Hace poco se realizó el primer Slam de Poesía Oral en Salta, conversamos con la ganadora de la Copa Ginebra, Fernanda Álvarez Chamale, escritora, docente y tallerista que antes de fin de mes presentará una plaqueta “Contingencias”. (R.E.)

Fernanda nació en Salta a principios de 1980, actualmente trabaja como docente e investigadora en la UNSa. Es Licenciada en Letras y Especialista en Ciencias Sociales; en el ámbito académico sus temas de interés se vinculan con la Lingüística y la Sociología de la Lectura y la Escritura. Se encuentra en la última etapa del doctorado en Letras en la UNCórdoba. Realiza talleres literarios para adultos mayores desde el año 2011 y, actualmente, un nuevo proyecto denominado OllaBrava: Taller experimental de lectura y escritura literaria. Participa asiduamente en los encuentros de artistas y escritores amigos, que ahora podríamos enumerar pero la lista se haría bastante larga. Algunos de sus poemas se encuentran publicados en la Antología Eva decidió seguir hablando, Ediciones del Dock, Buenos Aires, publicada en 2009 y en la Antología Sumergible, Jujuy, de 2013. Tiene algunos proyectos de publicaciones de libros en marcha con editoriales independientes del NOA, uno de ellos Piedras descalzas con Cuadernos de Elefantes y otro con la Editorial Intravenosa, con la que prevé publicar en el mes de  noviembre del corriente año su primer plaqueta de poemas, llamada Contingencias.

A la par de tu desempeño literario, llevas adelante una vida docente ¿cómo repercute eso a la hora de afrontar tu escritura?,

Soy docente, es cierto, pero en el campo académico me desempeño en el área lingüística, es decir, no doy clases de literatura ni en la Universidad ni en los Institutos de Educación Superior. Eso, de algún modo, me alegra, porque me permite autorizarme a mí misma a estar algo desprovista de herramientas de la teoría y la crítica literarias, a ser genuina con mis modos singulares de lectora común y corrientes y porque me habilita un “ir yendo escritural” más liviano y menos pendiente de los ideales teóricos o ideológicos de ciertos parámetros o modelos. Sin embargo, claro, ahí está ese otro campo al que me dedico, ese vasto campo que estudia el lenguaje con la rigurosidad de la ciencia. Sin lugar a dudas, la reflexión sobre los niveles de la lengua, sus constituyentes, sus relaciones con la psiquis, con lo social o con la comunicación inciden de un modo muy productivo sobre mi escritura, ya que la composición textual, sobre todo la de poemas, pone en juego –al menos en mí– una apuesta continua de trabajo con la palabra, con su capacidad de imágenes y de sonoridad.

Por fuera de la academia también realizas otras actividades, como la de OllaBrava ¿Cómo se encara el trabajo dentro de ese ámbito?

En cuanto a mis experiencias de taller, OllaBrava no es la primera, ya que hace unos cuatro años que doy dos clases de talleres literarios a “adultos mayores” de manera anual y continua en un contexto institucional. En cuanto al Taller OllaBrava, viene siendo una experiencia muy hermosa para mí, de la que aprendo y disfruto mucho, tal vez porque la configuración de los encuentros la pensé con el acompañamiento de escritores amigos que son motores de dimensiones particulares como la narrativa o la poesía y que, al sumarse a la propuesta, aportan lo suyo desde sus experiencias de hacedores y no de maestros. Bueno, ni hablar del grupo que hace posible esos encuentros; un grupo de chicos y chicas muy heterogéneo que, sin embargo, coinciden en las ganas de hacer y en el entusiasmo de la afluencia; en ese mismo devenir se aprecia de qué manera van dando y encontrando sus voces (pues a veces la voz de uno, está visto, son voces  múltiples). Es curiosa esta vía que adopté de hacer un taller, de abrirlo, porque nunca me anoté en uno, salvo este año. Digo bien “hacer” y no “dictar”, porque tengo bien identificado lo que es un rol docente (es mi profesión, de hecho) y en este campo, aunque a veces me salen las mañas del arte de enseñar (o de esa pose), intento hacer propuestas a las que los que asisten pueden o no sumarse, pero que en cualquier caso, sólo podemos saber de qué se tratan cuando trabajamos en conjunto. Finalmente cada uno se apropia de lo que quiere o de lo que puede. Tal vez mi función de tallerista es aprender a escuchar y a ver eso que se gesta más allá de mi plan. Bueno, dicho sea de paso, quisiera transpolar esa mirada al campo de la educación formal, pero a veces es difícil por lo sesgada que se encuentra la subjetividad allí.

En el mismo plano, ¿qué relevancia pueden tener los talleres en las personas que desean aprender un poco acerca de la escritura?

