El sujeto simbólico del amor en diversas culturas y épocas ha sido el hombre y los amantes han sido los hombres. La mujer, cautiva del amor, ha simbolizado a las mujeres cautivas y cautivadas por el amor.  Aquí tres antropólogas reflexionan sobre el amor.

MARCELA LAGARDE, antropóloga:

«El amor encierra recovecos de dominio que generan desigualdad, lazos de dependencia y propiedad, así como privilegios e inequidad que generan frustración, sufrimiento e incluso daño»

«En efecto, los cautiverios de las mujeres se han estructurado en torno al amor que envuelve la sexualidad erótica y procreadora. La maternidad, la filialidad, la conyugalidad, la familiaridad y la amistad, implican al amor considerado inmanente de las mujeres. Sexo, sexualidad y amor son una tríada natural asignada a las mujeres. Son la esencia del mito sobre la naturaleza femenina…»

«Los chicos y las chicas no deberían repetir estos estereotipos, concepciones del amor profundamente arraigadas. Nuestros trabajo como educadores/as es el de desmontar y dar elementos y recursos para que las personas puedan tener una visión crítica: tener una capacidad de analizar y no legitimar y dar como válido aquello que sentimos como algo positivo por sí mismo. Sabemos que los sentimientos tienen que ser analizados, criticados, transformados…Yo parto de esa visión, no separar sentimientos, emociones, afectividad y razón. No podría haber razón sin afectividad, y apelamos que la afectividad pueda apelar a la razón.»

«Mari Luz Esteban es una compañera a la que respeto mucho. Las dos estudiamos el amor, como buenas feministas. El amor ha sido estudiado desde todos los feminismos, que han propuesto cambios fundamentales al respecto. Las feministas que lo han hecho han experimentado, han indagado en sus vidas, han analizado el amor romántico y todos los tipos de amor. Y es normal, porque el amor ha sido un espacio cargado de afectividad, pero también de ideología, de norma conservadora, en donde las mujeres, objeto del amor, nunca sujeto, hemos sido atrapadas en relaciones patriarcales muy fuertes. Poder analizar esto nos ha ayudado mucho, aunque luego nos haya costado ponerlo en práctica. Cada generación ha sufrido una actualización del amor patriarcal. En la actualidad, las mujeres creen que viven en igualdad y que a ellas nos les afecta, pero la enajenación y la opresión siguen. El amor tiene su actualización contemporánea y postmoderna»

 

MARI LUZ ESTEBAN, antropóloga.

«Algunas etnografías en torno al amor romántico realizadas en culturas distintas nos aportan resultados muy diversos e incluso paradójicos. Susan y Douglas Davis (1995) han percibido diferencias entre las mujeres y los hombres jóvenes de la sociedad marroquí, ya que las mujeres no aparentan experimentar la misma intensidad romántica que los hombres o solo la comparten con sus mejores amigas. Esto se debe a que deben mantener indemne el ideal de pureza pero también a que necesitan más que ellos de un matrimonio estable, lo que las empuja a dejarse llevar menos por sus sentimientos.»

«También es interesante el caso analizado por Victoria Burbank (1995) en una comunidad de aborígenes australianos donde el amor romántico aumenta radicalmente su presencia con la instalación de una misión protestante en los años 50. Los nuevos aprendizajes de los jóvenes, al compás de las películas de Hollywood, van provocando su oposición a los matrimonios concertados antes de la menarquia de las niñas. El amor romántico en esta sociedad es un discurso de desafío, un paradigma de resistencia adolescente frente al autoritarismo de los padres.»

«Tenemos el amor bastante naturalizado y esencializado; porque lo consideramos algo intrínseco: parece que está ahí, que lo sentimos todos los seres humanos, que es incontrolable… Y eso resulta problemático, porque, si es así como comprendemos el amor, nunca nos plantearemos una necesidad de reflexionar y discutir sobre ello.»

«El amor romántico es algo que se ha desarrollado en los últimos siglos (…) Hemos colocado las emociones y el amor en el centro de nuestra sociedad, hasta el punto de convertirlos en la base para percibir y ordenar el ser humano, las relaciones sociales, y, en general, la vida.»

