Hay en los cuarteles más de diez mil toneladas de chatarra bélica. El material obsoleto se encuentra almacenado en distintas unidades de las Fuerzas Armadas.

En 1997, los vecinos de Los Polvorines convivían junto a un depósito de municiones militares. Con la imagen imborrable de lo que había ocurrido el 3 de noviembre de 1995, cuando estalló la Fábrica Militar de Explosivos de Río Tercero, en Córdoba, iniciaron protestas, por temor a que se desencadenara una explosión similar. El gobierno de entonces se hizo eco del reclamo y, ante la duda, desactivó la Compañía de Munición 601 y trasladó el material a cuarteles del interior, donde todavía se mantiene.

Hoy, la Argentina cuenta con más de 10.000 toneladas de munición explosiva obsoleta, repartidas en distintos puntos del país, ubicadas en polvorines pertenecientes a las Fuerzas Armadas, algunas con fecha de 1950, según fuentes del Ministerio de Defensa.

Para dar una dimensión de la cifra mencionada, 500 kilos fue la cantidad de explosivos que se utilizaron para la demolición del Albergue Warnes, conjunto edilicio que existió entre 1951 y 1991 en el barrio porteño de La Paternal. Una fuente calificada del Ministerio de Defensa confirmó que la cantidad de material obsoleto diseminada en los cuarteles llega a más de 10.000 toneladas.

Según fuentes gubernamentales, el problema principal del almacenamiento de municiones es el gasto y el peligro que representa guardar durante varios años el material obsoleto. Las dos variables se cruzan porque es necesario mantener un personal especializado que se dedique a la seguridad de los depósitos y, además, contar con un grupo de técnicos que controlen la existencia de «compatibilidad de municiones».

Es necesario, además, porque los componentes de este tipo de materiales son mezclas químicas y una desatención podría ocasionar una explosión letal.

Su desmilitarización es requerida no solo por el impacto que podría tener el material en el medio ambiente, sino también para su destrucción total o el desarme para la reutilización de alguna de sus partes. Tal es el caso del trinitrotolueno (TNT), que se puede obtener de algunos explosivos y sirve al sector minero para dinamitar distintas áreas.

«La desmilitarización de esta basura minimizaría el riesgo ante situaciones como lo que sucedió en Río Tercero. Lo que tenemos en depósitos no son chupetines, son bombas», dijo una fuente del Ministerio de Defensa que prefirió mantener su identidad en reserva.

El ingeniero Mario Frigerio, con amplia trayectoria en la función pública, es desde hace cinco meses responsable de la Subsecretaría de Investigación, Desarrollo y Producción para la Defensa, encargada, entre otras cosas, de la desmilitarización del material bélico en desuso.

De acuerdo con fuentes allegadas al ministro del área, Oscar Aguad, esta problemática sería una de las prioridades de la subsecretaría y se ha impulsado el desarrollo de un «manual de buenas prácticas» que se empezó a difundir a todas fuerzas para promover la desmilitarización. Aunque todavía no hay políticas concretas ni un presupuesto destinado para resolver esta cuestión.

Los inventarios que maneja cada fuerza son confidenciales y, según Defensa, ni el ministerio tiene un registro exacto del material almacenado. Conforme a los datos, se trata de munición que engloba a todas las Fuerzas Armadas.

Las unidades navales tienen el mayor porcentaje de material obsoleto almacenado, que incluye minas marinas, torpedos, armas antisubmarinas, cohetes, misiles y munición de artillería naval de distintos calibres.

La Fuerza Aérea, por su parte, almacena misiles, cohetes y bombas de aviación. En Villa Reynolds, San Luis, se encuentra ubicada una de las bases más grandes del país. Allí trabaja la V Brigada Aérea, una unidad de cazabombarderos que utilizaba los aviones Mirage. Muchas de sus municiones quedaron desactivadas y están depositadas en sus polvorines desde hace años.

Los sitios en los que se guarda este material se denominan «polvorines» ubicados en distintos puntos del país, que en general se encuentran en los grandes conglomerados militares. Uno de los depósitos de mayor concentración está ubicado en Azul, con más de 2000 toneladas, pertenecientes a la Armada. Se localizan en 30 galpones, dentro de las 3500 hectáreas del predio militar Arsenal Azopardo, muy cercano a Fabricaciones Militares (Fanazul), planta estatal que cesó su producción a fines de diciembre.

Otra de las localizaciones con mayor volumen de basura bélica es la Base Naval Puerto Belgrano, cerca de Bahía Blanca, a pocos metros de la ciudad de Punta Alta, lo que la transforma en un lugar altamente riesgoso para la seguridad de la población, según los especialistas.

Fuente: La Nación