Las tropas del intendente Gustavo Sáenz navegan por aguas demasiado mansas. La falta de iniciativa del bunker de uno de los candidatos a gobernador con mayores expectativas genera demasiadas dudas, a lo que se suma que muchos de los adherentes han comenzado a mostrar desconfianza sobre si existe realmente una alianza alternativa o se cocina la gran unidad sin que los encuentre adentro. (Jorge Pasacantando)

Es cierto que Sáenz desconoce donde terminará amarrando la nave. Son tiempos en los que las reglas de juego no están claras y en donde las especulaciones terminan paralizando a los actores. La incertidumbre sobre si el voto electrónico continuará vigente o si regresa el voto papel parece determinante a la hora de analizar la conveniencia de las alianzas, como también la notoria baja en las encuestas de Mauricio Macri, todavía candidato a la reelección.

Sin perjuicio de que en las próximas semanas se imponga el ala política de la alianza oficialista a nivel nacional, y que las pretensiones de Macri se sacrifiquen para dar paso a la fórmula Vidal-Larreta, en Salta hoy nadie quiere quedar abrazado y en soledad a un presidente que no logra pasar los 20 puntos en las preferencias.

El intendente capitalino ha solicitado a Marcos Peña que lo autorice a traccionarse con dos precandidatos a presidente: Uno de Cambiemos y el otro del peronismo federal o alternativo. Sin embargo, el Jefe de Gabinete todavía no ha aceptado una propuesta que no es compatible con los pensamientos de quienes sostienen que hay que jugar todo o nada en este frente. A Gerardo Morales se la negaron y terminó desdoblando las elecciones de Jujuy.

Viendo esta situación desde otro ángulo, tampoco existen argumentos para sostener que Urtubey debiera aceptar una candidatura a gobernador de Sáenz en estos términos. Excluir en el otro extremo del espinel a Isa, Yarade, David, Parodi y Kosiner, para lograr solamente una porción de apoyo no parece rentable. Los 25 puntos del alcalde salteño, divididos, no resultan suficientes para motivar semejante quiebre interno de un oficialismo en retirada.

De rechazarse la petición realizada al macrismo, y analizando Sáenz que no puede quedar expuesto a una derrota por abrazarse con un postulante a presidente escasamente atractivo, podría producirse su desembarco en el frente urtubeycista. ¿Quiénes quedarían entonces en Cambiemos? Olmedo, Nanni y Grande se relamen con esa posibilidad.

Es esta hipótesis la que sostienen con más fuerza quienes buscan explicar la quietud del saenzismo y consideran que la falta de trabajo en el interior provincial se produce porque existiría un acuerdo entre Sáenz y Urtubey para que aquel sea el próximo gobernador con el apoyo de los intendentes. Otros, más desconfiados, creen que el equipo del intendente actúa con demasiada ingenuidad y que las conversaciones cotidianas con Juan Pablo Rodríguez y con Fernando Yarade son entretenimientos que los conducirán a la derrota. Son los que dicen que Sáenz tiene puesta la misma camiseta que en 2017 se colocara Walter Wayar, cuando era el favorito y por descuido terminó en la banquina de la gobernación.

La mayoría de los adherentes al frente que en 2017 se denominó Cambiemos-País sienten que no hay trabajo y dirigen sus miradas hacia el trípode de confianza del intendente y que integran Pablo Outes, Matías Cánepa y Nicolás Demitrópulos. En realidad, de estos tres solamente Outes es quien prestidigita en política, aunque con poco tiempo por contar con demasiadas responsabilidades.

En el seno del armado saenzista saben que tienen que elegir un armador con tiempo y disposición y que esto implica que asuman con plenitud los roles políticos o de funcionarios municipales, pero nunca los dos a la vez. Ninguna reunión formal ha realizado el frente, y escasa línea se baja para trabajar en conjunto, o siquiera separados. A cuatro meses y medio de la elección ¿puede un postulante a la gobernación darse semejantes lujos?

Estos defectos de armado son los que llevan a que cada socio de Sáenz haya comenzado a diseñar su propia estrategia. A la cabeza de los autónomos aparece el romerismo que intenta coronar a Juan Carlos Romero como senador nacional reelecto. Sin gestos de reciprocidad que lo contengan, en estos días dio un paso en la capital postulando a Bettina Romero para la intendencia. Su pretensión acumulativa generó alguna queja de Matías Posadas y, también, de Andrés Suriani, otros dos precandidatos con indicadores sólidos en las encuestas.