«El romanticismo y el capitalismo van de la mano, ya que se afectan mutuamente. En la ficción romántica (en las novelas rosas, en las películas…) se pueden apreciar claramente los valores capitalistas; y es que siempre cuentan la misma historia: el camino que recorre una mujer hasta encontrar a un hombre. Este tipo de guiones, además de reflejar heterosexualidad y unas relaciones de género muy concretas, muestran también la ‘ilusión’ del capitalismo: un orden económico y moral en el que, aparentemente, el dinero no es importante y el amor siempre es bueno.»

 “Estamos muy convencidas de la omnipotencia del amor, ya que pensamos que suprime todo tipo de diferencias: las correspondientes al género, a la etnia, a la clase… Pero no es cierto; todo eso no es más que una ilusión con la que nos alimentan”

«A las mujeres se nos dice que somos nosotras las que tenemos que cuidar de las emociones y del amor; nos vemos obligadas a estar pendientes de los demás. Eso, en sí, no es algo malo, pero ¿qué es lo que pasa? Que nosotras tenemos que dar todo ese amor, pero no podemos pedir nada a cambio; es decir, se rompe la reciprocidad en perjuicio de la mujer. Otra forma de dependencia consiste en convencer a las mujeres de que tienen que hacer lo que deben a cambio de amor, y no a cambio de dinero; por tanto, lo que hace una mujer no es un trabajo, no tiene valor. Existen muchas maneras de arrebatarnos la capacidad para exigir lo que nos corresponde, lo cual nos relega a una posición de dependencia del poder.»

De la misma manera que nos protegemos con un casco y unas cuerdas cuando vamos al monte, también necesitamos protección en el amor, para ser capaces de pasarlo bien y salir bien paradas. Tenemos que asimilar ciertas técnicas e ideas para poder identificar cuándo las cosas van mal y cuándo bien, para comunicarnos, para negociar o para abandonar una relación… Ésos son nuestros arneses. ¿Por qué pensamos que en el amor no es necesario protegerse y que todo es libre? Es una locura.

La antropóloga Helen Fischer defiende un análisis absolutamente imbuido de la ideología occidental diferencialista y naturalizadora respecto a la biología femenina y masculina y el amor romántico. El problema principal de este tipo de teorías es su enfoque biologicista y/o psicologicista, una forma de determinismo que presupone una jerarquía.

 

HELEN FISHER, antropóloga:

«El colocón del enamorado lo producen las sustancias que fabrica su cerebro» ”Creo que esa locura la producen los niveles altos de dopamina y norepinefrina, y un nivel bajo de serotonina.”

”El impulso sexual es diferente del amor romántico y es diferente del afecto. También creo que han evolucionado por razones diferentes. Creo que el amor romántico es el impulso verdadero, porque emana de este cerebro primitivo y es más fuerte que el impulso sexual. El impulso sexual evolucionó para que saliéramos a buscar a nuestras parejas. Cuando estamos locamente enamorados, queremos irnos a la cama con nuestra pareja, pero lo que realmente queremos es que nos llame por teléfono, que nos invite a cenar, y se crea una unión emocional. De hecho, una de las características principales del amor romántico es el deseo de contacto sexual… y de exclusividad sexual. Cuando nos acostamos con alguien y no lo amamos, no nos importa realmente si también se acuesta con otros. Pero cuando nos enamoramos, pasamos a ser realmente posesivos.”

Y si a ellos el amor les entra por los ojos, las mujeres son más sensibles a la palabra y los detalles. Eso tiene sentido: el negocio de la pornografía se apoya en los hombres… Durante millones de años, el hombre ha tenido que mirar bien a la mujer y tomarle la medida para ver si ella le daría un niño saludable. Mientras, en el caso de la mujer se ve una mayor actividad en las areas del cerebro asociadas con la memoria y la rememoración, y al principio lo no entendí, pero luego pensé que, durante millones de años, una mujer no podía mirar a un hombre y saber si podía ser un buen padre y un buen marido. Para saberlo, tenía que recordar. Tenía que recordar lo que había dicho el último día de San Valentín, cómo se había comportado con anterioridad.”

“Todo es química. Cada vez que producimos un pensamiento, o tenemos una motivación, o experimentamos una emoción, siempre se trata de química. Sin embargo, se pueden conocer todos y cada uno de los ingredientes de un pastel de chocolate, pero todavía nos gusta sentarnos y comerlo.”