Creo que los talleres son espacios que vuelven colectivos o comunes algunos intereses; me gusta pensar que un taller es una comunidad de la escucha y la composición, en el mejor de los casos también del afecto, porque a fin de cuentas disponerse a escuchar y a simplemente compartir es estar dispuesto al amor. Sin lugar a dudas quien más abierto está a la palabra del otro y a la devolución crítica de sus textos, más provecho puede sacar de los talleres  y ello repercute en la propia escritura. Sin embargo, pienso que nadie nos enseña a escribir con una intención tan directa como esa. Tampoco a leer. En todo caso algo o alguien pueden generarme ganas de escribir o de leer y eso es para mí más importante que la enseñanza de una posible técnica. La técnica o técnicas, si acaso existen, confluyen todas en que cada uno encuentre su propia voz y se aproxime a eso que quiere decir.

Uno puede leer parte de tu producción en las redes sociales ¿cómo ves el uso de otros soportes a la hora de publicar?, en cuanto a las ventajas o desventajas que te pueden dar, según tu experiencia.

Publico en Facebook, al principio por pura inercia, porque entre poner en mi estado qué estoy haciendo o qué programa de TV estoy mirando, me tira más publicar lo que escribo. Mi muro se convirtió, así, en un espacio de difusión de mis poemas. En los tiempos previos al Facebook –al menos a mi cuenta de Facebook–, publicaba por mi cuenta unas plaquetas que yo misma diseñaba, imprimía, pintaba, hilaba y regalaba en encuentros de escritores o eventos de artistas, hace años, en la época auge de Ya Era. Ya Era a veces encuadernaba mis cuadernillos de fotocopias y los difundía y ponía a la venta. Recibí propuestas de publicación de pequeñas editoriales en diferentes momentos, pero yo estaba muy con la cabeza en la producción pública de mi faceta académica. No fue sino este año que me pensé más seriamente el asunto de publicar mi producción literaria  a través de editoriales que no sean autogestoras. No sé qué ventajas o desventajas traerá ello, sinceramente, porque estoy a travesando la experiencia recién. Lo que sí puedo decir es que se siente muy bien tomar la decisión de publicar y trabajar para eso, es como salir del aspavientos de la fugacidad y permitir que la escritura cumpla su rol de fijar, de trazar, de dejar marca; aun cuando el objeto textual nos parezca, luego, inmaduro o incompleto. La difusión, la que sea, te permite pulsar tu escritura desde la óptica del que lee, escuchar sobre tus textos cosas impensadas; también hacer amigos, intercambiar con otras artes y seguir escribiendo y leyendo, también eso, que es lo más importante.

En cuanto al proceso creativo ¿cómo encaras la escritura, y todo lo que eso conlleva?

Mi proceso creativo varía, adquiere diversos matices según la época o el estado vital en el que  me encuentro, según mi humor, mis intereses, mis temas, mis polémicas y tantos etc. Es un proceso móvil, dinámico. Lo más estable en él es la presencia de música casi de manera constante mientras escribo, la noche (aunque he escrito a cualquier hora del día, interrumpiendo cualquier actividad doméstica o laboral) y algún texto -en el sentido más amplio de texto- que orienta la producción: me refiero a alguna escena de la vida cotidiana en la que me quedé enganchada, a algún texto que leí y no deja de hacer resonancias, a alguna película que vi… a alguna historia vivida o imaginada. A veces pongo el acento en el trabajo con el lenguaje; a veces en construir una escena, una imagen; y a veces sólo en escribir, como si escribir fuese una especie de actividad que tengo que hacer para vivir, a veces muy intuitiva, lúdica y reveladora y otras casi mecánica, pero siempre un actividad para decir algo de mí o de los otros; también para soportar los límites que tiene la vida y el propio lenguaje.

Tu escritura tiene mucho de personal. Cuáles son los temas que vas explorando ahora, ¿hay modificaciones con una etapa previa? Esto también va relacionado a la exploración de géneros; conozco tu faceta más ligada a la poesía, pero no la parte académica, o la narrativa, ¿cómo te llevas con esas formas escriturales?

Mi escritura tiene mucho de personal y no, aunque escribo en un tono que aborda siempre lo subjetivo y que parece desgarrarse de mis entrañas, en muchos casos construyo sobre un núcleo temático especialmente elaborado por fuera de lo que me acontece, aunque siempre próximo. Es el caso de las series de poemas “Ellas” y “Ellos” -con proyecto de publicación en Larvas Marcianas, Editorial Independiente de Santiago del Estero-, en los que cuento historias y describo personajes relacionados con mi entorno en la infancia o en la actualidad, o simplemente imaginados, pero que no dicen de mí o acerca de mí (aunque pienso que cualquier cosa que decimos, dice algo de nosotros, claro). Mi campo es el poema, es el lugar en el que me encuentro más con lo que quiero y me sale decir, aunque exploro formas narrativas también en la poesía, así como la producción en prosa que a veces tiene intenciones de cuento pero que casi nunca puede desligarse del lenguaje poético.

