El debate en torno a la aceptación de las innovaciones lingüísticas para dejar de lado la ginopía pone al descubierto una tensión que atraviesa todo el devenir social: bregar por cambios que amplifiquen alcances o aferrarse a cánones que cristalizan la exclusión y la desigualdad. (A.M.)

Los cambios y las innovaciones, en cualquier ámbito, incomodan y conquistan adeptos o luchan contra detractores. En Salta, una provincia en la que la expresión “cuna de tradiciones” es utilizada por gobernantes, docentes y clérigos para justificar cuanto cambio rechazan, el debate sobre el lenguaje inclusivo como innovación lingüística se encuentra en agenda. Para algunxs, el lenguaje es una abstracción sagrada que hay que proteger y preservar de las tiranías de las ideologías y para otrxs, se constituye como un espacio de luchas y disputas de significados que ayudan a entender el mundo y hacerlo más justo.

En nuestra provincia, no sólo lxs estudiantes sienten sobre sí el peso de la norma sino también cualquiera que se atreva a cuestionar el sistema de la lengua. En un curso sobre terapia gestalt, la psicóloga Verónica Bisdorff utilizó lenguaje inclusivo para dar la capacitación y fue acusada de invadir con su modo personal de pensar. Al respecto, Bisdorff asegura que “la mente humana tiende a pensar la realidad planteando dicotomías. El lenguaje inclusivo, en el imaginario de muchas personas, no se trata de una herramienta lingüística para incluir sino que se piensa como una expresión de un pensamiento disruptivo del modelo binario varón-mujer. En este sentido, es ruptural y por eso molesta”, comenta la psicóloga contextualizando el debate en una época en la que el nosotrxs vs. el ustedes está cada vez más fuerte en torno a las discusiones sobre el aborto, el estado laico, etc.

“El uso de la e como negación de lo binario se usa para pensar la identidad como un continuum entre lo que está identificado socialmente como lo masculino y lo que está identificado socialmente como lo femenino; en el medio, hay muchos matices que esta vocal representa en el lenguaje. El rechazo al lenguaje inclusivo es el rechazo a reconocer la existencia de une otre que no encaja en los moldes que se tienen asimilados”, asegura Bisdorff. Para la activista feminista, usar el lenguaje inclusivo marca de modo decisivo y permanente la diferencia de pensamientos porque expone de manera directa una postura política ante la vida, una forma de ver el mundo.

En Salta, una provincia en la que la expresión “cuna de tradiciones” es utilizada por gobernantes, docentes y clérigos para justificar cuanto cambio rechazan, el debate sobre el lenguaje inclusivo como innovación lingüística se encuentra en agenda.

Palabras en el ring

Sol Maidana es docente de Lingüística General en el Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura del Instituto de Educación Superior 6040, en Vaqueros. También es Correctora de Estilo y utiliza el lenguaje inclusivo como una forma de confirmar su postura sobre la vida. Como investigadora ha realizado sus trabajos utilizando lenguaje no sexista y comenta: “Hoy elijo usar la X impronunciable, ese tachón en la hoja, molesto para muchxs, porque es ahí donde me gusta pensar que el lenguaje fisura y la diversidad ingresa en los textos”. En sus clases, Sol festeja el debate ya que considera que “cuando suceden esas relaciones entre lo histórico conceptual y la realidad cotidiana es cuando la educación, el saber, se está produciendo”.

No es, por supuesto, la única postura de lxs docentes del terciario ante la lengua. Para otrxs, la norma lingüística debe ser la única realidad posible. En este sentido, Maidana afirma que “la norma no es casta ni pura, está vestida de hegemonía, de poder, y mientras más hablemos y nos posicionemos en la significación de una realidad digna, justa e igualitaria, la norma más simpática nos será —o no—. Mijail Bajtín, un teórico ruso del ámbito de las letras, decía que “el signo es la arena de la lucha de clases. El lenguaje es eso, terreno de disputa”.

