El avance de las mujeres en sus nuevos roles sociales lleva a plantear qué roles les caben a los hombres ante esas modificaciones y ante la demanda de mayor equidad. Las tareas domésticas y de cuidado aún son poco compartidas en los hogares. Sin embargo, algunos hombres asumen esos roles y ejercen una paternidad activa. Tres historias.

“Amo de casa”, escribió hace unos meses Marcelo Aparicio (42) cuando tuvo que completar una de esas típicas planillas que solicitan datos personales. Frente a la ficha de inscripción para las clases de danza de su hija, Marcelo decidió dejar de lado los eufemismos y sellar en el papel el rol del que disfruta todos los días.

“Es muy graciosa la reacción de la gente que está frente a vos, primero te mira medio raro, después busca tratar de contestar por compromiso con el famoso ‘mirá que bien’ y no dice mucho más”, cuenta. Es que ser “amo de casa” es algo que él vive con total naturalidad y un trabajo elegido desde hace años.

Marcelo empezó a descubrirse en ese papel cuando se fue a vivir con su novia. En ese momento trabajaba en una empresa de telefonía y pensaba que hacer carrera era lo que más quería. Al mismo tiempo, las tareas domésticas le iban interesando cada vez más. “Justo la oficina me quedaba cerca, así que yo no veía la hora de llegar a almorzar. Me volvía al trabajo pero siempre con el gustito de quedarme haciendo más cosas en casa”, relata.

 

Al tiempo se desvinculó de la compañía y comenzó con trabajos independientes que le dejaron tiempo disponible para dedicarse a lo que más le gusta. “Ya con tanto tiempo libre me empecé a ocupar cada vez más de la casa”, señala.

Marcelo es papá de una nena de 7 años y un niño de 2 años. Entre sus actividades cotidianas están limpiar, ordenar la casa, preparar la comida, llevar a los chicos al colegio, jugar con ellos, ayudarlos a hacer los deberes y bañarlos. Muchas de estas tareas las comparte con su esposa, aunque sea él quien pasa más tiempo en su hogar.

“Estos roles no son casuales. No sé si será por decantación o qué, pero con ella somos muy buenos compañeros. Todo esto tiene que ver con el hecho de acompañarnos en lo que nos sentimos cómodos”, cuenta sobre su pareja, quien es docente, investigadora y escritora. “Ella siempre levanta la bandera de que si no fuera por mí no podría hacer todo lo que hace, y yo digo exactamente lo mismo. Antes que cualquier otra cosa, más allá del amor que nos une, somos grandes compañeros y estamos muy pendientes de que el otro esté bien”, añade.

Transiciones

La cotidianidad que viven varones como Marcelo ayuda a poner de manifiesto las reconfiguraciones sociales y los roles que los hombres pueden adoptar por fuera de los mandatos de género. Lo que ocurre difícilmente pueda leerse por separado del mayor protagonismo de las mujeres en el espacio público que se viene dando desde las últimas décadas, sumado al cuestionamiento de las estructuras patriarcales de la sociedad.

Pero, ¿cuáles son los verdaderos alcances de estos cambios? Para la socióloga y doctora en Ciencias Sociales Eleonor Faur, las modificaciones en los roles de las mujeres necesariamente llevan a replantear los roles sociales y familiares de los varones. “Forman parte de una determinada estructura de relaciones sociales y una vez que cambia uno de los componentes de esta estructura, que ha sido sobre todo el papel de las mujeres en la familia y en el mercado de trabajo, los hombres también se perciben interpelados, en un lugar diferente, un lugar que no siempre les es muy sencillo de habitar. Pero necesariamente estaríamos frente a un desafío para trabajar en términos de masculinidad”, sostiene.

 

Durante siglos, se alimentó la idea de que el terreno de los hombres era la arena pública y el de las mujeres, el hogar. “Se pensaba que los varones tenían una posibilidad de conectarse con sus emociones muchísimo menores que las mujeres”, reflexiona Faur. “La masculinidad se suponía que era el terreno más apto para la racionalidad, para las decisiones fundadas en razones y no en emociones, para la consecución de recursos para el hogar, económicos, monetarios, para la toma de decisiones en el ámbito de la política y se ha cultivado muchísimo menos esta potencialidad que los hombres tienen, igual que tenemos las mujeres, de criar, de nutrir a los hijos e hijas material y emocionalmente”, apunta.