Hace poco fuiste la ganadora del primer Slam en Salta, algo que mucha gente desconoce, o por lo menos recién se entera de que existe. Qué diferencia podemos encontrar entre esa forma de compartir la poesía y la más tradicional, si se quiere, que es la que todos tenemos en la cabeza cuando pensamos en lo poético.

La experiencia del Slam ha sido única en dos sentidos: por un lado, realmente ha sido mi única experiencia de competencia de lectura de poesía y, por otro, ha sido única por lo intensa, lo disfrutable y lo divertida. La verdad es que no conozco mucho sobre Slam de poesías más que por esa única experiencia por la que pasé y por videos de lecturas que circulan en internet (de Slam o de ciclos de “lecturas” que a veces no son lecturas sino performances de enunciación de poesía, como “Poesía entre la Hierba”). Pienso que las circunstancias que hacen que algo como “la poesía” se convierta en ocasión de reunión social y en una actividad que puede atraer y emocionar a públicos amplios, heterogéneos y tal vez algo legos en el campo de la literatura  son bienvenidas y que está bien explorarlas sin temor al ridículo. Pienso que los Slams le quitan a la poesía su valor agregado, asociado con lo culto y solemne.

Dentro de un tiempo sale una plaqueta publicada en Jujuy, si no me equivoco…

Sí, con mucha alegría sale una plaqueta. Intravenosa, Editorial de Jujuy, publicará “Contingencias” mi primer poemario por editorial independiente. La presentación será en la Feria del libro de Salta, el 28 de noviembre a las 20 en el Complejo de Bibliotecas de la Provincia, calles Belgrano y Sarmiento. Se trata de un texto cuyo tamaño, soporte y extensión es diferente al de un libro y es, de algún modo, el preámbulo del libro sobre el que trabajo con esa misma editorial para publicar próximamente.

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Extraño tu forma de coger

A veces te ponés a pensar qué fue del amor estacionado en los días de las vidrieras.

Los museos ya no están a la altura del deseo. Se nota en los ojos de los teóricos del arte y en el estómago de los curadores  también, con sus cavidades cada vez más anchas, más. Son como espacios de la arrogancia del enigma. Mirá este lunar, acaso vos no lo tenés. yo, lo que es yo, sí. Hace tiempo que el yo-yo ha dejado de ser un juguete infantil ¿quéno? Como sea. Es de noche, ya ves. Para todos. Y extraño el cuerpo tuyo y tu ph neutro. Los olores a la nada que vienen con el viento en la ventana, con el airecito de mañana es otro día, dale, que mañana es otro día. Eso de desnudarnos con sofocación de los hay que hacerlo, con tal ya estamos en el baile. Y bailemos. Qué lindo es bailarnos encima de nosotros. Porque hemos pedido pido para no pillarnos. Soltar es una geometría inexacta, curva. Como la gravedad del cuerpo. Este cuerpo sobre el cuerpo de ese cuerpo. Sobre la materia absurda de la tierra en la que caemos. De pronto los árboles crecen, aunque no nos parezca. Contra el granizo del olvido, contra las lluvias amorosas de febrero, contra la oscuridad de los sueños de una pared sin grafitis. Los árboles, así es: crecen. Y mi gata al lado. Me pregunto por tu sonrisa los días en que sonreíamos juntos con esas canciones de nadie. Y la pregunta es un pájaro encima del techo de un edificio distante. Yo contemplo en la terraza los vuelos aleatorios. Sus ojos y sus nanas y el casi quedarnos ciegos. Será muy fácil trepar el bosque sobre la espalda, dejarlo avasallarnos las entrañas. Porque ya sabés, de algo, dicen, hay que morir. Consumo el humo de tus manos sobre mi frente. desaparezco, despacio, también, de a poco. Y extraño algo, algo como cogernos el mundo en la inexactitud de los gestos de nuestras masas corporales. Me acomodo un poquito para que te acomodes. Presiento que es hermoso lo incorrecto, la gramaticalidad de nuestras formas. Y salirse, también, de lo exacto: para tomar aire. Para olvidar que es hermoso coincidir. Después de todo extrañar. Extrañarnos. Saber que somos ajenos, tan otros. Y no dejar de extrañar en el embate de todo lo que se nos quiere parecer. Entre las figuras de estos crecimientos, los árboles más anchos, exhalan. Y es más: exhalan. Entonces, te decía, extraño tu forma de coger.