Como ella, Horacio Herrera, comunicador social y exdocente de Lingüística, propone al lenguaje inclusivo como una herramienta de lucha en una época en la que los privilegios están siendo cuestionados: “Las personas que están luchando por la igualdad y por la aceptación de la diversidad de género cuentan con un estandarte más. Un símbolo más, que es la marca lingüística. Es la intención ideológica expresada en un símbolo minúsculo pero impactante. Al resto de los hablantes esto resulta chocante. Por supuesto. Porque se trata de una transgresión a la lengua. Pero es una transgresión con un propósito ideológico, que es precisamente poner de manifiesto el tema de la valoración de los géneros en nuestra sociedad. Es un debate que no nos habíamos planteado antes en la historia. Nos toca a nosotros, a esta generación”.

El lenguaje inclusivo, en el imaginario de muchas personas, no se trata de una herramienta lingüística para incluir sino que se piensa como una expresión de un pensamiento disruptivo del modelo binario varón-mujer. En este sentido, es ruptural y por eso molesta.

Universidad

En el ámbito de los establecimientos educativos, lo que dicen algunxs mayores parece nunca ir en consonancia con lo que quieren expresar lxs jóvenes, entre lxs que más se está evidenciando el uso del lenguaje no sexista en la oralidad y la escritura. Sin embargo, aunque las escuelas y colegios no se han pronunciado a nivel institucional sobre el uso del lenguaje inclusivo, una frase escuchada por una docente en un colegio privado parece resumir una de las posturas más fuertes: “No debemos dejar que los estudiantes usen esta moda porque luego, en la universidad, van a fracasar”.

Para echar luz sobre esta afirmación, Cuarto Poder dialogó con el decano de la Facultad de Humanidades, Alejandro Ruidrejo. Para él, el lenguaje inclusivo no puede tomarse como una moda o una jerga juvenil porque sobrepasa los límites etarios y no es exclusivo de un grupo social. Afirma que es “una expresión de las luchas que se están dando en contra de los dispositivos que oprimieron las identidades. La lucha por el reconocimiento y la igualdad de género se viene dando desde hace mucho en la universidad”.

Dando cuenta de lo que sucede en su facultad y durante su gestión, Ruidrejo asegura que es totalmente aceptable que lxs estudiantes realicen una tesis “utilizando formas de alteración del lenguaje para dar cuenta de la importancia de producir una diferencia en la gramática para abrir a nuevas formas de pensamiento y como un ejercicio de lo político”. El decano asevera que “las luchas por desalojar a aquellas cosas que han ocupado el lugar vacío de lo divino tras la muerte de Dios, están enfrentando en nuestra actualidad lo que Derridá llama el falocentrismo implicado en el logocentrismo occidental. El modo en que esas pugnas se llevan a cabo está lejos de poder ser evaluada (…) Instituciones como las nuestras se encuentran inmersas en esos procesos de puesta en cuestión de las violencias del lenguaje. Y si bien existe un lenguaje académico específico que tiende a homogeneizar la comunicación de las comunidades académicas de mano de procesos de internacionalización del campo, también es cierto que la lucha por un lenguaje inclusivo no es un fenómeno local. Si se lo asocia con la lucha de las minorías por el acceso a posiciones que antes eran reservadas a la mayoría masculina, puede reconocerse que la educación preuniveritaria se enfrenta a la interpelación de sus tradicionales esfuerzos por hacer del «hablar y escribir bien» un objetivo central.

Por su parte, Viviana Cárdenas, profesora de las cátedras de Introducción a la Lingüística y Psicolingüística de la UNSa, considera que hay una sobreestimación de la importancia del lenguaje porque lo que en realidad importa es luchar contra la valoración negativa que tenemos de los conceptos que queremos nombrar. La docente e investigadora propone que el lenguaje inclusivo es una opción como tantas otras y no debería ser sancionada ni condenada en las instituciones educativas de cualquier nivel ya que evidencia una necesidad. Más allá de las discusiones institucionales que se desprenden de él, lxs que saben parecen estar de acuerdo en que censurar o prohibir el uso del lenguaje inclusivo es una forma de hacer la vista gorda ante una lucha que existe y quiere hacerse escuchar (y leer).

Las palabras de Sol Maidana resultan ahora necesarias y justas para el final de este recorrido: “La conquista del lenguaje inclusivo radica no sólo en visibilizar la diversidad, sino en evidenciar tanto los derechos adquiridos como la constante resistencia, puja y tensión por vulnerarlos”.