 

Paternidad antipatriarcal

Años atrás, era poco habitual que un centro de gimnasia preparto incluyera a los papás en la oferta de servicios. Ahora, en cambio, es común que estos lugares enseñen a trabajar con el vínculo «madre-hijo-padre» –como se puede leer en la página web de uno de estos locales de la ciudad de Córdoba– y que en las sesiones haya una considerable presencia de varones. Tampoco resulta extraño encontrar a papás saliendo a pasear con sus niños en cochecito, cambiando pañales o participando de las actividades escolares.

Federico Beltramino (32) es muy consciente de qué tipo de paternidad quiere ejercer. «Mi intención es ser un papá presente, compartir, alentar a Faustina y a los hijos que vengan, y estar en todos esos momentos que son importantes, en el colegio, en lo que sea. Estar igual que mi pareja, en la medida que se pueda», asevera.

Desde antes de la llegada de su beba hace dos meses, Federico se involucró activamente con su rol. “Fuimos a una gimnasia preparto. Fueron sólo unas cuatro sesiones, porque después mi pareja estuvo con reposo y no pudimos seguir. Pero la intención era aprender juntos esto, lo que es ser padre, trabajar sobre las intrigas de siempre, que las vas a tener porque no hay manual para esto”, cuenta.

Reconoce que aún está acomodándose a una nueva realidad, que involucra su nuevo rol, sus largas jornadas laborales fuera de la casa como asesor de Higiene y Seguridad Laboral, más las tareas domésticas. Su novia confirma que, aunque las comparten, es él quien se dedica un poco más a esas actividades. “En la etapa del embarazo, ella se dedicaba a criar la panza, a ser mamá esperando a la bebé, y yo me dedicaba a todo el resto. Fui avanzando más en este tema de las tareas hogareñas”, dice. “En otras épocas no se acostumbraba, hoy creo que es más común que el varón haga esas tareas”, agrega.

 

Fabián Bonomi (38), papá de Camilo de 5 años, asume con naturalidad la búsqueda por armonizar el empleo, la paternidad presente y la participación en las actividades del hogar. Sus horarios laborales rotativos, que incluyen fines de semana y feriados, lo llevaron a diseñar junto a su pareja una estrategia para aprovechar al máximo el tiempo con su hijo. Es que, además, Fabián debe movilizarse diariamente desde Unquillo, donde vive, hasta su trabajo en un local de la Terminal de Ómnibus de la ciudad de Córdoba. Durante el tiempo que está con Camilo, él se encarga de llevarlo al jardín -cuando sus horarios se lo permiten-, jugar con él, bañarlo, cambiarlo y acostarlo, entre otras cosas.

Fabián narra que con su pareja – quien trabaja de manera independiente- se relevan para estar junto a Camilo. «Los dos trabajamos, los dos hacemos las cosas de la casa y los dos nos ocupamos de nuestro hijo. Yo estoy más horas afuera, con lo cual ella se ocupa un poco más de la casa, pero por eso nomás. Es una situación del momento de nuestra vida, pero no es por una cuestión de mandatos, ni de roles, ni de tareas prefijadas. Mañana ella pega un buen laburo y tiene que estar fuera de casa, yo me quedo acá más tiempo y cambia la situación», añade.

 

El papá de Camilo piensa que lo que hace “es lo más normal del mundo”, sin embargo luego advierte que para mucha gente su realidad no es la más habitual. “Hay muchos varones que con mucha motivación inician una familia, pero a los tres o cuatro meses de tener un chico ya empiezan a cambiar la actitud. Cuando el chico tiene 2 o 3 años, ni hablar. Llegan a la casa de laburar y es onda ‘hacete cargo vos porque yo laburé todo el día’, con esas palabras, como si la mujer hubiera estado haciendo no sé qué cosa”, expresa.

 

“Yo la veo a mi mujer que no para de las 7 hasta las 11 de la noche, y un hijo es muy demandante. Una casa también. Y encima labura, y tiene toda esa responsabilidad en la cabeza de generar dinero”, concluye Fabián.

Avances con matices

Faur, autora del libro Masculinidades y Desarrollo Social, considera que uno de los principales cambios respecto de los roles sociales y familiares de los varones está asociado a una mayor valorización sobre el rol paterno, vinculada a varios procesos, como el reconocimiento de los derechos de los niños y la valoración de la afectividad intrafamiliar.

 

“Ahora, que esté bien visto y que haya nuevas tendencias en relación con eso, todavía no se refleja en una participación equitativa de hombres y mujeres con relación a los cuidados de los niños y las niñas. Hay una idea mucho más contemporánea, que está bien visto que los hombres se ocupen del cuidado de los hijos, pero en la práctica y en la contundencia de las cifras de dedicación horarias de papás y mamás todavía hay brechas importantes”, matiza.