Matías Posadas ha quedado entrampado en la transición. Recientemente arribado al frente ve sorprendido que su nuevo jefe podría arreglar con su anterior jefe. Para colmo de males nadie la asegura nada en el medio de la anarquía que gobierna al frente.

El problema, dicen, es que no bendijeron a nadie para suceder la capital y que no pueden regalar el fortín más importante de la alianza. Lo saben los saenzistas de la primera hora más que ninguno de ellos. Sin embargo, todos saben que cualquiera necesita de manera imprescindible la bendición de Sáenz aunque éste no pueda elegir entre sus más allegados. Luego de tres años de una gestión que es aceptada por la mayoría de los capitalinos, uno de los errores más graves fue la incapacidad para formar un cuadro que reemplace al intendente. Cánepa, Outes, Madile, Villada, García Salado, Galíndez, Fonseca ni Cartuccia superan los 3 puntos, en el mejor de los casos, y determinan que se tenga que alquilar un candidato.

El que siempre mira desde afuera del saenzismo es Martín Grande, quien amenaza por lo menos con dar pelea por la intendencia, y se ilusiona con ser el único candidato a gobernador para el caso de que el salto de Sáenz lo conduzca a desafiliarse de Cambiemos. No goza del afecto del romerismo que insiste en que podría salir por fuera de sostenerse alianza con el periodista que es propenso a la soberbia pero que no ha armado nada para competir con nadie.

En la banca de la intendencia, y especulando con que lo irán a buscar, Guillermo Durand Cornejo juega su ajedrez solitario. Sabe que arrastrado por Sáenz puede lograr grandes resultados, pero sus caprichos siempre le jugaron malas pasadas. Cual si fuera el Lavagna del frente local quiere ser el único candidato para el municipio más importante y nadie puede asegurarle el monopolio.

Ignacio Jarsun trabaja con su partido Salta para Todos para constituir una línea provincial pero desconoce si será el candidato a vice-gobernador o a diputado nacional e ingresa también en las dudas. José Ibarra, el guachipeño que aspira a una diputación nacional tampoco sabe cuál es el juego que lo beneficiará luego de que el PRO de Salta propusiera como legislador para la cámara baja nacional a Martín de los Ríos.

Hablando del PRO, claro está que hoy está desperdigado como fuerza. De los Ríos no manda a nadie y corren en el peligro de que abandonen la fuerza Suriani y Castillo que con la agrupación La Celeste concentran más apoyo que el sello partidario. Nunca pasaron de ser una docena de dirigentes que poco o nada de crecimiento generan. Sólo para dar un ejemplo, nadie explica cuál es el provecho de las gestiones de Roberto Ulloa, o del propio De los Ríos para expandir su marca a los pueblos del interior.

Un último aspecto a considerar es la probable alianza de la UCR con el saenzismo y con Cambiemos. A pesar de las quejas, Miguel Nanni, Mario Mimessi y Héctor Chibán saben que tienen que definir un esquema que evite la intervención partidaria y desde el otro lado todavía tienen disposición para aceptarlos. La UCR mantiene una pequeña estructura en el interior que sigue siendo apetecible para Sáenz, quien desde la interna de los boinas blancas que comenzó a captar dirigentes como Luis Zavaleta, José Luis Valle y Federico Núñez Burgos.

En los boxes del Centro Cívico Municipal hay demasiada paz y anticipan que no moverán demasiadas fichas hasta mayo cuando se publique la convocatoria. Mientras tanto, y en la banda contraria, Yarade recorre y entrevista intendentes y dirigentes con quienes acuerda dinero y publicidad fidelizando a los que ya los apoyan desde hace años.  Isa no se queda atrás y aprovecha cada coyuntura para sacar la cabeza. Hasta los escuálidos electorales colocan carteles, reparten folletos y difunden sus rostros en las redes sociales.

Sergio Leavy no se queda atrás y apura el voto papel para colgarse de la sábana de Cristina Kirchner. Sabe que una Salta con 40% de pobres mira con buenos ojos al gobierno que se fue y que supo darle satisfacciones cotidianas que ahora añora. En caso de acordar el PJ con Unidad Ciudadana podrían engordar no solamente las encuestas sino poner en jaque cualquier acuerdo que superestructura como el que diseñan en soledad Romero, Urtubey y Brito.

A pesar de que la distancia de Sáenz sobre los otros se refleja en cada encuesta para gobernador, la parsimonia de sus operadores deja la sensación en propios y extraños de que la tortuga podría escaparse.