Omar Valdez y Pedro Albarracín, padres de dos de los cuatro brigadistas muertos en Guachipas, consideran que en Salta no hay justicia. Uno de ellos amenaza con tomar medidas drásticas. Este miércoles se cumple un año de la tragedia. (Federico Anzardi)

Este miércoles 28 de octubre se cumple un año de la muerte de Martín Albarracín, Mauricio Valdez, Víctor Ferreyra y Matías Vilte, trabajadores de Defensa Civil enviados a apagar un incendio en el cerro El Acheral (Guachipas) y que fueron atrapados por las llamas que no pudieron controlar. Los familiares de los fallecidos continúan buscando justicia. Aseguran que el Gobierno de la provincia es responsable. Consideran que el error de las autoridades fue haber mandado gente no capacitada, con pocos elementos, a un lugar peligroso.

“Había dos muchachos que tenían más antigüedad y estaban preparados para este tipo de incendios. Eran Albarracín y Ferreyra. Vilte y mi hijo estaban contratados para mantenimiento de plazas y parques de la ciudad, no como brigadistas”, relata Omar Valdez, padre de Mauricio. Explica que su hijo llevaba un año y tres meses en ese puesto, como monotributista. Agrega que el joven sólo había apagado incendios menores y que antes de ingresar a Defensa Civil había trabajado como mozo. “No tenía experiencia”, completa.

Valdez reconstruye lo que pasó en las horas previas a los fallecimientos de Mauricio y sus compañeros: “El último contacto que tuve fue el día 25, pero él no sabía todavía que iba a ir allá, porque la designación fue a dedo. El chango mío tendría que haber salido de trabajar a las tres de la tarde del 27. Vilte estaba de descanso. Albarracín estaba con parte médico. El incendio se había iniciado el 17, 18 de octubre, pero no lo lograban sofocar. Ellos salieron de acá el 27 a la tarde, hicieron noche allá y salieron el 28 a la mañana temprano. Al mediodía hubo un viento que levantó todo y fue lo que los arrasó”.

Lo que cuenta Valdez está respaldado por los videos registrados por el celular de Martín Albarracín y descubiertos el 1 de agosto de este año. En el primero, de cuarenta segundos, se puede ver el incendio, altísimo, que sobrepasa los árboles. Nadie habla. Se escucha el viento, se ven, muy cercanas, las puntas de los otros cerros. Casi al final, Martín Albarracín dice “uh, las herramientas, pelotudo”. El segundo es el más conocido, el más difícil de ver. En ambos documentos se percibe la desesperación de las víctimas, el intento por salvar sus vidas y también el escalofriante momento en el que todo se termina.

Valdez, a un año de la tragedia, señala las responsabilidades que no fueron tenidas en cuenta por el fiscal penal de Cerrillos, Gabriel Portal, quien no realizó peritajes en el celular, que fue devuelto a la familia Albarracín tres días después de la tragedia. El mes pasado, la Justicia desestimó abrir un proceso de destitución en contra de Portal por incumplimiento de funcionario público.

“Ese video no tendría que haber aparecido si el fiscal hubiera hecho las cosas como correspondía”, dice Valdez, y cuenta que evaluaron el video durante una semana. “Las dudas eran por lo fuerte que era el video, que en algunas personas por ahí no caía bien, pero si no lo sacábamos, iba a quedar todo archivado”, explica.

También se apunta fuertemente contra el entonces jefe de la Brigada Forestal, César Dagum, quien se jubiló dos meses después de los hechos y era el responsable directo de los brigadistas.

Valdez asegura que en las últimas semanas de su vida, su hijo Mauricio daba señales de que algo no estaba bien en su trabajo. “Últimamente se lo notaba preocupado, pero la mayor preocupación que tenía era la persecución por parte de Dagúm, que a los changos, los tenía ahí, como esclavos, digamos. Los hacía lavar las camionetas de los jefes, lavar las veredas. O los llevaban a casas de funcionarios a hacer mantenimiento de los jardines con herramientas de Defensa Civil. En lugar de darles capacitación, los tenían ahí al vicio”, dice. También considera que Dagúm envió a los cuatro brigadistas a Guachipas “por capricho”.

Los cuerpos

Los cuatro brigadistas fueron hallados en la tarde del 28 de octubre. “Al principio nos dijeron que tres cuerpos estaban casi juntos, y el de Ferreyra, encargado de la cuadrilla, a 300 metros. Y sin embargo, en el video, se ve que están los cuatro. ¿Por qué aparece a 300 metros? Ardiendo no va a correr tanta distancia. Nosotros pensamos que al cuerpo lo han movido, porque aparte él tenía puesto un casco, y cuando lo encuentran el casco está cincuenta metros antes”, dice Valdez. Considera que el cuerpo de Ferreyra fue movido “para decir que él se alejó de los muchachos y los muchachos no le hicieron caso”.

El padre de Mauricio agrega que las herramientas con las que contaban los brigadistas eran escasas: una mochila con 20 litros de agua cada uno, además de machetes y elementos varios que no podrían sofocar un incendio tan grande: “No han seguido el protocolo que debían seguir. Tenía que haber un jefe de operativo, que era Dagúm, y estaba sentado acá, atrás de un escritorio. Tenía que haber un vigía, que tiene que estar ahí arriba, informando los cambios del viento. Tenía que haber una vía de escape, tampoco la tenían. Tendría que haber habido helicóptero y avión hidrante. El helicóptero sobrevoló la zona y dijo que no había ni humo, siendo que los vecinos decían que sí había humo”.

