que «la nomenclatura urbana ofrece una valiosa lectura historiográfica de la política comunal» y Buenos Aires la retrata a la perfección con las etapas por las que transitó y transita.

En el documento titulado: «Barrios, calles y plazas de la ciudad de Buenos Aires, origen y razón de sus nombres» afirma que «se puede hacer historia con los monumentos y con las calles, las que se proponen y las que se censuran, las que se borran y las que se agregan», y concluye que, «con menor o mayor justicia, los nombres de los lugares públicos pasan a ser una referencia, una identificación que se consustancia con la vida cotidiana, dando marco a ese sentido de pertenencia entrañable que toma cuerpo en el cruce de una esquina, en la cuadra, en el barrio o en la plaza».

En otro orden de cosas, Rosa Montero, reconocida y premiada escritora española, advierte sobre el recelo hacia el poder de las mujeres -una atmósfera que registraron durante décadas las distintas maneras de nombrar las calles de la ciudad y los cambios que atravesaron- y lo remite a los primeros mitos de la cultura, a los relatos de la creación; un paradigma presente en ámbitos muy dispares. «Y es la mujer quien posee en estos mitos el atrevimiento de preguntarse qué hay más allá, el afán de descubrir lo oculto», desliza en uno de sus libros, Historias de Mujeres. Varias páginas adelante, incluso, afirma que «la leyenda les adjudica un papel agridulce pero inmenso como hacedoras de la humanidad», y que lentamente han ido «conquistando la igualdad, pese a que el trayecto no haya sido lineal. «Hubo momentos de mayor libertad, seguidos por épocas de reacción», sostiene en la introducción a este compendio de biografías publicadas semanalmente en el diario El País, y que sin pensarlo echa luz a lo que pasó en términos de denominaciones, arterias y mapas porteños.

La historia reciente parece haber recogido el guante de la igualdad y las conquistas, y parte de ese espíritu se refleja al recorrer la zona más nueva de la ciudad de Buenos Aires: Puerto Madero. Con 27 arterias femeninas que remiten a heroínas y revolucionarias que lucharon con valentía contra los prejuicios de su época -eran consideradas ciudadanas de segunda- y que defendieron la libertad y la independencia, es el barrio porteño que concentra la mayor cantidad de nombres de mujeres notables, como dispuso la ordenanza N°49.668 dictada en el año 1995 por el ex Concejo Deliberante.

«Noté que las calles se prolongaban del otro lado del corredor Madero-Huergo con el mismo nombre que tenían, es decir, Viamonte, Perón, Sarmiento o Belgrano. Les propuse a los bloques parlamentarios de aquellos años que las calles y espacios públicos del nuevo barrio tuvieran nombres de mujeres, y la aceptación fue unánime», recuerda en declaraciones a la prensa Leticia Maronese, autora del libro Mujeres y Calles, Nomenclatura porteña, y ex integrante de la Comisión Permanente de Nomenclatura Urbana.

De este modo, en las calles de Puerto Madero se mezclan, sin preferencias o clases, las pioneras de la militancia política femenina local, las activistas sociales, las defensoras de los derechos humanos, las artistas, las profesionales destacadas y las líderes argentinas y del continente americano.

Otros barrios con presencia femenina que devuelve el mapa porteño, aunque con menor intensidad en sus cifras, son: Villa Soldati (con 7 arterias); Villa Lugano (4), Vélez Sarsfield (4), y los otros 23 distritos con 3 o menos menciones.

Lo cierto es que, al menos por ahora, Puerto Madero no tendrá competencia ni habrá otra zona preexistente donde predomine el perfume de mujer en sus calles o se promueva un cambio en la nomenclatura. Si bien son varios los espacios que les rinden tributo y hay mayor conciencia e intención de hacerlo notar, no hay indicios ni proyectos actuales de incorporar más nombres femeninos en arterias de Buenos Aires, según se desprende de las últimas audiencias públicas y sesiones celebradas en la Legislatura porteña.

Las primeras mujeres homenajeadas en calles de Buenos Aires fueron Juana Azurduy, Manuela Pedraza y Policarpa «Pola» Salvatierra, las tres referentes de los procesos de independencia, tras una ordenanza aprobada el 27 de noviembre de 1983.

Fuente: La Nación