Por Alejandro Saravia

La Cámara de Casación Federal  acaba de absolver a Carlos Saúl Menem en la causa por contrabando de armas a Croacia y Ecuador por vencimiento del plazo razonable para juzgarlo. Es un perfecto círculo vicioso que demuestra lo que todos sabemos: el sistema judicial federal —y  también el provincial— está diagramado para que la dirigencia política nacional —y provincial— no sea alcanzada por las leyes que, supuestamente, rigen para todos.

No nos vamos a detener en los vericuetos procesales de esta causa, aunque sí lo vamos a hacer en sus connotaciones. 

Los croatas y serbios, tras la caída del Muro de Berlín y el fin de la guerra fría se trenzaron en una guerra civil, concluyendo con la extinción de Yugoslavia, la que mantenía unida el Mariscal Tito. Como toda guerra civil fue de una violencia extraordinaria.

A su vez, Perú y Ecuador, tras una guerra limítrofe en 1941, que concluyó con el Tratado de paz de 1942 en el que Argentina fue garante precisamente de la paz, se trenzaron nuevamente en una guerra de fronteras en 1995. 

Hacia esos dos conflictos armados el expresidente Menem no tuvo mejor ocurrencia que vender armas, contrabandearlas, violando de esa manera la prohibición impuesta por las Naciones Unidas,  soslayando la brutalidad de la primera y, también, el hecho de ser garante de la paz, en la segunda,  olvidándose, además, del gesto que tuvo Perú de poner aviones de guerra y pilotos a nuestra disposición en el conflicto de Malvinas. Canalladas si las hay.

En los 23 años transcurridos entre 1995 y hoy, en el marco de esta causa judicial pasó también la explosión de la fábrica militar de Río Tercero, suceso que tendió a destruir las pruebas que acreditaban que en ese lugar se las había acondicionado para el contrabando, y que tuvo, además,  una secuela de siete muertes y centenares de heridos, más una ciudad semidestruida. También en ese entramado pasaron los fraguados suicidios del marino Horacio Estrada y de Lourdes Di Natale, exsecretaria de Emir Yoma, cuñado del entonces presidente.

En esa causa es en la que se acaba de absolver a Menem por la Cámara de Casación Federal. Con ello desmentía lo que días pasados  la Sala IV de la  misma Cámara,  integrada por los jueces Borinsky, Gemignani y Hornos,  había resuelto que los delitos de corrupción eran imprescriptibles por aplicación del artículo 36 de la Constitución Nacional que los equipara con los delitos de atentados en contra del orden constitucional. Esa Sala del mismo Tribunal se pronunció en ese sentido en la causa IBM-DGI iniciada en el año 1996, es decir al año siguiente de la de contrabando de armas,  en la que se investigaban coimas por 120 millones de dólares, ordenando al tribunal de juicio que en forma inmediata proceda a realizar el mismo. En la presente causa del contrabando de armas el juicio ya estaba hecho y Menem condenado, aunque recurrido el monto de la pena.

¿Qué pasó en el entretanto?  Pasó que Lorenzetti  dejó la presidencia de la Corte Suprema y le dejó, también, esta albóndiga envenenada a su sucesor y colega, Carlos Rosenkrantz.

Es decir que para la causa IBM-Banco Nación no había transcurrido un tiempo demasiado y sí para la causa del contrabando de armas. En la primera no estaba directamente imputado Menem, en la segunda sí. ¿La justicia es igual para todos? Evidentemente no.

La causa del contrabando es inmensamente más compleja que la de IBM-Banco Nación por todas las implicancias que tuvo. Y por la maraña de hechos en los que se debió sumergir.

Ahora bien, ¿todo termina así? No debiera ser. Lo que corresponde es que se recurra de esa sentencia por ante la Corte Suprema de la Nación y, paralelamente, se inicie el proceso de expulsión del sistema judicial de todos los jueces y fiscales que tuvieron intervención en la misma. Por incumplir con sus funciones. De todos.

Esto nos enfrenta a todos los argentinos con el espejo. ¿Qué país estamos haciendo? ¿Podemos, por ventura, hablar de la existencia de una república con estos ejemplos de disfuncionamiento institucional? ¿No nos da vergüenza?

En verdad creo que ya es hora de una reacción social en contra de este entramado de complicidades y encubrimientos. Mañana, o quizás ya mismo, será, o ya es, tarde.