Estudiantes y cuerpo docente de la Técnica Ingeniero Maury, de Campo Quijano, obtuvieron el primer lugar en la feria de Ciencia y Tecnología por un proyecto de acuicultura, hidroponía y trabajo en un contexto pedagógico inclusivo. (A.M.)

En la última instancia zonal de la feria de Ciencia y Tecnología del nivel secundario, un grupo de estudiantes presentó un proyecto que combina la acuicultura tradicional, que es la cría de animales acuáticos, con la hidroponía, el cultivo de plantas en agua en un medioambiente simbiótico. En la sede zonal de Campo Quijano, entre casi ochenta proyectos, este sistema de peces y plantas quedó en primer lugar. Quienes lo presentaron fueron estudiantes del Aula de Abordaje Pedagógico Complejo de la Escuela de Educación Técnica Ingeniero Maury y tienen a cargo todavía del sistema ganador, mostrando una vez más que la inclusión puede superar todas las expectativas.

Andrés, Israel, Rosario, Vero, Gabi, Sole, Andrea, Tadeo y Nancy son adolescentes con discapacidad y forman  parte de un programa de inclusión en el que asisten diariamente a la escuela regular pero reciben clases en el Aula de Abordaje Pedagógico Complejo. Algunxs de ellxs hacen las trayectorias curriculares de algunas materias como Formación Ética y Formación Artística junto a los chicxs sin discapacidad, asistidos por sus profesoras Claudia y Karina.

Se trata de un proyecto conjunto que se hace en los diferentes talleres de la escuela. Este particularmente recibió la asistencia del profesor Eduardo Montero, quien además acompañó al grupo en el stand de la feria. El Director Rafael Sángari decidió que fuera el aula de APC quien trabajara con la acuaponía y se encargara de presentarlo. Es la primera vez que esta aula participa de una instancia así y le ha dado a toda la institución un suspiro de orgullo: “Tenemos que encontrar alguna forma de normalizar lo que es normal. Una escuela tiene que poder brindar herramientas a todos los estudiantes que asisten y acá tenemos chicos con discapacidad, diversos, algunos que se manejan en ambientes más regulares, etc.”, dice el director. Y es que en la Escuela Técnica Ingeniero Maury hay casi cincuenta chicos incluidos en las aulas de las trayectorias escolares regulares y un grupo en el APC. La inclusión es, claramente, una tarea seria para esta institución que trabaja con sensibilidad y de manera responsable para que todxs lxs estudiantes reciban las herramientas para un futuro prometedor, “la acuaponía tiene que ser un elemento pedagógico más para que todxs puedan aprender de la misma forma”, concluye Sángari.

Como la pecera está en constante funcionamiento y tiene más de cuarenta peces, está instalada en el aula y son lxs estudiantes quienes alimentan y cuidan ese espacio vivo. A la entrada y a la salida, tiran alimento a las mojarras que saltan hacia la superficie y salpican algunas gotas que divierten e intrigan a todxs. Es un momento importante, muchas cabezas se acercan alrededor de la pecera y estudian cada movimiento con sorpresa. Al mismo tiempo, el grupo enseña al resto del estudiantado cómo deben proceder con la pecera, cuidando que no tiren comida que pudiera hacerle mal a los peces o que no desconecten ningún cable de las bombas que llevan los desechos con los que se abonan a las raíces de las plantas de la superficie. “Un día los chicos tiraron pan y eso les hizo mal a los peces. Tampoco hay que darles mucha comida, pueden morir”, dice Andrés, quien ha explicado con soltura todo el proceso de retroalimentación que existe entre plantas, desecho orgánico y peces. Además, Andrés ha animado a sus compañeras para que se acerquen a alimentar a los peces y ha introducido a Israel, un joven con parálisis cerebral que ese día tenía la responsabilidad del alimento.

“Este proyecto nos ha permitido trabajar muchas cosas con los chicos: la responsabilidad, la socialización, la observación, entre otras capacidades que ya venían ejercitando desde su escuela primaria y acá han reforzado con el cuidado de un proyecto tan importante como este”, comenta la profesora Karina Zubia.

La participación en la feria de Ciencia y Tecnología fue un evento importante para el aula de APC porque representaba la materialización de un largo trabajo de educación para la inclusión. “Era la primera vez que los chicos exponían ante personas desconocidas. Aunque son compañeros desde la primaria, de la Escuela Jean Mermoz, y están en esta aula desde hace tres años, a veces los chicos se inhiben mucho. Ese día, sin embargo, expusieron con mucha soltura, fue una victoria para todos. Ni siquiera hacía falta que yo los asistiera”, comenta la profesora Claudia Figueroa, quien comparte todas las mañanas con este grupo. “Nosotros ya habíamos ganado más allá del reconocimiento, porque es un logro que chicos con discapacidad tengan la oportunidad de exponer en las mismas condiciones que los demás”, afirma Cecilia Arias, vice directora de la escuela Jean Mermoz y encargada del Aula de Abordaje Pedagógico. Quienes evalúan en la feria, comentan las profesoras, se acercan tres o cuatro veces a mirar los proyectos. En la primera instancia, lxs chicxs del aula de abordaje complejo, estaban tímidxs y retraídos. Sin embargo, en la tercera ronda de observación ya mostraban su carpeta de campo con mucho orgullo y exponían las ventajas de un sistema tan sustentable y amigable con el ambiente.

El futuro está lleno de posibilidades para lxs directivxs y las profesoras, quieren que el aula de APC cree una huerta con las plantas que crecen mediante la acuaponía. El profesor Sángari puntualiza: “Se trata de que los chicos realicen acciones superadoras, no van a trabajar con una huerta común sino con una que se geste mediante la acuaponía: eso es superior a lo normal y ahí apuntamos. No es un camino fácil, pero hay que intentarlo responsablemente”. Cecilia Arias que trabaja con otros grupos de APC en la Escuela Jean Mermoz agrega sobre la importancia de trabajar con proyectos de este estilo: “Lo que se busca con estos proyectos es que los contenidos surjan de la necesidad de los chicos y los ayuden a satisfacerlas. En estos espacios educativos aprenden a ser ciudadanos, tanto los que no tienen una discapacidad como los que sí”.

Para dar totalmente el paso a la inclusión, Cecilia asegura que hace falta apoyo, capacitación y presupuesto para llevar a cabo estos proyectos. La profesora Claudia agrega: “Es importante también que haya apertura desde la institución. No son los chicos los que discriminan sino los adultos”. El miedo a lo diferente es una problemática con la que lidia todos los días este grupo de profesoras y directivxs. La barrera más difícil de romper, es la actitudinal.