 

La investigadora apunta que las distancias aún son mayores cuando se trata del trabajo doméstico en el hogar. “Los hombres participan en promedio un ratito por la mañana temprano antes de salir a trabajar y un poquito a la noche cuando regresan del trabajo. Pero ellos no están atravesados por esa tensión entre compatibilizar el trabajo remunerado y el no remunerado. Las mujeres, en cambio, participan muchas más horas. Entonces realmente la dedicación a las tareas domésticas no remuneradas, como hacer las compras, lavar, planchar, cocinar, lavar los platos, el aseo de la casa, recae muchísimo más sobre las mujeres. En eso, los hombres están más demorados que en las funciones de cuidado”, advierte.

Hugo Huberman, psicólogo social y miembro de la Red Argentina de Masculinidades por la Equidad, considera que los principales cambios se están dando entre los varones jóvenes. «En el rubro etario de los 30 hay mayor participación en la crianza, en las tareas de cuidado y en las tareas de la casa. Hay un cambió allí», afirma.

El coordinador de la Campaña Lazo Blanco en Argentina cree que esas modificaciones son incipientes y que por fuera del rango etario de los varones jóvenes mucho de lo que pasa tiene más que ver con el plano de los discursos que de los hechos. «Seguimos disimulando. Está el famoso ‘yo ayudo », que no es ‘yo me comprometo por mi casa ‘. La palabra ‘ayudo ‘ en el tema domesticidad es una cuenta pendiente de las masculinidades. No hay que ayudar, hay que acoplarse y comprometerse con las tareas», enfatiza.

 

Un estudio del Centro de Investigaciones Sociales (CIS) de la Fundación de la Universidad Argentina de la Empresa (Uade) y Voices! Research and Consultancy, realizado en 2015 en varias ciudades del país, muestra que las mujeres le dedican el doble de tiempo que los hombres al cuidado de los hijos y del hogar. Sobre la crianza de los hijos más pequeños, el informe precisa que las mujeres realizan más que los hombres tareas vinculadas con actividades rutinarias, como llevarlos a la escuela, ayudarlos con las tareas, bañarlos, acompañarlos a comer o lavarse los dientes. Los hombres, en cambio, participan más que las mujeres en actividades recreativas.

Respecto a las tareas hogareñas, las mujeres las realizan en mucha mayor medida que los varones. Algunos números sirven como muestra: el 75 por ciento de ellas lava los baños frente al 20 por ciento de los varones; el 88 por ciento de las mujeres barre contra el 42 por ciento de ellos, y el 63 por ciento cuida a los niños frente al 32 por ciento de los hombres.

Un dato sobresaliente es que las mujeres que trabajan fuera de su casa también realizan más tareas de cuidado y domésticas que los varones. Es decir, aun cuando están en el mercado laboral, las mujeres siguen siendo las amas de casa de sus hogares.

 

En el tercer trimestre de 2013, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) realizó la Encuesta sobre trabajo no remunerado y uso del tiempo, cuyos resultados van en sintonía con los del estudio de la Uade. Este relevamiento indica que las mujeres tienen una mayor participación en el trabajo doméstico que los hombres. En promedio, dedican tres horas diarias más con relación a aquellos varones que realizan iguales tareas.

La contundencia de las cifras muestra que la brecha entre hombres y mujeres en cuanto a la crianza de sus niños y niñas, y a la realización de trabajo doméstico no remunerado, sigue siendo un desafío que plantea varios interrogantes. ¿En qué medida las políticas públicas pueden multiplicar historias como las de Marcelo, Federico y Fabián? ¿Cuántos mandatos y estereotipos deben ser desterrados aún? ¿La sociedad habilita la vivencia de identidades masculinas más conectadas con la afectividad, y que contribuyan a la equidad de género?

 

“La masculinidad hegemónica tradicional, que suponía que los hombres eran los proveedores principales de ingresos de la familia, que siempre tenían una opinión racional a mano ante cualquier tipo de conflicto, pero que también tenían que mostrarse valientes, fuertes y poder defender a cualquier persona vulnerable, constituyó un peso de una responsabilidad muy pesada para los hombres”, explica Faur.

“Entonces de alguna manera estas transformaciones son una oportunidad de vivir vidas más conectadas con las propias posibilidades, con los propios deseos, que reconozcan la vulnerabilidad que todas las personas tenemos, varones y mujeres. Además de tener fortalezas, capacidades y potencialidades, también todos tenemos zonas donde necesitamos el cuidado de los otros, el apoyo, damos y recibimos afectos y cuidados de manera mucho más horizontal que jerárquica”, finaliza.

FUENTE: LAVOZ.COM