Los familiares sostienen que el gobierno brindó una versión oficial y obligó a los testigos del caso a que la repitieran. Se trata de los brigadistas Pablo Rivas y Esteban Espinoza, quienes se encontraban lejos de donde fallecieron sus compañeros, y el finquero Elio Flores Royano. Por esa razón, acusan al ministro de Seguridad, Alejandro Cornejo D’Andrea, de encubrimiento.

“D’Andrea les dijo lo que tenían que decir. Vinieron preparados. Espinoza manifiesta que los changos han sido tozudos, que se han ido nomás. Hay gente del lugar que dice lo contrario, que los muchachos han subido por una orden que han recibido, que ellos tenían que ir sí o sí. No es que hayan sido tozudos, sino que subieron por temor a represalias. Aparentemente han sido amenazados que si no subían se iban a quedar sin trabajo”.

“En el lugar donde estuvieron los muchachos no había nada que salvar. No había animales ni casas cerca. La más cercana, la de Flores, estaba a ocho kilómetros. El incendio no ponía en peligro vivienda o animales. De la mitad para arriba, el cerro estaba quemado. Nosotros, caminando, tardamos casi dos horas, yendo por el camino más corto. Ellos subieron por otro lado. Los Bomberos Voluntarios de El Carril fueron, evaluaron la zona y dijeron que no iban a subir”, cuenta Valdez, quien cree que “en la Justicia sigue habiendo corruptos”.

Mauricio y Martín

Al argumento de la “tozudez”, Valdez responde describiendo la personalidad de su hijo: “Era un chico que no era audaz. No se iba a ir a meter. El tiempo que yo lo conocí era lo contrario, era más miedoso. Él, cuando era chico, iba a Gendarmería Infantil y había lugares donde lo llevaban de campamento y no iba solo, tenía que ir alguien de la familia a acompañarlo. La tía, la hermana. No era un chico que se iba metiendo en los lugares. No se arriesgaba”.

Algo similar opina Pedro Albarracín, padre de Martín. El hombre cree que su hijo nunca hubiera sido capaz de tomar por su cuenta la decisión de subir.

“Martín era un tipo matemático. La prueba es clarita: a la hora de su muerte tuvo el valor de prender el celular. Hay cosas que él tiene fotocopiadas sobre las injusticias y los negocios que se hacían en Defensa Civil. Martín sabía que Dagúm se robaba los combustibles, eso me lo dijo a mí. Se iban al norte a apagar los incendios, los finqueros les daban frutas, venían estos hijos de puta y se las sacaban”, cuenta.

Albarracín sigue describiendo a su hijo: “Era muy ordenado. En sexto grado se ganó un premio en una feria porque hizo un auto de juguete con energía solar. Lo hizo andar. No era ningún caído. En el video trata de sacarlo a Vilte a los gritos”.

Este hombre, a diferencia de Valdez, se muestra agotado por el año que ha vivido: “Lamentablemente tengo que decir que estoy mal. Yo solamente pedía que salieran los responsables y que dijeran pasó esto, por esto. Salieron a decir que eran héroes. ¿Héroes de qué? Los mandaron a morir, la muerte más cruel tuvieron”. Albarracín también asegura que la versión oficial es falsa y dice que tiene testigos que declararon una cosa y luego le reconocieron lo contrario.

La gran Bouvier

Hace dos semanas, Jean Michel Bouvier, padre de una de las turistas asesinadas en San Lorenzo en 2011, aseguró en una carta abierta que si no consigue justicia para su hija, es capaz de movilizarse por su cuenta. Albarracín leyó esa carta y piensa parecido.

“Lo que nos queda es que ellos van a pagar. Como dijo el padre de la francesa, acá no hay justicia. Y tomaremos la justicia por mano propia, como él dice. Sinceramente, hoy, mañana o el año que viene, yo lo encontraré a uno de los responsables, que es Dagúm, que lo maltrató a mi hijo. Yo ya estoy de vuelta, ya estoy viviendo gratis. Este sinvergüenza los mandó a la muerte. Cuando se enteró desapareció como rata. Fue en horas de la noche a sacar sus cosas a Defensa Civil. No tuvo la hombría de poner la cara. Con el único con quien negociamos hasta último momento fue con Ola Castro, a pesar de toda la mafia que hay ahí. Yo, por la guita que me den del mundo o las misas que hagan, no me voy a recuperar”, dice, y anticipa que él y su familia decidieron no hacer juicio, ya que no creen que puedan obtener un fallo favorable.

Albarracín aprovecha la entrevista para decir que le gustaría reunirse con Bouvier. “Le quitaron una hija y la Justicia de Salta no hace nada. Y a mí me quitaron un hijo y la Justicia de Salta no hace nada”, explica.

Misa y marcha

Este miércoles 28 se realizará una misa en la catedral, a las ocho de la mañana. Luego, a las 10, habrá una manifestación en Ciudad Judicial, de la que participará la Comisión de Familiares Contra la Impunidad.